Estoy profundamente agradecida por las enseñanzas de la Ciencia Cristiana. Deseo compartir dos experiencias por las cuales queda demostrada una vez más la omnipotencia de Dios. En Salmos (78:19) leemos: “¿Podrá [Dios] poner mesa en el desierto?” y en Ciencia y Salud la Sra. Eddy dice: “¿Qué no puede hacer Dios?” (pág. 135).
Hace algunos años tuve la oportunidad de comprar un departamento en construcción pero, por razones financieras, al quedar terminado tuve que alquilarlo. Hace varios años, al modificarse la ley de locaciones en nuestro país, todo hacía parecer que no iba a recuperar este inmueble para yo poder ocuparlo. Empecé a abrigar pensamientos de rencor contra aquellos oficiales en el poder que emitían estas leyes, que a mi juicio eran injustas.
Como me resultaba difícil desprenderme de estos pensamientos negativos, recurrí a una practicista de la Ciencia Cristiana para que me ayudara, por medio de la oración, a reconocer mi identidad verdadera y a afianzar mi fe en el Principio divino. Al poco tiempo visité a mi inquilina y le expuse la necesidad que yo tenía de recobrar la propiedad. Me aseguró que al año dejaría libre el departamento.
Yo había planeado un viaje por Europa, y una semana antes de partir, una familia amiga, que no es Científica Cristiana, quería hacerme una fiesta de despedida. Fuimos en mi automóvil, y cuando estábamos por llegar, embestí a un auto que había parado frente a mí. Al golpear mi cara contra el volante, mi nariz sangró copiosamente. Mi amiga que estaba junto a mí estaba levemente herida, y las personas que iban en la parte trasera del automóvil se habían golpeado solamente.
Nos llevaron al hospital. Pedí que atendieran primero a mi amiga, y mientras lo hacían comencé a orar para calmar mis pensamientos. Traté de percibir que Dios es omnipotente sea cual fuere el lugar en que yo estuviera.
Cuando llegó mi turno detuvieron la hemorragia nasal con algodón. Los médicos exigieron tomarme una radiografía, sin cuyo requisito no me permitían salir del hospital. Accedí a esto y mis pensamientos fueron de franco agradecimiento a estos médicos por su dedicación.
La radiografía reveló que no había habido fractura y a las dos horas me permitieron salir. El trayecto a mi casa lo pasé afirmando mi identidad como idea espiritual y mi unidad con el Principio divino, Dios. Cuando llegué a casa llamé a una practicista para que me tratara. Durante los siguientes tres días tuve dificultad al incorporarme, pero una amiga de la Ciencia Cristiana vino a cuidarme con mucho amor. Sentí que todas las dudas sobre la omnipotencia de Dios se disolvían. Estaba realmente preparada para disfrutar del viaje, y no permití que nada que no fuera positivo se adueñara de mis pensamientos.
Durante mi viaje sentí profunda alegría al visitar las Salas de Lectura de la Ciencia Cristiana en los diferentes países, y gozo al saber que en todas partes del mundo los Científicos Cristianos estaban estudiando el mismo tema de la Lección-Sermón que yo estudiaba. El viaje duró dos meses y el mismo día que regresé a la Argentina, mi inquilina desocupó el departamento pues había solucionado su propio problema de vivienda.
Estoy muy agradecida por ser estudiante de la Ciencia Cristiana y por haber tenido esta enseñanza desde pequeña; por el gozo de servir en una iglesia filial y por la instrucción en clase Primaria.
Buenos Aires, Argentina
