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Hace mucho tiempo, cuando estaba trabajando, me di cuenta de...

Del número de septiembre de 1978 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace mucho tiempo, cuando estaba trabajando, me di cuenta de que no podía mantenerme en pie. Un compañero de trabajo gentilmente me llevó a mi casa en un taxímetro y prácticamente tuvo que cargarme. Esa noche hubo una discusión grande entre mis padres sobre lo que se debía hacer conmigo. Mi padre hacía varios años que era estudiante de Ciencia Cristiana. La manera de pensar y actuar de mi madre era totalmente lo opuesto; ella deseaba emplear la medicina material. Yo estaba entre dos fuegos cuando me preguntaron qué quería hacer. Miré a mi mamá y luego a mi papá. Si bien había estado asistiendo a los cultos de Ciencia Cristiana con mi papá desde mi niñez, me incliné por satisfacer los deseos de mi mamá. Ella llamó a un médico. Después que éste me examinó, me llevaron a un hospital donde diagnosticaron que tenía artritis en ambos pies, en los tobillos y en las rodillas. Más tarde las manos y los dedos fueron afectados.

Después de haber estado un mes en el hospital, rebajé de sesenta y ocho kilos a aproximadamente unos cuarenta. No podía alimentarme yo mismo y me tenían que alimentar. No podía soportar ningún peso sobre los pies y usaban una rejilla para sostener la sábana levantada. Me inoculaban y me daban medicamentos. También sentía mucho temor porque me iba debilitando más y más.

Mis padres continuaban visitándome. Un día en especial mi papá vino solo. Con lágrimas de humildad en los ojos le pedí “un vaso de agua fría” (Mateo 10:42) en nombre de Cristo; le pedí tratamiento mediante la Ciencia Cristiana y que llamara a un practicista de la Ciencia Cristiana. Inmediatamente se cumplió mi deseo. Por estar recibiendo tratamiento por la Ciencia Cristina rechacé todos los medicamentos y al día siguiente firmé mi salida del hospital. Mi papá me cargó hasta el taxímetro, y luego a casa. Después me enteré de que las autoridades del hospital le habían dicho a mis padres que yo iba a ser recluido en un lugar para enfermos incurables, porque no había esperanza de que me recuperara.

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