Para responder a las fuerzas internas y externas que algunas veces surgen abruptamente, los gobiernos y sus mutuas relaciones se están reajustando constantemente. En los últimos meses el sismógrafo político ha registrado varios cambios agudos y de gran trascendencia. Algunas conmociones internas han derrocado gobiernos. Otras han ocasionado choques violentos entre gobiernos.
Pero los cataclismos políticos no son señales para correr a protegerse. El mundo tiene urgente necesidad de sus habitantes tranquilos y de claro pensamiento — aquellos que son lo suficientemente sabios como para ver los sucesos bajo una perspectiva espiritual. La verdadera estabilidad de un gobierno — en todos los asuntos mundiales — deriva de Dios, el Principio divino. Como cantó el Salmista: “Porque de Jehová es el reino, y él regirá las naciones”, Salmo 22:28; y, el grado en que comprendamos este hecho se reflejará en los asuntos mundiales.
El momento actual exige una comprensión más profunda de Dios y de Su gobierno universal. Debe resistirse la tentación a sentirse sacudido por los sucesos políticos o a fijar nuestra atención en ellos como si estuviéramos hipnotizados. Cualquier mérito que pueda haber en los acontecimientos actuales se halla en que nos vemos obligados a aferrarnos al hecho científico de que Dios es el Principio del universo y que lo gobierna eterna y armoniosamente.
Si bien podemos tener firmes puntos de vista personales, políticos o de otra clase respecto a algunos cambios en las relaciones entre los gobiernos, es probable que estos puntos de vista no ayuden a aliviar los trastornos como lo haría nuestra comprensión del Principio divino. De hecho, profundizar nuestro reconocimiento de que la naturaleza de Dios es Principio, trae a luz la esencia de una estabilidad verdadera.
El Principio jamás cambia. Es decir, no oscila entre la paz y el caos, entre la seguridad y la inseguridad. El Principio es la presencia invariable de la bondad divina. La Biblia dice que en Dios “no hay mudanza, ni sombra de variación”. Sant. 1:17; Cuando comenzamos a vislumbrar la relación del hombre con el Principio, se opera en nuestra vida una íntima estabilidad, y podemos mantener una clara perspectiva — aun cuando nos enfrenten los cambios dramáticos del mundo.
No nos causarán temor las circunstancias cambiantes que llevan a la gente y a los gobiernos a formar nuevas alianzas, si basamos nuestro entendimiento en el Principio. Y cuanto más se arraigue nuestra consciencia en el bien invariable, mayor será el efecto que tenga en poner los acontecimientos nacionales y mundiales en conformidad con el Principio — aun cuando el período de transición a veces parezca turbulento.
La tendencia humana es la de plantarnos inflexiblemente en conceptos tradicionales de cómo deben relacionarse entre sí los diferentes países para que se mantenga un equilibrio de poder. Luego nos sentimos inseguros y nos preocupamos cuando se producen terremotos gubernamentales. Pero llegará el momento en que nuestra confianza en la estabilidad resultante de las negociaciones en las relaciones humanas dé lugar al reconocimiento de la supremacía del poder de Dios, y a la comprensión de que la ley más elevada del Principio divino mantiene continuamente la paz y la armonía entre las naciones.
En este período de la historia humana en que los conceptos políticos están cambiando constantemente y los gobiernos maniobrando, no debiéramos alarmarnos. La Sra. Eddy escribe: “La única verdad acerca de cualquier concepto material es, que éste no es ni científico ni eterno, sino que está sujeto a cambio y disolución”.Ciencia y Salud, pág. 297. Los cambiantes y perturbadores sucesos sólo debieran inducirnos a comprender más profundamente el Principio divino y la firme e invariable verdad del ser bajo la ley de Dios. Y así, podemos tener la certeza de que mediante nuestro creciente reconocimiento y convicción espiritual de que el Principio es, en realidad — ahora y eternamente — el único poder que gobierna al universo, contribuiremos a traer una dirección positiva a la escena cambiante en el Lejano Oriente y en el Oriente Medio, así como en otros lugares inestables del mundo.