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La coincidencia de lo humano y lo divino

Del número de septiembre de 1978 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El Padrenuestro representa la revelación de la coincidencia de lo humano y lo divino. Esta coincidencia es un punto importante en la teología de la Ciencia Cristiana, porque al revelar la totalidad de Dios, la Ciencia Cristiana pone de manifiesto la vacuidad de la materia y con lógica infalible declara que todo lo que existe aquí, ahora y en todas partes, es Dios y Su idea. No hay dos estados de existencia. La Ciencia Cristiana demuestra la falsedad del testimonio de los sentidos materiales en todo aspecto. Nos hace ver que lo humano no es un estado imperfecto de existencia que en algún momento se volverá espiritual, sino que es un sentido imperfecto que se abriga acerca de la divinidad, la que aquí y ahora es lo real, lo tangible, lo verdadero. Aquello que es divino es imperecedero, perfecto y completo. Nada se le puede añadir ni nada se le puede quitar.

En Ciencia y Salud la Sra. Eddy dice: “Juan vio la coincidencia de lo humano y lo divino, manifestada en el hombre Jesús, como la divinidad abrazando la humanidad en la Vida y su demostración, — reduciendo a la percepción y comprensión humanas la Vida que es Dios”. Y añade: “En la revelación divina desaparece la entidad material y corpórea, y la idea espiritual es entendida”.Ciencia y Salud, pág. 561; Haciendo de Dios el punto de partida y razonando de causa a efecto, la Ciencia Cristiana prueba con certeza científica que el hombre, la imagen de Dios, es completamente espiritual y que existe eternamente al nivel de la perfección.

De modo que la frase con la cual comienza el Padrenuestro, “Padre nuestro que estás en los cielos,”  Mateo 6:9; no quiere decir que Dios es el Padre de los mortales. Quiere decir que debido a que Dios, el Espíritu — que la Ciencia Cristiana revela como Padre-Madre — es el Padre del hombre, el hombre es, por lo tanto, enteramente espiritual y que en realidad no hay mortales, porque una cosa produce cosa semejante. Así es que a la luz de esta gran oración, podemos elevar nuestra mirada y decir: No, yo no soy un pequeño mortal finito, envejeciendo, frágil y apresurándome a la muerte. Mi individualidad e identidad son espirituales, aquí y ahora, eternamente sostenidas en la armonía, perfección y perpetuidad de la Vida, de las cuales estoy siempre consciente.

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