Es con profunda gratitud a Dios y a la Ciencia Cristiana que doy este testimonio. Hace siete años sané por medio de la Ciencia Cristiana de una lesión en la cabeza que parecía ser muy seria. Mi curación fue rápida y completa.
Había estado de visita en la casa de mi hermano y su esposa. Al caer la tarde me acompañaron hasta el ómnibus en el cual había de regresar a mi hogar. Era otoño, y la calle estaba cubierta de hojas y resbaladiza. Cuando se acercaba el ómnibus me caí y mi cabeza dio contra el ómnibus. Personas que estaban en el lugar, incluso mi hermano, me subieron al mismo ómnibus, en el que me llevaron al hospital. Recuerdo haber negado el accidente en silencio, a pesar del sufrimiento desesperante. Al llegar los médicos yo parecía estar inconsciente y ellos dijeron que era urgente operar la cabeza debido al derrame de sangre interno. Pero no estaba inconsciente; nunca perdí el conocimiento.
Mientras se trataba de localizar a una practicista de la Ciencia Cristiana, llegaron mis familiares. Yo sólo pedía que no dejaran que se efectuara la operación. Sabía que lo único que me podía ayudar era confiar absolutamente en Dios. Desde el momento del golpe traté de orar, de expresar una sola Mente y de no dejarme impresionar por lo que estaba pasando, ni permitir que el temor separara mi pensamiento de Dios y de Su Cristo. Cuando llegó la practicista la dejaron quedarse conmigo por mucho tiempo. Me rodeó la calma, y fui fortalecida por sus palabras: que nunca estaba separada de Dios y de Su amor y que en Él vivía.
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