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Túnicas nuevas

Del número de julio de 1978 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cualquier madre preocuparse habría
al no ver a su hijo cada día:
pensado habría, que sólo ella
propiamente criarlo podía.
Mas Samuel ante Dios crecía.
Y Ana contenta se sentía
haciendo una túnica cada año
la que a su hijo traía.

Su pensamiento al paso de él anduvo:
no lo mantuvo un niño
ni apuró su madurez,
sino que, con ternura y paciencia vestía
su año que cumplía.

¿Se ha hecho alguna túnica
en la cual el hilo del afecto puro
haya sido tejido con más firmeza?
¿O formado de un propósito tan solemne
para ajustarse así a labor de tal grandeza?

Así vistamos a nuestros hijos,
ya estén ausentes o en el hogar,
con túnicas que ni atan ni irritan
ni que a tropezar invitan
— con ternura y paciencia tejidas,
de las hebras genuinas del Amor, que nos protegen
del calor y del frío de los lazos carnales.
Nuevas túnicas cada año, que guardan paso con el progreso
mientras nuestros hijos ante Dios crecen.

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