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Los Científicos Cristianos y la vida académica

(Parte II)

Del número de septiembre de 1979 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El Científico Cristiano en la vida académica, como cualquier otro Científico Cristiano, está dedicado ante todo y en primer lugar a la tarea de demostrar las verdades espirituales del ser. Su estudio primordial es el de la Ciencia Cristiana, y la fuente de su capacidad es la energía y la inspiración divinas. En Ciencia y Salud la Sra. Eddy se refiere a los efectos que produce sobre el hombre de negocios y el erudito la asimilación de las verdades de la Ciencia divina. Ella escribe: “La palabra Ciencia, propiamente entendida, se refiere únicamente a las leyes de Dios y a Su gobierno del universo, incluso el hombre. De ahí se explica que hombres de negocios así como hombres de letras cultos han encontrado que la Ciencia Cristiana les aumenta su resistencia y sus poderes mentales, agudiza su perspicacia en relación con los caracteres, les da penetración e ingenio y habilidad para exceder su capacidad ordinaria”.Ciencia y Salud, pág. 128;

Ya sea que el Científico Cristiano se dedique al campo académico o al mundo de los negocios, en la proporción en que realmente viva lo que sabe, trae a su trabajo una dimensión más amplia que aquel que no está familiarizado con las verdades espirituales del ser. En primer lugar, la Ciencia Cristiana provee una base sobre la cual pueden entenderse desde un punto de vista espiritual los campos de la experiencia que son de interés para las disciplinas académicas. Esto no quiere decir ni por un instante que podemos considerar como espirituales los campos fundamentales de las actividades humanas — por ejemplo, ciencias, arte, gobierno — como los concebimos en la actualidad. Pero podemos — en realidad debemos— llegar a entender su importancia desde el punto de vista espiritual. Pues representan el limitado discernimiento humano, obtenido hasta la fecha, de las normas y posibilidades del orden único de la Mente.

Así es que la ciencia humana significa más que la mera búsqueda de conocimiento útil dentro de los límites de la vida mortal. En su aspecto más amplio representa el tenue, pero genuino, concepto que tiene la humanidad de que el Principio ordena y gobierna el universo. Con todo, también debemos ver que las ciencias físicas en sí no pueden ofrecer ninguna explicación final sobre el universo y las fuerzas que operan en él. En efecto, puede que sea una de las “señales de los tiempos” que este punto se haya evidenciado cada vez más en niveles avanzados del pensamiento científico desde el descubrimiento de la Ciencia Cristiana.

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