En esta parte del mundo en que vivo generalmente se cree que las oportunidades para que una persona nazca de padres educados y en un hogar de buen ambiente y que sea “heredero” de otras ventajas conductivas a la salud física y al crecimiento espiritual, son tan raras como encontrar una aguja en un pajar, como dice el refrán.
Cuando miro en retrospección al largo y arduo camino que he recorrido, considero una gran bendición haber recibido instrucción de inglés en una buena escuela y así haber podido leer Ciencia y Salud. Me ayudó a obtener nuevas vistas del universo de Dios.
Hace unos cuatro años me llamó la atención un pequeño anuncio sobre la Ciencia Cristiana que apareció en un diario en inglés. Como había leído algo acerca de lo realizado por la Sra. Eddy en su vida, de inmediato me interesé por investigar más sobre esta religión.
Cuando le escribí al secretario del grupo de Científicos Cristianos en mi ciudad expresándole mi interés, recibí una invitación para asistir al servicio del domingo. También me enviaron un paquete de literatura de la Ciencia Cristiana. Después de leer el The Christian Science Journal, el Christian Science Sentinel y el The Christian Science Monitor, me convencí que había encontrado la solución para mis problemas. Poco después me regalaron un ejemplar de Ciencia y Salud. En este libro tengo un constante compañero ampliándome la verdad, de la cual Cristo Jesús dijo: “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32).
A lo largo de mi vida había sufrido de mala salud crónica. Dos veces tuve que ser hospitalizado por cortos períodos de tiempo. Esto ocurrió en la década del cuarenta. Pero a pesar de las dolorosas condiciones físicas que me afectaban la cabeza, el cuello, el pecho, las piernas y los brazos, no dejé de trabajar y estudiar y mantuve un récord de asistencia del que cualquiera podría sentirse orgulloso.
En Ciencia y Salud leí (pág. 411): “Las causas productoras y bases de toda enfermedad son el temor, la ignorancia o el pecado. La enfermedad es siempre producida por un concepto erróneo, que uno abriga en la mente en vez de destruirlo”. Meditando en estas líneas sistemáticamente, logré la curación de los dolores y molestias físicos. Al corregir mi actitud mental recuperé mi salud, a la cual tengo derecho como don de Dios.
Desde que me uní al movimiento de la Ciencia Cristiana he recibido muchas bendiciones. Como funcionario jefe de una escuela traté de incluir en el programa escolar una nueva clase y para ello di algunos pasos. Enfrenté muchos obstáculos, pero no abrigué ni odio ni malicia hacia nadie sino que oré para tener un empleo donde mis esfuerzos y deseos de servir fueran apreciados. “Sea hecha Tu voluntad” — no la mía — fue mi roca de Gibraltar. Fui elegido para la posición que ahora desempeño por razones no relacionadas con mis previos esfuerzos de ampliar el programa de estudio en mi antigua posición, y el trabajo que ahora tengo satisface grandemente los anhelos de mi corazón. Doy gracias a Dios por esta bendición.
Mi conexión en diferentes oportunidades con dos grupos de Científicos Cristianos ha sido una experiencia por demás recompensadora. Los miembros están siempre listos para ayudar y compartir su gozo con uno y alentarlo a uno en momentos de tribulación. He tenido la oportunidad de escuchar a varios conferenciantes de La Iglesia Madre que han visitado esta localidad. En 1975 fui aceptado miembro de La Iglesia Madre.
La Sra. Eddy escribe (Ciencia y Salud, pág. 494): “El Amor divino siempre ha respondido y siempre responderá a toda necesidad humana”. Estoy agradecido a Dios por todas las bendiciones que he recibido; por Cristo Jesús, el Mostrador del camino; y por la Sra. Eddy por haber dado al mundo esta valiosa religión, la Ciencia Cristiana.
Boralesgamuwa, República de Sri Lanka
