El gran interés que hay por los acontecimientos futuros se debe a lo urgente y profundo de muchos de los problemas actuales de la humanidad. Nos preguntamos: ¿Cómo será el tiempo futuro? ¿Cómo vivirá la gente? ¿Qué puede hacerse para que en las décadas futuras la vida sea más satisfactoria de lo que es en la actualidad? ¿Cómo debiera vivir la gente? ¿A qué condiciones sociales y económicas debiéramos aspirar y proponernos a que se realicen? ¿Cómo puede dirigirse mejor la tecnología para el bien común? Podemos abandonar ese curso del tiempo que parece llevarnos, casi irremediablemente, hacia un futuro mezclado de bien y mal. Podemos darnos cuenta de que ese curso del tiempo es un engaño.
Se puede desarrollar un futuro bien planeado siempre y cuando estemos más conscientes de las realidades espirituales del presente. Los planes para el año 2000 basados en conceptos equivocados y limitados que se tienen hoy en día acerca de la creación y propósitos de la Verdad divina, serán, por cierto, inadecuados.
El punto de vista correcto se indica en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy: “Los profetas antiguos consiguieron su presciencia desde un punto de vista espiritual e incorpóreo, no pronosticando el mal y equivocando la realidad por la ficción, — prediciendo el futuro desde una base de corporealidad y creencias humanas”. Y más adelante continúa: “La siempre presente Mente divina y el pensamiento que está en relación con esta Mente tienen la prerrogativa de conocer el pasado, el presente y el futuro”.Ciencia y Salud, pág. 84;
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