Uno de los puntos más significativos de las enseñanzas de Amós es el énfasis que pone en la necesidad de que haya juicio y justicia. Se ha dicho de su libro que constituye “un clamor por la justicia”. Amós insistió en que se llevara una conducta personal justa en vez de observar credos y rituales, y en la bondad fundamental en lugar de la avaricia y la opresión. Al hacer esto ayudó a preparar a la gente de su generación y de generaciones futuras para el mensaje a revelarse en los Evangelios cristianos.
El tema básico del profeta parece ser el juicio, y lo menciona repetidamente, denunciando a la gente del norte de Israel por su apatía en no reconocer lo que Dios requiere y en no obedecer Sus mandamientos. Ellos no estaban muy conscientes de los peligros morales que los rodeaban y que los atacaban cada vez más. La riqueza material los había enceguecido y no veían la necesidad de crecer espiritualmente. Lejos de colaborar con los que expresaban un sentido más elevado de religión o de ayudar a los que estaban acosados por la pobreza, ellos, según lo manifiesta vívidamente el profeta: “Vendieron por dinero al justo, y al pobre por un par de zapatos” (Amós 2:6).
Amós vio claramente, a diferencia de muchos de sus contemporáneos, la inminente caída de la tal llamada civilización de la época. Se lamentaba que los ricos vivían en casas de verano y en casas de invierno suntuosas edificadas con piedra labrada y adornadas con costoso marfil (ver 3:15; 5:11), que no eran hogares, sino meramente almacenes dedicados al robo y a la violencia. Censuró a las mujeres de Israel poniéndolas casi al nivel de los animales y describiéndolas como “vacas de Basán... que... quebrantáis quebrantáis a los menesterosos” (4:1).
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