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Ciencia y Salud: su significado presente

Del número de septiembre de 1979 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¡Existe aquí y ahora algo capaz de revolucionar verdaderamente al mundo! Algo que puede derribar las cerradas puertas del prejuicio y del odio. Algo que puede dar respuesta práctica a los millones que padecen hambre y privación. Algo tan cercano e íntimo que pueda darnos individualmente un sereno sentido de curación y satisfacción a todos nosotros. Ese algo es la vital y palpitante presencia del Consolador.

La gente ha esperado por siglos que Cristo Jesús retorne a la tierra. Para esa gente la experiencia más importante e indescriptible sería la de ser testigo del retorno de Jesús. Verle curar al enfermo y expulsar el materialismo. Verle establecer un reino espiritual que sojuzgaría a la materia. Antes de ser traicionado y crucificado, Jesús prometió un segundo advenimiento. Profetizó que vendría otro Consolador que estaría con nosotros para siempre. Ver Juan 14:16;

Hace más de cien años el Principio divino de la curación fue revelado y explicado en el libro de texto de la Ciencia Cristiana. Su autora, la Sra. Eddy, pasó más de cuatro decenios probando este Principio en acción. La Sra. Eddy nos habla así de la Ciencia explicada en el libro de texto: “Tiene un origen espiritual, no material. Es una declaración divina, — el Consolador que guía al conocimiento de toda la verdad”.Ciencia y Salud, pág. 127;

Este libro, Ciencia y Salud, es el resultado del cumplimiento de la profecía bíblica. La Ciencia que proclama es el Consolador prometido que Jesús dijo que vendría. Debido a que nos revela al Consolador que Jesús dijo que nos guiaría a toda la verdad, Ciencia y Salud es mucho más que un libro interesante. Ciertamente, por él debiéramos estar dispuestos a renunciar a nuestro mezquino materialismo.

El lector de Ciencia y Salud encontrará que este libro contiene muchas reglas espiritualmente científicas. Estas reglas ni nos restringen ni nos aprisionan. Nunca nos privarán de nuestra masculinidad o femineidad, sino que nos liberarán y allanarán nuestro camino.

Por ejemplo, si estuviera aprendiendo a manejar un avión tendría que obedecer las reglas de la aerodinámica. Tendría que conservar una cierta velocidad de vuelo y controlar el avión. Naturalmente, yo podría quebrantar esas reglas si quisiera. Si lo hiciera, sin embargo, las consecuencias podrían ser graves. Las reglas no me limitan, sino que me liberan para poder volar sin restricciones. La obediencia a los preceptos divinamente inspirados que se encuentran en Ciencia y Salud nos libera de pasos innecesarios.

Cuando tomo este libro, la manera en que saco de él provecho es tratando de ver, lo mejor que puedo, que en realidad Dios se me revela directamente a través del libro, que la Ciencia del Cristo es tan real, comprensible y accesible como lo fue Cristo Jesús mismo y que esta obediencia a sus reglas implica seguridad, libertad y verdadera satisfacción.

Hace mucho tiempo sentí la necesidad de examinar realmente mi manera de pensar. Sentí la necesidad de acercarme más al Consolador y tener una mejor percepción de la guía espiritual. Me sorprendió observar qué carga de pensamientos inútiles había alimentado con el correr del tiempo. Comprendí que debía abandonarlos y que la capacidad para hacerlo dependía de la obediencia a las reglas establecidas en Ciencia y Salud. Recordé: “Orad sin cesar”. 1 Tesal. 5:17; Entonces me dije: “Un momento. No puedo orar todo el día. Tengo mucho que hacer”. En ese entonces estaba en entrenamiento en el servicio militar y me mantenía en actividad de la mañana a la noche.

Recibí mi respuesta a través de Ciencia y Salud. Tomé el primer capítulo titulado “La oración” y marqué todas la palabras que se referían a la oración o que ayudaban a orar. He aquí la primera frase de este capítulo: “La oración que reforma al pecador y sana al enfermo es una fe absoluta en que para Dios todas las cosas son posibles, — un entendimiento espiritual de Él, un amor abnegado”.Ciencia y Salud, pág. 1; Comprendí que el deseo es una forma de oración, que la sinceridad es oración, que la curación es oración y que el progreso es oración. Descubrí más de ochenta modos de orar en ese solo capítulo de diecisiete páginas. Comprendí que realmente podía orar sin cesar.

Descubrí muchas reglas explícitas para orar, y aproximadamente diez requisitos imperativos introducidos por las palabras “tenemos que”. Y me propuse sinceramente seguirlas lo mejor que pudiera.

Vi más claramente que la verdadera oración no ponía en movimiento la ley de Dios. Orar era el profundo reconocimiento espiritual de esa ley. Orar no era pedir a Dios que me amara. Era amoldarse a Su amor, siendo la expresión de ese Amor que es Dios Mismo. Este calor y esta luz comenzaron a disolver las frías y oscuras sombras del pensamiento egoísta.

Cuando echamos un cubo de hielo en una taza de agua caliente, comienza a derretirse hasta que finalmente se disuelve por completo. Mis pesadumbres y frustraciones se disolvieron de la misma manera — en la tierna y sanadora presencia del Consolador. Comencé a sentir una paz y una satisfacción que no había conocido hasta entonces.

Poco después, mis compañeros de la infantería de marina comenzaron a pedirme que orara con ellos y por ellos acerca de ciertos problemas específicos. Aunque no sabían nada de la Ciencia Cristiana, se sentían atraídos por un “algo” que los consolaba. Yo sabía que era la obra de la Ciencia divina, o el Consolador prometido, que yo había empezado a ver más claramente. Hubo curaciones físicas y se corrigieron rasgos de carácter perturbadores, en mí mismo y en los demás.

Los preceptos inspirados de Ciencia y Salud obran en lo más profundo del pensamiento humano. Refutan el erróneo concepto básico de que el hombre es un mortal creado materialmente y sujeto a diversidad de leyes materiales. Hablan de una manera que todos podemos comprender — sean cuales fueren nuestros antecedentes, cultura o educación — porque ésa es precisamente la función del Consolador. Nos demuestran que el hombre es, en su verdadera y prístina identidad, la propia expresión del Espíritu, Dios, en constante manifestación y que el hombre está formado por voluntad divina y en realidad es el efecto de esa voluntad.

El Consolador, revelado a través de Ciencia y Salud, nos muestra cómo la comprensión de las verdades espirituales del ser auténtico nos libera de los problemas, aflicciones, enfermedades, dudas y temores humanos. Y promete una ayuda que va más allá de nuestros problemas personales. Promete sanar y bendecir a toda la humanidad. El profeta cita las palabras de Dios: “Pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra. Habitaréis en la tierra que di a vuestros padres, y vosotros me seréis por pueblo, y yo seré a vosotros por Dios. Y os guardaré de todas vuestras inmundicias; y llamaré al trigo, y lo multiplicaré, y no os daré hambre. Multiplicaré asimismo el fruto de los árboles, y el fruto de los campos, para que nunca más recibáis oprobio de hambre entre las naciones”. Ezeq. 36:27–30.

La Ciencia expresada en este libro es verdaderamente Ciencia dinámica para el mundo de hoy y de mañana. Si en verdad es el segundo advenimiento del Cristo, o el Consolador prometido — y los Científicos Cristianos no dudan de que lo es — entonces es el camino más satisfactorio y fructífero que podemos seguir. Así, pues, pese a todas las adversidades y a todos los argumentos en contra, lo mejor que podemos hacer es seguir viviéndola y probándola, para nosotros y para el mundo.

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