El pensamiento genuinamente original es pensamiento inspirado. Abandona el sentido personal y admite los pensamientos que proceden directamente de la Mente divina, el único Yo Soy o Ego. Muestra la acción del Cristo revelando la Verdad divina en la consciencia humana, y lo hace sin esfuerzo, espontánea y amablemente. Por lo menos en cierto grado, se ha apartado del materialismo tradicional de un ego mortal y está desprendiéndose de ese ego y elevándose en todas direcciones hacia el infinito.
La mente humana se inclina a pensar de manera rutinaria girando alrededor de esa costumbre, sin progresar, sumergiéndose cada vez más en esas rutinas arraigadas. Una de las características aceptadas acerca de la edad avanzada, por ejemplo, es el pensamiento inflexible — ineptitud o renuencia a aceptar nuevas ideas, a abrir el pensamiento hacia perspectivas más amplias. Sin embargo, esta manera de pensar no es solamente característica de la edad avanzada. Es preciso poner especial cuidado y ver que no incurramos en cualquier forma no inteligente de conformidad con normas tradicionales de pensamiento y acción. A su vez, es necesario que el pensamiento se mantenga alerta, siempre dejando que la Mente divina forme sus normas — que disuelva lo material y permita que se revele lo espiritual. El pensamiento inflexible es voluntad humana. El pensamiento espiritualizado es la expresión del conocimiento de la Mente.
Es necesario hacer esfuerzos vigorosos para elevarnos por encima de lo que podrían considerarse normas humanas de pensamiento relativamente buenas, para que manifestemos el desarrollo del pensamiento original, espontáneo, inspirado, como paso preliminar hacia la expresión de la perfecta consciencia divina del ser. Las buenas normas humanas no son lo suficientemente buenas. No debemos sentirnos satisfechos con nada que no sea el pensamiento profundamente espiritualizado y consagrado, si es que hemos de hacer un progreso continuo para vivir las exigencias de la Ciencia Cristiana.
En cierta ocasión estuve luchando contra la sugestión de decaimiento y falta de alegría, y me parecía que era incapaz de elevarme de este estado de pensamiento tedioso. Pero me rehusé a permanecer en un nivel tan bajo y en vez me aferré, lo mejor que pude, a la verdad acerca de Dios y el hombre, pero no sentía gozo o inspiración. Entonces resolví estudiar parte de la Lección Bíblica Del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana — Lecciones Bíblicas; detenidamente y empecé a sentir inspiración. Las palabras “sumisión abnegada y gozosa”, del Himno No. 109 del Himnario de la Ciencia Cristiana (en inglés), me vinieron al pensamiento. Al buscar la palabra “sumisión” en las Concordancias de las obras de la Sra. Eddy, encontré esta declaración: “El nuevo nacimiento no es obra de un momento. Empieza con momentos y continúa con los años; momentos de sumisión a Dios, de confianza como la de un niño y de gozosa adopción del bien; momentos de abnegación, consagración, esperanza celestial y amor espiritual”.Escritos Misceláneos, pág. 15; Pude percibir que el pensamiento inspirado se obtiene al someterse, aunque sea en cierta medida, al único Ego. Después de esto el pensamiento carente de gozo dio lugar a la inspiración y encontré mi camino nuevamente.
Si bien en ciertos momentos todos necesitamos declarar la verdad de nuestro ser y negar el error, esta inspiración no la había recibido sólo por repetir como loro declaraciones de la verdad; la obtuve mediante una manera de pensar más profunda y espiritualizada que rompió el estado hipnótico que me encadenaba.
La inspiración que perdura no procede del pensamiento mortal sino de someterse al divino — de renunciar a los conceptos mortales y aceptar las realidades espirituales. Esas realidades y la consciencia de la cual proceden se originan en la Mente divina.
No podemos permitirnos permanecer en ese estado de consciencia en el que se usa la Ciencia Cristiana meramente para mantener una vida humana cómoda. Es menester que nos esforcemos por elevarnos más allá de la creencia de vida material a la consciencia de la vida como espiritual. Para lograr esta manera de pensar verdaderamente “original”, es esencial mantener una profunda comunión con la única Mente. Para alcanzar esta comunión, es primordial elevarse por encima del pensamiento mortal trivial que capta sólo lo superficial y le interesa sólo lo material.
La Sra. Eddy dice: “No es la Ciencia ni la Verdad lo que obra mediante la creencia ciega, ni es tampoco el entendimiento humano del Principio divino sanador, tal como se manifestó en Jesús, cuyas humildes oraciones eran profundas y concienzudas declaraciones de la Verdad, — de la semejanza del hombre con Dios y de la unidad del hombre con la Verdad y el Amor”.Ciencia y Salud, pág. 12; La palabra “profunda” nos recuerda que se requiere dedicación, autodisciplina y amor desinteresado para penetrar por debajo de la superficie del pensamiento y vida mortal. Las recompensas que resultan de este gran esfuerzo van más allá de toda comprensión humana.
¿Cuáles son algunos de los caminos a seguir para alcanzar tal profundidad? En primer lugar, podemos profundizar más en la oración diaria por nosotros mismos, por nuestra iglesia, y por el mundo. Es menester practicar el mandato de Cristo Jesús: “Tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público. Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles”. Mateo 6:6, 7. Podemos practicar entrando en el aposento y cerrándole la puerta al pensamiento material hasta acallarlo y poder oír los mensajes divinos que Dios nos revela.
También podemos dedicar más tiempo al estudio profundo de las Lecciones Bíblicas, tal vez con la ayuda de un buen diccionario, uno o dos comentarios bíblicos y traducciones modernas de la Biblia.
Al estudiar, razonando desde una base espiritual, meditando y demostrando la verdad, recibiremos nuestra comprensión espiritual directamente de Dios, y así nos despojaremos del pensamiento mortal limitado.
Pensamos con originalidad cuando comenzamos a comprender que no poseemos una mente o ego propio aparte de la Mente divina. Dios es la única Mente, el único Ego, la Mente de cada uno, y nosotros reflejamos esa Mente. En la medida en que renunciemos a la creencia egotista de una mente personal y obedezcamos a la única Mente como nuestra Mente, nos liberaremos de los pensamientos no inspirados. El desarrollar la costumbre de recurrir a la Mente — nuestra propia Mente — para todo pensamiento, toda directiva, al igual que un niño pequeño recurre confiadamente a sus padres, es buena práctica para librarnos del pensamiento no inspirado.
No podemos esperar una transición inmediata del pensamiento no inspirado al pensamiento nuevo e inspirado si antes no cultivamos en mayor medida las cualidades del Cristo, tales como pureza, humildad, abnegación, amor. Esto es esencial si hemos de alcanzar el pensamiento enaltecido que sana como lo hizo Jesús. Y si hemos de seguir su ejemplo, necesitamos estar dispuestos a echar nuestra red del lado derecho y seguirlo como él lo dijo. Debemos estar dispuestos a someter todo al Cristo — todo materialismo, todo concepto sin originalidad, estereotipado.
Cuando comencemos nuestro camino con un profundo deseo de progreso espiritual, sinceridad, persistencia, y con un solo ánimo, nuestro pensamiento continuará expandiéndose en todas direcciones y alcanzará alturas aún desconocidas.