Conocí la Ciencia Cristiana a través de la curación que tuvo mi madre de presión arterial alta. Siguiendo la recomendación de los médicos, ella viajó a la capital de nuestro estado, pues se consideraba que allí el clima era mejor para su salud. Una persona conocida la llevó a ver a un practicista de la Ciencia Cristiana para que le diera tratamiento por medio de la oración. Cuando fuimos a visitar a mamá en el invierno, conocimos al practicista, quien nos explicó sobre la Ciencia. Asistimos a los cultos de un grupo de Científicos Cristianos. Después compramos un ejemplar de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, y se nos informó sobre los beneficios que nos brindaría el estudiarlo. Leíamos de cuando en cuando, pero no lo estudiábamos. No fue sino hasta después de unos años que varias personas en nuestra ciudad sanaron mediante la Ciencia Cristiana. De esta manera estas enseñanzas fueron conocidas aquí. Siguiendo la recomendación del practicista, nosotros y algunos amigos comenzamos a celebrar cultos religiosos. Desde entonces estudiamos las Lecciones Bíblicas del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana regularmente y se llevan a cabo las reuniones semanales.
Mediante un mejor entendimiento espiritual pronto me liberé de los dolores de cabeza que tenía casi todas las semanas, y nunca me han vuelto. También los resfríos que siempre padecía en invierno, fueron cada vez menos frecuentes. La indigestión y constipación, que siempre había sufrido, desaparecieron completamente a través de la transformación de mi pensamiento; me he liberado de todas estas enfermedades.
Siempre había tenido temor de hablar en público. Pero cuando leí sobre la experiencia de Moisés en Éxodo (ver 4:10–12), vi claramente que Dios también ponía palabras en mi boca, y me di cuenta de que no debía tener ningún temor. Desde entonces siempre me he sentido libre para hablar en público cuando era necesario o cuando deseaba compartir las experiencias de mis curaciones con los demás.
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