La Ciencia Cristiana y la erudición: la dimensión adicional
El Científico Cristiano en la vida académica, como cualquier otro Científico Cristiano, está dedicado ante todo y en primer lugar a la tarea de demostrar las verdades espirituales del ser. Su estudio primordial es el de la Ciencia Cristiana, y la fuente de su capacidad es la energía y la inspiración divinas. En Ciencia y Salud la Sra. Eddy se refiere a los efectos que produce sobre el hombre de negocios y el erudito la asimilación de las verdades de la Ciencia divina. Ella escribe: “La palabra Ciencia, propiamente entendida, se refiere únicamente a las leyes de Dios y a Su gobierno del universo, incluso el hombre. De ahí se explica que hombres de negocios así como hombres de letras cultos han encontrado que la Ciencia Cristiana les aumenta su resistencia y sus poderes mentales, agudiza su perspicacia en relación con los caracteres, les da penetración e ingenio y habilidad para exceder su capacidad ordinaria”.Ciencia y Salud, pág. 128;
Ya sea que el Científico Cristiano se dedique al campo académico o al mundo de los negocios, en la proporción en que realmente viva lo que sabe, trae a su trabajo una dimensión más amplia que aquel que no está familiarizado con las verdades espirituales del ser. En primer lugar, la Ciencia Cristiana provee una base sobre la cual pueden entenderse desde un punto de vista espiritual los campos de la experiencia que son de interés para las disciplinas académicas. Esto no quiere decir ni por un instante que podemos considerar como espirituales los campos fundamentales de las actividades humanas — por ejemplo, ciencias, arte, gobierno — como los concebimos en la actualidad. Pero podemos — en realidad debemos— llegar a entender su importancia desde el punto de vista espiritual. Pues representan el limitado discernimiento humano, obtenido hasta la fecha, de las normas y posibilidades del orden único de la Mente.
Así es que la ciencia humana significa más que la mera búsqueda de conocimiento útil dentro de los límites de la vida mortal. En su aspecto más amplio representa el tenue, pero genuino, concepto que tiene la humanidad de que el Principio ordena y gobierna el universo. Con todo, también debemos ver que las ciencias físicas en sí no pueden ofrecer ninguna explicación final sobre el universo y las fuerzas que operan en él. En efecto, puede que sea una de las “señales de los tiempos” que este punto se haya evidenciado cada vez más en niveles avanzados del pensamiento científico desde el descubrimiento de la Ciencia Cristiana.
De modo similar, podemos ver el arte en todas sus expresiones como más que una actividad ociosa de la mente humana. El verdadero artista creador en sus momentos de visión más profunda capta algo de la presencia del orden único del Espíritu. Responde a su belleza, significado y poder con más profundidad que los que se desempeñan en niveles de percepción más comunes; y en la luz de esta reacción ahonda más dentro de la naturaleza de la condición humana. Luego su visión se expresa por medio de una obra de arte. Pero, por otra parte, recordemos que muy a menudo el artista evoca verdades que es incapaz de vivir. Sólo la vida espiritual convierte la visión en realidad.
De manera similar podemos enfocar aquellas disciplinas que atañen tales esferas de acción prácticas como gobierno, ley, interacción social y vida económica. Los esfuerzos de la humanidad en estos aspectos pueden entenderse solamente desde el punto de vista espiritual. La búsqueda humana del orden, la justicia, las relaciones significativas y la provisión adecuada manifiesta una convicción genuina, aunque inconsciente, de que todo esto es la herencia y posesión legítima del hombre como hijo de Dios. El Científico Cristiano sabe, además, que la solución para los apremiantes problemas políticos, sociales y económicos de la humanidad radica finalmente en la renovación y redención espirituales. Nunca puede encontrarse mientras sigamos aceptando las premisas materiales en la forma en que se definen generalmente estos problemas. La Ciencia Cristiana desafía estas premisas y establece así una nueva base de investigación en estos aspectos como también en las ciencias y las artes.
Al hacer esto, la Ciencia Cristiana aporta una dimensión adicional al método así como al significado de la labor académica de los eruditos. Nos da el verdadero sentido de los aspectos de experiencia sobre los cuales versan las disciplinas académicas. Al mismo tiempo, aumenta nuestra habilidad para comprender lo que se está llevando a cabo en esas disciplinas. En todo auténtico campo de investigación, los Científicos Cristianos se encontrarán desafiados radicalmente por las implicaciones trascendentales del descubrimiento de la Sra. Eddy, implicaciones que apenas hemos empezado a comprender.
Consideremos, por ejemplo, sus comentarios sobre la causalidad espiritual. La Sra. Eddy nos dice: “La causalidad espiritual es la cuestión más importante a considerar, puesto que la causalidad espiritual se relaciona más que ninguna otra cuestión con el progreso humano”.ibid., pág. 170; Cuán diferente sería la evaluación de la causalidad en distintas disciplinas si los eruditos las enfocaran comprendiendo algo de lo que es la causalidad espiritual. Pensemos en la revolución que se produciría en todos los campos de estudios si se percibiera, aunque débilmente, que la Mente — no la materia, o el proceso material, ya sea económico o sicológico — es la única causa real. Consideremos, también, el significado de la comprensión que tenía la Sra. Eddy del carácter esencialmente mental de la experiencia humana. Cuando se comprenda más cabalmente este punto, nuestra evaluación de los motivos humanos y de la cadena de acontecimientos será muy distinto, y el desarrollo de la historia se evaluará desde un punto de vista radicalmente nuevo.
Finalmente, reflexionemos por un momento sobre la enorme importancia del hecho, como se lo entiende en la Ciencia Cristiana, que nuestra comprensión de Dios es el elemento que determina cada fase de la vida. La Sra. Eddy ha trazado en detalle algunas de las consecuencias de este hecho en su breve e importante obra La idea que los hombres tienen acerca de Dios: Sus efectos sobre la salud y el cristianismo, y en algunos otros pasajes ella insinúa su impacto sobre el gobierno. Ver, ej., ibid., 94:13–18; A medida que extendemos este enfoque a otros aspectos de la vida, hallamos una base enteramente nueva para interpretar los asuntos humanos. En efecto, hallamos los rudimentos de una nueva clase de investigación, que podemos llamar investigación espiritual. Todo empieza a verse muy diferente cuando miramos el contenido de las disciplinas humanas a través de la lente de la Ciencia divina.
Éste ha sido especialmente el caso con el desarrollo en virtualmente todos los campos durante el último siglo. El advenimiento de la Ciencia divina fue por sí solo un acontecimiento que alteró la estructura misma de la consciencia humana. El desarrollo radical de nuestra época en todos los campos: asuntos internacionales, relaciones sociales, religión, ciencia y las artes, puede entenderse solamente en función de la fermentación y el trastorno producidos en el pensamiento humano a medida que la Verdad hace valer sus derechos. El Científico Cristiano está en posición de comprender estos trastornos y ayudar a disolver esos modos de pensar retrógrados que quisieran resistir y detener la manifestación de la verdad espiritual.
Las exigencias de la investigación espiritual
Acabamos de explorar, aunque muy brevemente, algunas de las maravillosas posibilidades que brinda la comprensión de los recursos de las disciplinas académicas a la luz de la Ciencia divina. Pero tal comprensión no es de ninguna manera fácil. Porque si nos comprometemos a realizar esta tarea correctamente, no nos estamos simplemente entreteniendo con juegos intelectuales ni condescendiendo a fútiles exaltaciones de especulación metafísica. Estamos ocupados, como todos los demás Científicos Cristianos verdaderos están ocupados, en la labor sanadora. Y esta forma especial de curación requiere tanta dedicación, sacrificio y espiritualización de pensamiento como cualquier otra. Es un llamado específico y exigente, y debe ejercerse como un llamado espiritual — y no por la jactancia de una sofisticación seudoespiritual.
Una carrera académica, como cualquier otra, es un asunto de demostración desde el comienzo hasta el fin. Nadie debiera suponer que la vida académica es más noble, más armoniosa, o con menos conflictos que otra esfera de actividad humana. Tiene por lo menos el mismo grado de competencia, lucha y las mismas artimañas que otras profesiones. El campo del intelecto tiene tanta necesidad de redención como la tienen las esferas de gobierno o de los negocios — en algunos aspectos aún más. Frecuentemente el intelecto humano asume una posición arrogante de superioridad a la que no tiene el más mínimo derecho. Por otra parte, el ambiente académico, como tantos otros aspectos de la sociedad, con frecuencia se ve arrastrado por caprichos y modas. En las ciencias sociales y en la crítica de arte en particular, nuevos métodos analíticos aparecen y desaparecen con sorprendente rapidez.
El Científico Cristiano tiene que estar alerta para que nunca sea engañado por estilos académicos de moda, por más prestigiosos que puedan parecer en el momento. Debe aprender a distinguir entre las manifestaciones del adelanto intelectual genuino y espiritual y los procedimientos engañosos que la mente mortal sigue sacando de su “bolsa de trucos”. Tiene que demostrar el más alto grado de sabiduría al hablar de la Ciencia Cristiana con sus colegas en el ambiente académico, en especial si está tratando de desarrollar lo que esta Ciencia aporta a su disciplina particular.
Debemos reconocer con toda honestidad que el Científico Cristiano no tiene el derecho de intentar la imposición de sus convicciones a otros, ya que él resistiría, y con razón, los esfuerzos que hiciera alguien de otra religión por imponerle sus creencias a él. Tampoco hace la mejor contribución tratando de introducir ocultamente en su labor académica discernimientos obtenidos gracias a las enseñanzas de la Ciencia Cristiana y esperando que de este modo éstos se acepten. Lo que el Científico Cristiano puede hacer es dar a sus estudios esa dimensión adicional de comprensión espiritual que le confiere su estudio de Ciencia Cristiana. Si está firme en su metafísica y en su intelectualidad, puede hacer de su trabajo un asunto de demostración antes que de mera erudición.
Los Científicos Cristianos en la vida académica pueden lograr mucho si están dispuestos a adherirse a las exigencias, tanto espirituales como intelectuales, que incluye su posición. Al establecer nuestra relación entre la Ciencia Cristiana y las disciplinas de estudio estamos realmente abriendo un nuevo camino. Las obras de la Sra. Eddy nos dan una base sólida sobre la cual realizar nuestro propio trabajo. Pero ese trabajo todavía debe llevarse a cabo, y es necesario que se haga; toda fase de la existencia tiene que redimirse. Si el papel del Científico Cristiano en el ambiente académico no redime, no tiene ningún valor. Debe ser una demostración desde el comienzo hasta el fin — demostración que fluya de una visión espiritual radical e intransigente que esté templada y equilibrada por la sabiduría divina.
La redención en el campo del intelecto no es de ninguna manera la única tarea en la cual el Científico Cristiano deba participar. Pero es importante, es una fase de la salvación total que debe efectuar el poder de la Verdad. Aquellos Científicos Cristianos cuya tarea es la de participar en este esfuerzo, cumplirán con la promesa de las palabras de la Sra. Eddy: “Avanzando hacia un plano de acción más alto, el pensamiento se eleva del sentido material al espiritual, de lo escolástico a lo inspirado, y de lo mortal a lo inmortal”.ibid., pág. 256.