Aunque no soy miembro de La Iglesia Madre ni de una filial de la Iglesia de Cristo, Científico, comencé a asistir a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana a la edad de dieciséis años y continué leyendo esporádicamente Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, además de otra literatura de la Ciencia Cristiana. Cuando me encontraba en una situación difícil, me diera o no cuenta de ello, aplicaba naturalmente las verdades espirituales que enseña la Ciencia Cristiana.
Deseo relatar una curación que experimentó mi hija adolescente hace seis años, de una dolencia que la ciencia médica denomina como encefalitis virulenta. La enfermedad ocurrió unos pocos días antes de Navidad, y mi hija, que se encontraba en vacaciones escolares, me llamó por teléfono a mi oficina durante la mañana para decirme que estaba enferma con síntomas alarmantes. Como la condición parecía seria y mi hija era menor de dieciocho años tuve que acatar la ley de este país (Ley de Protección al Niño). En consecuencia, llamé por teléfono al doctor que me atendió durante el parto. Como el diagnóstico era grave, hubo que hospitalizarla aislada. El médico me informó de posibles y serios efectos posteriores. En esos momentos el cuadro que me presentó me llenó de temor. Llamé entonces por teléfono a una practicista de la Ciencia Cristiana y le di todos los detalles del caso. La practicista me alentó y me hizo sentir confianza en el hecho de que esta niña estaba a salvo en la protección del Amor divino. Esto probó ser verdad.
Según el médico no existía curación mediante la medicina, no obstante, dijo que mi hija tendría que permanecer aislada y bajo observación tres semanas enteras.
Guardé un ejemplar de la obra Escritos Misceláneos por la Sra. Eddy en el ropero que le asignaron a mi hija en el hospital y leía de este libro cuando la visitaba. Aunque la niña parecía todavía estar muy enferma, recuerdo claramente que sentía que Dios, el Amor infinito, estaba con nosotros y también recuerdo la tranquila confianza que me embargaba cuando la visitaba o pensaba en ella. Cuando los familiares y amigos ansiosamente me preguntaban acerca de su progreso, les aseguraba que todo estaba bien. A veces, después de tales cariñosas preguntas, el temor pretendía intensificar sus argumentos, pero me mantenía firme sabiendo que la Mente, Dios, gobernaba la situación.
Me siento agradecido de poder decir que al cabo de dos semanas mi hija fue dada de alta en el hospital y al agradecerle al médico por su atención, sus palabras fueron: “Mi querida señora, yo no pude hacer nada por elle”. Luego, mirando hacia lo alto agregó: “Es a Él a quien usted debe darle las gracias”. Estoy profundamente agradecida por las verdades espirituales y ayuda que recibí de la devota practicista de la Ciencia Cristiana cuyas firmes declaraciones me ayudaron a sostenerme durante este período de prueba.
Al fin de las vacaciones de Navidad, mi hija regresó a la escuela y pasó con mérito sus exámenes finales, probando así una vez más que las sugestiones de la mente mortal no tienen poder.
Naturalmente, esta curación me impulsó a intensificar mi estudio de la Ciencia Cristiana, y estoy muy agradecida por lo maravilloso que es sentir el siempre amoroso cuidado que Dios brinda a Su creación perfecta. Mi humilde oración es continuar progresando espiritualmente en gracia y en verdad a fin de poder ver diariamente, en todo momento y en toda circunstancia (pese al cuadro que la mente mortal pueda presentar), solamente al hombre que Dios creó — sano, perfecto, íntegro.
Pietermaritzburg, Natal, República de Africa del Sur
