Si bien la libertad política es importante pues ofrece la oportunidad para llevar una vida útil en la cual cada uno puede desarrollar sus aptitudes, y aunque muchos individuos han hecho sacrificios para obtener o preservar esta libertad, y muchos están agradecidos de poder disfrutar de sus beneficios, la gente en el mundo todavía está sujeta a leyes más opresivas que aquellas que podrían generarse políticamente.
Las leyes de la materia someten a quienes creen en ellas a las limitaciones de la materia, aun cuando los que las creen las investigan con la esperanza de liberarse. Grandes pasos se han dado para vencer las limitaciones de tiempo y espacio. Trabajo que antes requería años para realizarse, ahora puede hacerse en minutos. No obstante, la investigación material ha fracasado en lograr que la gente se sienta a salvo al transitar por las calles, en darles confianza de que el dinero que ganan será suficiente para sus necesidades, en asegurarles que sus puestos no serán eliminados, en conseguir que sus relaciones con los demás sean armoniosas, que el aire esté libre de contaminación o que siempre gocen de buena salud.
San Pablo escribió: “Donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad”. Él se refería al Cristo, la idea verdadera de Dios que Cristo Jesús demostró. Pablo describió nuestra liberación: “Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor”. 2 Cor. 3:17, 18;
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