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Las recompensas de servir en una iglesia pequeña

Del número de julio de 1978 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Nuestros amigos nos preguntaron: “¿Por qué van a empezar cultos de Ciencia Cristiana en su localidad? ¿Hay otros Científicos Cristianos allí?”

Contestamos que todavía no sabíamos de ninguno. En realidad, éramos muy nuevos en la comunidad y todavía no la conocíamos bien. Pero nos sentíamos seguros de que era el momento adecuado para celebrar cultos de manera que otros pudieran saber de las verdades sanadoras de la Ciencia Cristiana y ser bendecidos por ellas.

Seguimos adelante con los preparativos y continuamos orando. En el primer culto tuvimos una congregación de dos personas. Todavía puedo recordar la gran alegría que sentimos ese domingo. ¿Qué importaba el número de personas? Esto era la expresión de Iglesia manifestándose, trayendo la Ciencia del Cristo a nuestra comunidad.

Eso fue hace dos años. Nuestra congregación ha crecido desde entonces, si bien todavía somos un grupo pequeño. El gozo de compartir la verdad también ha aumentado, y la necesidad de expandir nuestro concepto de Iglesia es un desafío constante y maravilloso.

En cientos de comunidades en todo el mundo, grupos pequeños de Ciencia Cristiana están celebrando cultos de Ciencia Cristiana semanalmente. Aun cuando son demasiado pequeños para ser reconocidos formalmente por La Iglesia Madre, todos están unidos por su amor al Cristo, la Verdad, y por su dedicación al concepto de Iglesia expuesto por la Sra. Eddy en Ciencia y Salud (ver pág. 583).

Nuestro propósito al organizar, ya sea una iglesia filial, una sociedad, un grupo de Científicos Cristianos o una organización universitaria, es el de elevar el Cristo en la comunidad, ser testigos del poder del Cristo, que espiritualiza el pensamiento, sana la enfermedad y bendice a todos. Estos resultados se producen ya sea que asistan a los cultos muchas o pocas personas de la comunidad, porque la verdad y el amor que expresan los miembros alcanza a la comunidad con poder sanador y espiritualizador. Al sentir esta verdad y este amor, el pensamiento humano se agita y los que están preparados para la revelación de la Ciencia vienen para aprender más acerca de ella. La presencia misma de la actividad de la Ciencia Cristiana en una comunidad o en un ambiente universitario trae despertar espiritual al pensamiento y a la vida de muchos que tal vez ni siquiera nunca antes han escuchado las palabras “Ciencia Cristiana”.

Si bien anhelamos recibir nuevos miembros en nuestro grupo, sociedad o pequeña iglesia filial, sabemos que nuestro propósito real no es el de crecer meramente en números. Nuestro propósito es más profundo: es el de glorificar a Dios y ver un reconocimiento más amplio de Su amor y bondad, los cuales circundan a nuestra comunidad y a todo el mundo. Cada culto y reunión que celebramos, son una oportunidad para sanar. Cuando oramos por la congregación reunida, fortalecemos la habilidad que tiene cada uno de nosotros para expresar más al Cristo.

Mientras que el tener más miembros es una meta importante y evidencia de progreso espiritual, podemos desviarnos de trabajar por nuestras necesidades reales cuando empezamos a ocuparnos de que venga más gente. Es algo así como estar demasiado preocupado porque la salud se manifieste físicamente en caso de enfermedad, en lugar de sanar la desarmonía en la consciencia, que es la fuente de la enfermedad. Este pensamiento falso e hipnótico, o sea, el magnetismo animal, desviaría nuestro pensamiento de las verdades sanadoras que necesitamos.

En cambio, es mejor pensar sobre nuestro propio crecimiento espiritual y sobre cómo lograr vistas espirituales más claras de nuestra iglesia y de nuestra comunidad. Con el tiempo vendrán más personas a los cultos. Pero ése no es realmente el asunto. El crecimiento de la iglesia es el resultado inevitable de nuestro concepto espiritual más claro y nuestro amor desinteresado hacia nuestra iglesia y nuestra comunidad, lo mismo que la salud es el resultado inevitable de un sentido más claro que la persona adquiere sobre su identidad espiritual. El crecimiento de la iglesia puede que no ocurra inmediatamente o todo a la vez, pero el punto importante es que tiene que producirse cuando el pensamiento se espiritualice lo suficiente.

La Biblia declara: “Cristo es cabeza de la iglesia, y él es el salvador del cuerpo”. Efes. 5:23 (según la versión King James de la Biblia); A medida que vemos que el Cristo nos gobierna a nosotros y a nuestra iglesia, descartaremos las sugerencias de conflictos personales o responsabilidades personales para dejar que los asuntos de la iglesia funcionen adecuadamente. El Cristo nos impulsa a espiritualizar nuestro concepto de todo lo que hacemos en la iglesia y para ella, aun cuando realicemos aquellas tareas que parecen insignificantes o sin importancia. Todo lo que hacemos es para Dios. Hasta tareas tales como arreglar las sillas para el culto pueden ser una manera de agradecerle a Él por Su bondad.

Una perspectiva material sugeriría que una iglesia es un grupo de mortales que cooperan — o que a veces no cooperan — en sus esfuerzos por atraer a otros mortales que están fuera del círculo de Dios. Tal concepto carece de luz espiritual. Pero puesto que se lo acepta comúnmente en el mundo, bien podríamos preguntarnos a nosotros mismos algunas veces: ¿Vemos a nuestra iglesia u organización como compuesta por un grupo de personalidades o compuesta de expresiones individuales de la única Mente? ¿Vemos a nuestra comunidad como integrada por personas que están fuera de la bondad de Dios o por miembros, al igual que nosotros, de la familia universal, cada uno receptivo a la dirección de su Padre-Madre Dios?

Nuestro amor por la comunidad es fundamental para nuestro éxito. En el libro de Jeremías se nos recuerda de manera inspirada la necesidad de expresar tal amor. El pasaje se refiere al pueblo de Israel, quienes habían sido llevados cautivos a Babilonia; aun en una situación tan difícil, el mandato que les dio Dios fue: “Procurad la paz de la ciudad a la cual os hice transportar, y rogad por ella a Jehová; porque en su paz tendréis vosotros paz”. Jer. 29:7;

Probablemente el mayor desafío al que se enfrentan algunas iglesias pequeñas u organizaciones es su creencia de que la comunidad no está para nada interesada en sus esfuerzos o que se opone a ellos. A veces la mejor pregunta que podemos hacernos a nosotros mismos frente a este argumento no es: “¿Por qué la comunidad no nos aprecia?” sino más bien: “¿Cuánto la amamos? ¿Qué tan interesados estamos en resolver sus problemas?”

Nuestro interés sincero nos llevará a orar sinceramente por una solución sanadora para estos problemas y a apoyar todos los buenos pensamientos y esfuerzos expresados por los que nos rodean. Nos conducirá también a saber con profunda convicción que no hay una mente mortal, material, que pueda hacer que nuestros vecinos resistan al Cristo. La Mente divina es la única influencia que afecta al hombre.

El amor por la comunidad puede instar a un grupo a realizar actividades tales como las de auspiciar una conferencia, distribuir literatura, o establecer una Sala de Lectura o un centro de información sobre Ciencia Cristiana. Puesto que el motivo es sanar y bendecir, estas actividades pueden ser una manifestación importante del Cristo en la comunidad. Nuestro desborde de amor encontrará respuesta. No importa por cuánto tiempo el progreso del grupo parezca haber estado estancado, las oraciones profundas y sinceras, inspiradas por el amor desinteresado, traerán resultados.

En muchas filiales pequeñas o grupos parecería que uno o dos miembros tienen a su cargo la mayor parte de la responsabilidad. A veces dichos miembros pueden sentirse agobiados o ser tentados a resentir la falta de colaboración de los demás. Cuando vemos nuestra actividad en la iglesia como nuestro trabajo individual para Dios, encontramos gozo en el trabajo que hacemos para ella. Nuestro Padre-Madre afectuoso nos sostiene en todos nuestros esfuerzos desinteresados.

Además, a medida que oramos para ver que Dios provee el apoyo necesario, puede que descubramos que sin darnos cuenta hemos desalentado a otros para que participen más. Tal vez hemos subestimado sus capacidades o seguido adelante por nuestra cuenta haciendo las cosas sin esperar a que ellos hicieran algo. La paciencia y un mayor aprecio por el potencial espiritual de cada uno bien pueden alentar a que otros participen más activamente.

Aun si en algún momento fuéramos la única persona que pudiera estar activa en la iglesia, podríamos realizar el trabajo necesario con facilidad y felicidad. Podríamos adoptar como modelo de pensamiento el último verso del poema de la Sra. Eddy “Cristo, mi refugio”:

Es mi oración hacer el bien,
por Ti, Señor;
de amor ofrenda pura es,
do guía Dios.Himnario de la Ciencia Cristiana, No. 253;

Cuando nuestra labor en la iglesia “de amor ofrenda pura es”, nos trae grandes bendiciones.

La primera parte de la definición de “Iglesia” que da la Sra. Eddy dice: “La estructura de la Verdad y el Amor; todo lo que descansa en el Principio divino y procede de él”.Ciencia y Salud, pág. 583; Es maravilloso saber que todos estamos incluidos en esta Iglesia. Y en nuestra expresión humana de este ideal espiritual no somos grupos pequeños solitarios luchando por establecerse.

Tenemos una base segura. En la “Reseña Histórica” que está en el Manual de La Iglesia Madre por la Sra. Eddy leemos: “La Primera Iglesia De Cristo, Científico, En Boston, Mass., está destinada a ser edificada sobre la Roca, el Cristo; o sea la comprensión y demostración de la Verdad, la Vida y el Amor divinos, sanando y salvando al mundo del pecado y de la muerte; para así reflejar, en cierto grado, la Iglesia Universal y Triunfante”.Man., pág. 19. ¡Qué maravilloso es poder servir a esa Iglesia!

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