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[Original en alemán]

“Te alabaré, porque asombrosa y maravillosamente he sido formado;...

Del número de septiembre de 1978 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


“Te alabaré, porque asombrosa y maravillosamente he sido formado; admirables son tus obras; y mi alma lo sabe muy bien” (Salmo 139:14, Versión Moderna).

En mi juventud una querida amiga que era Científica Cristiana me habló acerca de esta religión. En ese entonces estaba sufriendo de un obstinado caso de eczema en mis manos y antebrazos. La ayuda y el consejo de varios médicos, así como varias semanas de hospitalización, no me trajeron curación alguna. Finalmente visité a un practicista de la Ciencia Cristiana y le solicité tratamiento por medio de la oración. Comencé a leer la literatura de la Ciencia Cristiana a fin de comprender el bien y la creación espiritual de Dios. La Sra. Eddy dice: “La Biblia enseña que el cuerpo debe ser transformado por la renovación del Espíritu” (Ciencia y Salud, pág. 241). Y más adelante en la misma página escribe: “Debiéramos luchar por alcanzar la altura del Horeb, donde Dios es revelado; y la piedra angular de toda construcción espiritual es la pureza”. El Cristo, la Verdad, volvió más y más mi pensamiento del cuerpo hacia lo real y espiritualmente perfecto, hacia lo que es bueno, y me sané.

Años después cuando me enfermé gravemente de un mal que no fue diagnosticado, decidí confiar en la Ciencia Cristiana. Le pedí a una querida practicista que me ayudara. Se me empezó a caer la piel desde la cabeza hasta la punta de los pies. Me sobrevino una gran pesadumbre y fiebre. Una persona que conozco me vino a visitar y me recomendó que viera a un doctor. Me mantuve firme en mi decisión de confiar en la Ciencia Cristiana. Mi medicina fueron los hermosos himnos del Himnario de la Ciencia Cristiana, y leí con inspiración los artículos religiosos del The Christian Science Monitor. En tres semanas se me había formado una piel nueva, y pronto pude hacer nuevamente mi trabajo. Puedo en verdad cantar con las palabras del Himno 123: “No daña la llama, crisol ideal,/Consume la escoria, refina el metal”.

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