Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

Relaciones más morales — sociedad más estable

Del número de septiembre de 1979 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Están — o no están — casados? fue la pregunta que hizo una vecina acerca de una pareja que vivía no lejos de allí. No preguntaba por criticar. Solamente quería saber cómo dirigirse a la mujer, si llamarla señora o señorita, y por qué nombre. Quería mostrarse amistosa, pero no estaba segura de cómo hacerlo con propiedad.

Un incidente de poca importancia, tal vez. Pero indica la necesidad de esta época de contar con una sociedad más estable y recta, en la cual la gente viva con felicidad y seguridad, sin la confusión que ha introducido en décadas recientes la tal llamada “nueva moralidad” con su aprobación de relaciones extramaritales.

Algunas personas pueden alegar que la moralidad que uno expresa y la manera en que vive es asunto personal, algo que no debe importarle a nadie más que a uno y a aquellos estrechamente involucrados en la situación. Pero la moral de un individuo y su manera de vivir indican, en cierto grado, la calidad de su carácter y hasta qué punto es una persona confiable. Los individuos son juzgados de acuerdo con su conducta, lo sepan o no. Las personas que demuestran renuencia a comprometerse a ser fieles, o sea, que expresan inestabilidad moral e inconstancia, que las llevan a comprometerse en relaciones ilícitas, no es probable que inspiren el mismo respeto y confianza que aquellas que expresan en mayor medida las cualidades morales que se derivan de Dios, el creador divino de todo ser real.

Más aún: la renuencia a comprometerse a hacer lo correcto y la falta de fidelidad expresadas individualmente resultan en una degradación colectiva de la sociedad. Hay mucho que decir en favor de practicar la monogamia y de promover la unión familiar de acuerdo con las reglas más antiguas de conducta moral establecidas en los Diez Mandamientos. La experiencia muestra que estas reglas indudablemente ayudan a promover el bienestar de toda la raza, así como el de las personas individualmente.

La “vieja moralidad”, como algunos llaman ahora al código Judío- Cristiano de responsabilidad para con el prójimo — como si fuera anticuado y anacrónico para esta época — nació de la necesidad. Tiene sus raíces en los Diez Mandamientos dados a Moisés. Cuando los israelitas salieron de Egipto, tenían extrema necesidad de disciplina espiritual. Su moral era tan inestable como su norma de fidelidad, y amenazaban ser fácil presa de los elementos extraños que los rodeaban. Pero Moisés, que pudo sacarlos de la esclavitud debido a que constantemente escuchaba a Dios, la Mente divina, fue guiado a escribir los Diez Mandamientos, con su aplicación de la ley divina a la conducta personal. Si estas reglas eran obedecidas, les prometió más tarde, llevarían a toda la nación a una manera más estable de vida, y, como resultado, haría de ellos una nación más fuerte. Y así sucedió.

Y los Mandamientos continúan ayudando a toda la humanidad hoy en día, en el grado en que se viven.

Esta “vieja moralidad”, con su categórica oposición al asesinato, robo, falso testimonio, codicia de los bienes del prójimo y adulterio, puede parecer perentoria. De la manera en que esta moral fue ampliada en su sentido espiritual por Cristo Jesús siglos más tarde, hace demandas mucho más estrictas que la más permisiva, aunque a la larga más peligrosa, “nueva” moral. Pero es infinitamente más efectiva para establecer una sociedad fuerte y estable. El juramento de fidelidad “hasta que la muerte nos separe”, requiere cuidadosa consideración antes de ser hecho, y responsabilidad y firme constancia una vez hecho. El carácter individual se fortalece al respetarlo. Y la nación que colectivamente adopta tal modo de vida puede esperar llegar a ser una entidad de individuos sabios, responsables y constantes, capaces de ejercer una gran influencia benéfica en el mundo.

Una manera por la cual podemos contribuir a establecer un mundo pacífico y estable es construyendo nuestra propia vida sobre fundamentos de obediencia a todos los Mandamientos, incluyendo el séptimo y el décimo: honrando a Dios, el Principio divino, y siendo fieles a los juramentos de fidelidad al matrimonio, eliminando el adulterio y la codicia de nuestro pensamiento.

Cristo Jesús apoyó la institución del matrimonio, aun cuando dijo: “En la resurrección ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles de Dios en el cielo”. Mateo 22:30; Absolvió a la mujer que había sido condenada por adulterio, pero la instó a abandonar el pecado. En su Sermón del Monte dejó ver claramente que su intención no era negar la importancia de los Mandamientos de Moisés sino cumplirlos en su más alto grado — todos ellos, ninguno más que otro.

“El mandamiento: ‘No cometerás adulterio’, no es menos imperativo que el otro que dice: ‘No matarás’ ”, escribe la Sra. Eddy. Y continúa: “La castidad es el cemento de la civilización y del progreso. Sin ella no hay estabilidad en la sociedad humana, y sin ella no se puede alcanzar la Ciencia de la Vida”.Ciencia y Salud, págs. 56–57;

La vieja moralidad no está muerta, sino llena de vida. El cristianismo la apoya, y no puede ser descartada, sino que finalmente todos tendrán que obedecerla. El universo y el hombre son el producto de la creación espiritual de Dios y están gobernados por Su ley eterna de armonía. Esta ley inquebrantable mantiene la identidad de todas las ideas individuales de Dios y asegura para ellas los beneficios de Su ley de amor.

Cristo Jesús dijo: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir”. Mateo 5:17. Solamente siguiendo su ejemplo y cumpliendo las demandas de la ley de Dios como se establecen en los Diez Mandamientos es que podemos nosotros también contribuir a instaurar un mundo estable y lograr para nosotros mismos la paz y la armonía perpetuas de la Vida divina.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / septiembre de 1979

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.