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Pensemos con originalidad

Del número de septiembre de 1979 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El pensamiento genuinamente original es pensamiento inspirado. Abandona el sentido personal y admite los pensamientos que proceden directamente de la Mente divina, el único Yo Soy o Ego. Muestra la acción del Cristo revelando la Verdad divina en la consciencia humana, y lo hace sin esfuerzo, espontánea y amablemente. Por lo menos en cierto grado, se ha apartado del materialismo tradicional de un ego mortal y está desprendiéndose de ese ego y elevándose en todas direcciones hacia el infinito.

La mente humana se inclina a pensar de manera rutinaria girando alrededor de esa costumbre, sin progresar, sumergiéndose cada vez más en esas rutinas arraigadas. Una de las características aceptadas acerca de la edad avanzada, por ejemplo, es el pensamiento inflexible — ineptitud o renuencia a aceptar nuevas ideas, a abrir el pensamiento hacia perspectivas más amplias. Sin embargo, esta manera de pensar no es solamente característica de la edad avanzada. Es preciso poner especial cuidado y ver que no incurramos en cualquier forma no inteligente de conformidad con normas tradicionales de pensamiento y acción. A su vez, es necesario que el pensamiento se mantenga alerta, siempre dejando que la Mente divina forme sus normas — que disuelva lo material y permita que se revele lo espiritual. El pensamiento inflexible es voluntad humana. El pensamiento espiritualizado es la expresión del conocimiento de la Mente.

Es necesario hacer esfuerzos vigorosos para elevarnos por encima de lo que podrían considerarse normas humanas de pensamiento relativamente buenas, para que manifestemos el desarrollo del pensamiento original, espontáneo, inspirado, como paso preliminar hacia la expresión de la perfecta consciencia divina del ser. Las buenas normas humanas no son lo suficientemente buenas. No debemos sentirnos satisfechos con nada que no sea el pensamiento profundamente espiritualizado y consagrado, si es que hemos de hacer un progreso continuo para vivir las exigencias de la Ciencia Cristiana.

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