Es posible que algunas veces nos parezca que las normas de la vida son casuales. Nos sentimos lanzados de un suceso a otro, de un trabajo a otro, o bien, hundidos en una faena ingrata e inflexible. Tal vez tengamos temor por los cambios o quizás pasemos de una ocupación a otra con tanta rapidez que no logremos sobresalir en nada.
Pero, de hecho, existe un Principio guiador que puede ser la fuente e ímpetu de todo lo que hagamos. Nuestra tarea consiste en estar conscientes de este Principio y obedecerlo, aun cuando obedecerlo signifique ir en contra de nuestras inclinaciones en ciertos momentos. Este Principio es Dios, y Dios es el Padre y Madre bondadoso y afectuoso para con todos, que provee con lo más sublime y mejor a Sus hijos.
¿Qué significa una vida gobernada por Dios? Debido a la naturaleza de Dios, todo lo que emane de Él tiene que ser del todo espiritual. El universo verdadero, incluso la vida, pertenece a Dios. Debido a que Dios es omnipotente y omnipresente, no puede haber posibilidad para algo que no sea semejante a Dios. Sólo puede existir el bien. Esto es lo que conoce Dios. Ésta es la única realidad. Es única, completa, perfecta, serena y rebosante de gozo.
Cuando aceptamos y confiamos en el gobierno de Dios, oportunidades que no buscábamos ni esperábamos llenan nuestra vida. Esta confianza viene de la intuición, o sentido espiritual, de lo que es siempre verdadero, lo cual, a su vez, nos guía a discernir lo que es justo en una situación dada. Es sólo mediante el sentido espiritual que discernimos la dirección de Dios y depositamos completa confianza en ella.
¿Cómo podemos aprender más acerca de esta influencia y de este ímpetu en nuestra vida de manera que podamos responder consecuentemente? La Biblia contiene las respuestas que necesitamos.
Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento, afirman una y otra vez la necesidad de recurrir a Dios, de abrir nuestros corazones y acciones a Él. El consejo que se encuentra en el libro de Isaías, por ejemplo, subraya la necesidad de quietud y confianza, Ver Isaías 30:15; y nos da esta hermosa promesa: “Entonces tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: Este es el camino, andad por él; y no echéis a la mano derecha, ni tampoco torzáis a la mano izquierda”. Isaías 30:21;
La vida de Cristo Jesús fue un ejemplo sublime de comprensión y aceptación de la voluntad de Dios. Conviene que recordemos que su ministerio de curación y enseñanza incluyó muchas horas de solitaria comunión con Dios.
El clamor de la opinión y deseo personal, de la influencia humana, tiene que silenciarse en nuestra vida. Entonces empezamos a darnos cuenta de que Dios está a nuestro alcance. Somos Sus hijos inmortales. Él ya nos está hablando y siempre lo hace.
Al darnos cuenta de esto, sentimos un anhelo por saber más acerca de Dios. A medida que lo hacemos se profundiza la comprensión de que la creación de Dios es espiritual y que pertenecemos a esta creación. No podemos esperar sentir la dirección de Dios mediante los sentidos físicos o por medios materiales. Lo que necesitamos hacer es reconocer nuestra individualidad espiritual, que incluye la capacidad para comprender y obedecer. Necesitamos atesorar y nutrir nuestro sentido de espiritualidad.
A medida que estemos alerta a esta necesidad, el gobierno de Dios viene a ser una certeza que nos alivia de la ansiosa responsabilidad y de la presión de las decisiones. Esta certeza nos da la quietud y confianza de las cuales habló Isaías, y estamos listos para recibir la promesa.
La Sra. Eddy siguió el ejemplo de Jesús. Pasó muchas horas en comunión con Dios y estudiando la Biblia. Su vida, enseñanza y logros, dan testimonio de esto. En el libro de texto de la Ciencia Cristiana, escribe: “El Espíritu, Dios, reúne los pensamientos aún informes en sus cauces adecuados, y los desarrolla, al igual que abre los pétalos de un propósito sagrado, con el fin de que este propósito pueda manifestarse”.Ciencia y Salud, pág. 506.
El propósito y plan de Dios para cada uno de nosotros ya está establecido. Podemos, con humildad y confianza, confiar en El y en nuestras intuiciones espirituales, pues ellas son regalos de Dios. Lo emocionante es que, el propósito de Dios es, con frecuencia, inesperado y mucho más grande de todo lo que hubiéramos planeado. Podemos ver hacia adelante con maravillosa esperanza.