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Progreso mediante protesta

Del número de julio de 1978 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Protestas — pacíficas o violentas — aparecen, por lo general, en los titulares de los medios informativos. Es posible que estas protestas sean constructivas o que causen más mal que bien. Sin embargo, hay una manera más elevada de protestar que siempre es beneficiosa y trae como resultado progreso espiritual. La Sra. Eddy se refiere a esta clase de protestas o declaraciones en Ciencia y Salud, donde, hablando de Jesús, escribe: “No es la Ciencia ni la Verdad lo que obra mediante la creencia ciega, ni es tampoco el entendimiento humano del Principio divino sanador, tal como se manifestó en Jesús, cuyas humildes oraciones eran profundas y concienzudas declaraciones de la Verdad, — de la semejanza del hombre con Dios y de la unidad del hombre con la Verdad y el Amor”.Ciencia y Salud, pág. 12;

Cada uno de nosotros puede seguir el ejemplo de Cristo Jesús y protestar con “declaraciones de la Verdad”. Éstas deben estar basadas en nuestro reconocimiento de que Dios, la Verdad, es Todo, y en la perfección del hombre como reflejo de Dios. Al declarar la verdad del ser, estamos protestando contra el error. En realidad, las protestas contra el mal están basadas en la verdad — la totalidad del bien espiritual. Si un amigo fuera acusado injustamente, nos levantaríamos para defenderlo. Protestaríamos contra la injusticia de la acusación afirmando su inocencia. Del mismo modo, si nos enfrentaran las sugestiones de enfermedad, nos defenderíamos afirmando nuestra inocencia espiritual.

Nuestro progreso espiritual se desarrolla mediante nuestras afirmaciones del bien. Éstas, a su vez, refuerzan nuestras negaciones del mal. Como la mujer sunamita, debemos estar firmes para saber que la armonía está siempre presente, por más severa o real que parezca la evidencia de discordancia. Según el relato bíblico, cuando el joven hijo de la mujer sunamita murió, y antes de ir en busca de la ayuda de Eliseo, ella le aseguró a su esposo: “Estará bien”. Más adelante vemos cómo protesta aún con mayor firmeza. Al responder a la pregunta que le hiciera Eliseo por medio de su criado: “¿Te va bien a ti? ¿le va bien a tu marido? ¿le va bien al niño?”, ella contestó: “¡Bien!” 2 Reyes 4:23, 26 (según Versión Moderna); Posteriormente, Eliseo comprobó que la confianza de ella estaba justificada al devolverle a su hijo vivo. A menudo, la protesta inspirada es necesaria para triunfar sobre la adversidad. De esta manera, los obstáculos se vuelven bendiciones.

Si no estamos alerta para negar con vehemencia las falsas pretensiones del mal, es posible que su aparente poder nos engañe. Algunas veces, cuando nos enfrentamos con la enfermedad u otras dificultades, tal vez nos parezca que no podemos hacer nada. Esto jamás se justifica. Un sentimiento de que nada podemos hacer se debe, a menudo, a creencias en teorías materiales acerca de la salud, de la herencia y así por el estilo. Cuando comprendemos la totalidad del Espíritu, desechamos esas teorías por ilegítimas. El reconocimiento en la Ciencia Cristiana de que el Cristo, la Verdad, está siempre presente para corregir las mentiras del mal, destruye el temor y muestra que el mal puede evitarse. No tenemos por qué dejarnos desconcertar o atropellar por el mal. Tenemos toda la razón de protestar contra cualquier sentimiento de que nada podemos hacer. La Sra. Eddy dice: “La humanidad tiene que aprender que el mal no es poder. Su tal llamado despotismo no es sino una fase de la nada”.Ciencia y Salud, pág. 102;

Oímos decir con frecuencia que uno tiene que conformarse con algún defecto o desarmonía. ¡Cuánto mejor es aprender a no conformarse con ello! No tenemos por qué soportar el error de ninguna clase, pues el mal no tiene poder. Sólo si aceptamos que es real puede parecer que tiene poder sobre nosotros. Destruimos su pretensión de realidad cuando lo denunciamos como un impostor. “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros”, Sant. 4:7; nos dice la Biblia.

Hasta los más mínimos temores o sufrimientos no deben ser ignorados o permitírseles que crezcan. El progreso espiritual no se promueve ignorando el mal o doblegándose a sus pretensiones. Tampoco crecemos en nuestra comprensión espiritual por medio de protestas esporádicas. Principalmente cuando la curación parece demorarse, es esencial continuar con nuestro esfuerzo para ver la realidad de la salud y la falsedad de la enfermedad. Ninguna condición desarmoniosa puede llegar al punto de estar muy avanzada para ser sanada por el Cristo, la Verdad. Nuestra insistencia, persistencia y firmeza son esenciales en nuestras oraciones para sanarnos.

Si el mal llegara a desafiarnos, cuanto más rápidamente afirmemos el dominio que Dios le ha dado al hombre, menores serán las posibilidades del error de impresionarnos o de manifestarse en nuestra vida. En verdad, una protesta instantánea puede resultar en una curación instantánea. El estar alerta es prueba evidente de nuestro progreso espiritual. Cuando la evidencia de pecado, enfermedad o muerte lo enfrentaba a Jesús, él reconocía instantáneamente al hombre espiritual y completo y sus oraciones eran inmediatamente eficaces.

Si bien debemos rechazar el mal, es necesario estar en guardia contra la tentación de sentirse enojado o frustrado. Tal estado de consciencia quisiera hacer del error una realidad y no conduce a la curación. La ira y la frustración son manifestaciones del error y no su corrección. Contiguo al título marginal “Rebelión legítima” en Ciencia y Salud, la Sra. Eddy escribe: “En lugar de someteros ciega y tranquilamente a los estados incipientes o avanzados de la enfermedad, levantaos en rebelión contra ellos. Desechad la creencia en la posibilidad de que podáis albergar un solo dolor intruso que no pueda ser eliminado por el poder de la Mente, y de ese modo podéis prevenir el desarrollo del dolor en el cuerpo”.Ciencia y Salud, pág. 391.

En muchas ocasiones he experimentado el valor de tal “rebelión legítima”. No tenemos por qué someternos al error o permitir que nos desconcierte. Basándonos en la totalidad del bien, el Espíritu, y por consiguiente en la falta de poder del mal o de la materia, siempre podemos protestar eficazmente por nuestra salud y armonía en contra de la enfermedad y la discordancia. Y al hacerlo nos identificamos con el poder del Cristo, y eso trae como resultado nuestro progreso espiritual.

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