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Protegiendo nuestras cosechas

Del número de septiembre de 1978 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Algunos de nosotros haremos nuestro huerto este año. Plantaremos unas pocas hileras de frijoles y arvejas. Quizás zanahorias y maíz. Y tal vez hasta algunas papas. Otros cultivarán una planta de tomate en una maceta en su apartamento, en tanto que otros sembrarán grandes extensiones de terreno con cereales y otros frutos. Pero todos nosotros, ya sea que sembremos una semilla o no, tenemos un importante interés en los resultados de las cosechas de este año. Su éxito se dejará sentir ampliamente tanto en los consumidores de las naciones industrializadas como en los niños en las más remotas regiones de los países subdesarrollados.

Se supone que las cosechas dependen mayormente de las condiciones atmosféricas, del control que se tenga de los insectos y pestes, y de la adecuada preparación de la tierra. Pero, en realidad, es nuestro concepto de estos factores lo que mayormente determina el éxito o el fracaso de una cosecha. Una mayor comprensión acerca de la naturaleza de Dios y de Su verdadera creación puede progresivamente liberar a la humanidad de los efectos adversos que ciertas condiciones parecieran ejercer en las siembras.

La Ciencia Cristiana revela que la verdadera identidad del hombre es espiritual. Cuando despertamos a esta verdad y la amamos cada vez más, las discordancias y anomalías comienzan paulatinamente a desaparecer. No empezamos prescindiendo de nuestro cuerpo. Pero sí empezamos eliminando conceptos materiales limitados y erróneos acerca de nosotros mismos. Finalmente, cuando llegamos a estar cabalmente conscientes de nuestra identidad espiritual, nuestra identidad real, dejamos atrás la materialidad, la cual se verá que no es nada más que una pobre falsificación del ser verdadero.

En cierto modo también podríamos decir lo mismo acerca de nuestras cosechas. En verdad, es el Amor divino quien alimenta y sostiene al hombre y lo hace sobre una base enteramente espiritual. Las incertidumbres del materialismo no tienen poder en la presencia infinita del Espíritu. Aun cuando nuestro alimento verdadero es espiritual, no prescindimos de las siembras; no las dejamos a merced de los trastornos mortales. Pero sí podemos comenzar descartando conceptos limitativos y discordantes acerca de la verdadera provisión del Amor. Y a medida que damos los primeros pasos para percibir que la realidad es puramente espiritual, las restricciones de la materia comienzan a desaparecer. El resultado práctico de superar las creencias mortales es una liberación cada vez mayor del temor, de la carencia y de las pérdidas.

La Biblia nos dice que Dios hizo “toda planta del campo antes que fuese en la tierra, y toda hierba del campo antes que naciese”. Gén. 2:5; La Sra. Eddy comenta sobre esta verdad bíblica en Ciencia y Salud: “He aquí la declaración enfática de que Dios lo crea todo por virtud de la Mente, no por medio de la materia, — que la planta crece, no debido a semilla o tierra, sino porque el crecimiento es el eterno mandato de la Mente”.Ciencia y Salud, pág. 520;

En la medida en que comprendemos que la Mente, Dios, es el único poder, nuestro cuerpo responde armoniosamente a esta verdad. O sea, la mente humana — que es la base del cuerpo humano — renuncia a sus creencias, a sus temores y a sus dudas. Del mismo modo, a medida que comprendemos que sólo el gobierno de la Mente divina es poder, hasta una planta puede ser protegida por esta verdad.

Los frijoles de nuestra hortaliza parecían ser especialmente susceptibles a las heladas, y en varias ocasiones se helaron. Una primavera, después de una helada tardía y muy severa, los frijoles se helaron nuevamente. Al verlos esa mañana recordé la historia bíblica de los tres jóvenes hebreos que fueron arrojados al horno de fuego ardiendo. Al parecer ellos tuvieron una vislumbre tan clara de la verdadera identidad espiritual del hombre y de su total relación con Dios, que el fuego no tuvo sobre ellos ningún efecto. La Biblia nos dice que hubo muchos testigos de esto; que muchos se juntaron “para mirar a estos varones, cómo el fuego no había tenido poder alguno sobre sus cuerpos, ni aun el cabello de sus cabezas se había quemado; sus ropas estaban intactas, y ni siquiera olor de fuego tenían”. Dan. 3:27;

¡Qué gráfica descripción de la protección que tenemos al comprender que Dios es Amor y que Él otorga sólo el bien a Su creación! ¿Por qué no podían plantas útiles ser beneficiadas por el mismo poder protector, ya sea que estuvieran expuestas al calor o a las heladas, a sequías o a lluvias torrenciales? Comprendí que sí, podían. Y ese día al anochecer las plantas estaban verdes y normales.

Las verdades del ser están disponibles a toda la humanidad para ser amadas. Los hechos espirituales están siempre presentes — aun cuando las condiciones humanas sean severas — para llevarnos a ver más allá de la materialidad. Y es esta contemplación, esta percepción espiritual, lo que aporta soluciones prácticas a nuestras necesidades.

La Sra. Eddy reconoció la bendición que proviene del estar conscientes del gobierno de Dios. Nos dice: “Las estaciones aun vendrán y se irán con sus cambios de tiempo y de marea, de frío y de calor, de latitud y de longitud. El agricultor encontrará que estos cambios no pueden afectar sus cosechas”.Ciencia y Salud, pág. 125;

La oración verdadera no es para hacer que el tiempo cambie a más caluroso o a más frío, o para que llueva o para ahuyentar insectos. La oración, como la enseñó Cristo Jesús, es el razonamiento espiritual que eleva la consciencia a expresar gratitud a Dios por Su infinita bondad. Por Su eterna presencia. Por Sus provisiones espirituales. Porque somos libres de discordancias.

A medida que dirigimos nuestros pensamientos hacia el Amor, una mayor abundancia de bien alborea en nuestra consciencia. Y este despertar espiritual del pensamiento puede resultar en cosechas abundantes. El Salmista cantó: “Jehová dará también el bien, y nuestra tierra dará su fruto”. Salmo 85:12.

La “planta del campo” es fundamentalmente un concepto de la Mente y no depende de evoluciones materiales. Esta verdad, comprendida y apreciada sobre la base de la oración, trae protección específica y definitiva a nuestras cosechas.

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