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¿Cuál es el plan de Dios para nosotros?

Del número de febrero de 1981 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

The Christian Science Monitor


Es posible que algunas veces nos parezca que las normas de la vida son casuales. Nos sentimos lanzados de un suceso a otro, de un trabajo a otro, o bien, hundidos en una faena ingrata e inflexible. Tal vez tengamos temor por los cambios o quizás pasemos de una ocupación a otra con tanta rapidez que no logremos sobresalir en nada.

Pero, de hecho, existe un Principio guiador que puede ser la fuente e ímpetu de todo lo que hagamos. Nuestra tarea consiste en estar conscientes de este Principio y obedecerlo, aun cuando obedecerlo signifique ir en contra de nuestras inclinaciones en ciertos momentos. Este Principio es Dios, y Dios es el Padre y Madre bondadoso y afectuoso para con todos, que provee con lo más sublime y mejor a Sus hijos.

¿Qué significa una vida gobernada por Dios? Debido a la naturaleza de Dios, todo lo que emane de Él tiene que ser del todo espiritual. El universo verdadero, incluso la vida, pertenece a Dios. Debido a que Dios es omnipotente y omnipresente, no puede haber posibilidad para algo que no sea semejante a Dios. Sólo puede existir el bien. Esto es lo que conoce Dios. Ésta es la única realidad. Es única, completa, perfecta, serena y rebosante de gozo.

Cuando aceptamos y confiamos en el gobierno de Dios, oportunidades que no buscábamos ni esperábamos llenan nuestra vida. Esta confianza viene de la intuición, o sentido espiritual, de lo que es siempre verdadero, lo cual, a su vez, nos guía a discernir lo que es justo en una situación dada. Es sólo mediante el sentido espiritual que discernimos la dirección de Dios y depositamos completa confianza en ella.

¿Cómo podemos aprender más acerca de esta influencia y de este ímpetu en nuestra vida de manera que podamos responder consecuentemente? La Biblia contiene las respuestas que necesitamos.

Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento, afirman una y otra vez la necesidad de recurrir a Dios, de abrir nuestros corazones y acciones a Él. El consejo que se encuentra en el libro de Isaías, por ejemplo, subraya la necesidad de quietud y confianza, Ver Isaías 30:15; y nos da esta hermosa promesa: “Entonces tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: Este es el camino, andad por él; y no echéis a la mano derecha, ni tampoco torzáis a la mano izquierda”. Isaías 30:21;

La vida de Cristo Jesús fue un ejemplo sublime de comprensión y aceptación de la voluntad de Dios. Conviene que recordemos que su ministerio de curación y enseñanza incluyó muchas horas de solitaria comunión con Dios.

El clamor de la opinión y deseo personal, de la influencia humana, tiene que silenciarse en nuestra vida. Entonces empezamos a darnos cuenta de que Dios está a nuestro alcance. Somos Sus hijos inmortales. Él ya nos está hablando y siempre lo hace.

Al darnos cuenta de esto, sentimos un anhelo por saber más acerca de Dios. A medida que lo hacemos se profundiza la comprensión de que la creación de Dios es espiritual y que pertenecemos a esta creación. No podemos esperar sentir la dirección de Dios mediante los sentidos físicos o por medios materiales. Lo que necesitamos hacer es reconocer nuestra individualidad espiritual, que incluye la capacidad para comprender y obedecer. Necesitamos atesorar y nutrir nuestro sentido de espiritualidad.

A medida que estemos alerta a esta necesidad, el gobierno de Dios viene a ser una certeza que nos alivia de la ansiosa responsabilidad y de la presión de las decisiones. Esta certeza nos da la quietud y confianza de las cuales habló Isaías, y estamos listos para recibir la promesa.

La Sra. Eddy siguió el ejemplo de Jesús. Pasó muchas horas en comunión con Dios y estudiando la Biblia. Su vida, enseñanza y logros, dan testimonio de esto. En el libro de texto de la Ciencia Cristiana, escribe: “El Espíritu, Dios, reúne los pensamientos aún informes en sus cauces adecuados, y los desarrolla, al igual que abre los pétalos de un propósito sagrado, con el fin de que este propósito pueda manifestarse”.Ciencia y Salud, pág. 506.

El propósito y plan de Dios para cada uno de nosotros ya está establecido. Podemos, con humildad y confianza, confiar en El y en nuestras intuiciones espirituales, pues ellas son regalos de Dios. Lo emocionante es que, el propósito de Dios es, con frecuencia, inesperado y mucho más grande de todo lo que hubiéramos planeado. Podemos ver hacia adelante con maravillosa esperanza.

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