La creencia en una existencia material incluye el concepto de que uno debe tener un cuerpo físico para tener identidad. Por lo tanto, el interés en el cuerpo es inmenso. Mantener su salud, conservar completos sus miembros y órganos, así como asegurarse de su normal funcionamiento es, en consecuencia, de suma importancia.
¿Pero qué ocurre si una de las partes del cuerpo se accidenta o sus órganos se enferman gravemente? La solución primitiva es amputar o extirpar. Pero la tecnología avanzada, moderna, ofrece soluciones más atrayentes. Sueros, piernas y brazos artificiales o transplantes de órganos son sustituciones materiales que indican el ingenio y la dirección que han tomado las investigaciones médicas. Pero las limitaciones son concomitantes inevitables de la creencia de que la causa y el efecto son materiales y que las soluciones han de encontrarse en la materia.
Felizmente hay otro campo más alto de investigación: el espiritual; la curación o la restauración mediante el poder de Dios, el Principio divino, y de Su ley divina de perfección y compleción. La comprensión más elevada acerca de la perfección de Dios — y de lo que es el hombre como Su expresión — permite que los planes que Dios tiene para el hombre se manifiesten humanamente. Llegado a este punto de la investigación se descubre que la verdadera causa y efecto radican en el Espíritu, no en la materia.
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