El gran interés que hay por los acontecimientos futuros se debe a lo urgente y profundo de muchos de los problemas actuales de la humanidad. Nos preguntamos: ¿Cómo será el tiempo futuro? ¿Cómo vivirá la gente? ¿Qué puede hacerse para que en las décadas futuras la vida sea más satisfactoria de lo que es en la actualidad? ¿Cómo debiera vivir la gente? ¿A qué condiciones sociales y económicas debiéramos aspirar y proponernos a que se realicen? ¿Cómo puede dirigirse mejor la tecnología para el bien común? Podemos abandonar ese curso del tiempo que parece llevarnos, casi irremediablemente, hacia un futuro mezclado de bien y mal. Podemos darnos cuenta de que ese curso del tiempo es un engaño.
Se puede desarrollar un futuro bien planeado siempre y cuando estemos más conscientes de las realidades espirituales del presente. Los planes para el año 2000 basados en conceptos equivocados y limitados que se tienen hoy en día acerca de la creación y propósitos de la Verdad divina, serán, por cierto, inadecuados.
El punto de vista correcto se indica en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy: “Los profetas antiguos consiguieron su presciencia desde un punto de vista espiritual e incorpóreo, no pronosticando el mal y equivocando la realidad por la ficción, — prediciendo el futuro desde una base de corporealidad y creencias humanas”. Y más adelante continúa: “La siempre presente Mente divina y el pensamiento que está en relación con esta Mente tienen la prerrogativa de conocer el pasado, el presente y el futuro”.Ciencia y Salud, pág. 84;
Admitimos que podría saberse y demostrarse mucho más acerca de las posibilidades de predecir el futuro sobre una base espiritual y eterna, aun por metafísicos Científicos Cristianos que basan su vida en las enseñanzas de la Ciencia como están explicadas en los escritos de la Sra. Eddy. Pero esa admisión de ninguna manera le quita brillo a las posibilidades. Por cierto que debiera avivar la determinación de extender nuestra visión sobre lo valiosa que es la Ciencia Cristiana para ayudar a la humanidad. Los singulares discernimientos de la Ciencia ofrecen verdades valiosas y básicas, donde pueden descansar los planes individuales y los planes de acción pública.
Debemos familiarizarnos sistemática e inteligentemente con las verdades infinitas e infinitesimales que Cristo Jesús comprendió y que la Ciencia Cristiana ilumina plenamente. Esto nos exige llevar estas verdades a la práctica tanto en las más pequeñas como en las más grandes experiencias de la vida humana. Podemos demostrar cada vez más lo que una valuación metafísica y no material del hombre y del universo puede hacer por nuestro presente y por nuestro futuro. Podemos demostrar cómo una perspectiva metafísica bien comprendida sana físicamente. Cómo somete nuestro presente y futuro a la dirección de la Mente divina.
Mientras pensemos que el hombre es un pequeño objeto material y mortal que navega al garete en el océano de la vida, estamos relativamente desamparados para enfrentar el presente y el futuro. Dos pensadores contemporáneos afirman acerca del futuro: “Aun cuando hubiere una ecuación de la historia como esperan muchos que quisieran modelar el futuro, el hombre, y hasta un hombre individual, es un término importante en esa ecuación. Variémoslo y cambia el resultado”. Herman Kahn y B. Bruce-Briggs, Things to Come (New York: The Macmillan Company, 1972), pág. 250; Desde el punto de vista de la Ciencia Cristiana es nuestro concepto acerca del hombre lo que necesita de variación y cambio. La gran exigencia es ver al hombre como la Verdad divina lo creó — incorpóreo, perfecto, completamente espiritual. Los conceptos erróneos acerca de la naturaleza y existencia del hombre provienen de un concepto falso o limitado acerca de la Deidad. Al obtener una definición más clara, más espiritual y científica de lo que verdaderamente es Dios — Vida, Verdad, Amor, Alma, Espíritu, Principio, Mente — tenemos la base sobre la cual enfrentar, no sólo los problemas del presente y del futuro sino también los problemas restantes, las dificultades cuyas raíces están en el pasado.
Un hecho espiritual básico para lograrlo es conocer la naturaleza eterna de Dios. La Ciencia Cristiana enseña que la Deidad no vive confinada en los límites del tiempo sino a través de la eternidad. El entendimiento de que Dios es eterno, es la base para comprender que el hombre es la idea eterna de la Verdad, idea que no está sujeta a los límites del tiempo. Lejos de ser una noción especulativa, es una verdad espiritual y, por lo tanto, demostrable en la vida diaria de la humanidad. Nuestra comprensión de los hechos espirituales nos permite liberarnos de la creencia en condiciones pasadas, que, tal vez, parezcan restringirnos ahora. Dicha comprensión puede sanar y corregir aparentes problemas que surgen de circunstancias presentes. También nos ayuda a impedir los desastres que podrían ser una amenaza en el mañana.
La profecía completamente clara y segura sólo puede resultar de una correcta manera de ver el presente, es decir, con una visión lúcida y espiritual, que contempla al ser mediante el sentido espiritual, y no a través de los sentidos físicos. Éstos sólo nos informan sobre condiciones irreales y materiales y no nos dicen nada del verdadero presente y no pueden decir nada del porvenir. Podríamos pensar que la Verdad divina dijera de ellos: “Falsamente profetizan los profetas en mi nombre; no los envié, ni les mandé, ni les hablé; visión mentirosa, adivinación, vanidad y engaño de su corazón os profetizan”. Jer. 14:14;
En la medida en que comprendamos la metafísica de la Ciencia Cristiana, seremos profetas confiables — que perciben lo que es verdadero y real, ahora y por toda la eternidad. La Sra. Eddy escribió las siguientes líneas indicando las posibilidades y métodos de una profecía en la que puede confiarse: “Profeta. Un vidente espiritual; la desaparición del sentido material ante las realidades conscientes de la Verdad espiritual”.Ciencia y Salud, pág. 593.
Nuestro futuro humano, ya sea colectivo o individual, puede templarse y mejorarse mediante la comprensión espiritual de que la Verdad y su idea constituyen toda realidad, ahora y para siempre. El afirmar que Dios es Todo, ahora mismo, y reconocer que en este mismo momento la omnipotencia del bien inmortal es la verdad del ser, es colocar los cimientos para demostrar la inmortalidad del bien. Este bien es todo lo que podremos experimentar en lo que llamamos futuro. No sólo es esto un hecho presente, sino también una profecía en la que se puede confiar, la verdad demostrable del futuro.