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El hogar de unas avispas

Del número de febrero de 1981 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En la puerta del patio de la casa de Catalina colgaba una gran campana de barco. La mamá la había colocado allí para cuando necesitaba llamar a casa a Catalina y a sus hermanas y a su hermano.

Hacía poco una familia de avispas había comenzado a hacer su avispero dentro de la campana, así es que la mamá de Catalina se cuidaba mucho de no tocar la campana. Esperaría hasta que el avispero estuviera terminado. Entonces limpiaría la campana para poder usarla de nuevo.

Un día Catalina y su hermano José fueron a casa a comer su almuerzo, y de vuelta a la escuela los amigos de José pasaron a buscarlo y golpearon en la puerta del patio para llamarlo. José pensó que a sus amigos les gustaría ver el avispero que las avispas estaban haciendo dentro de la campana, así es que fue a mostrárselos.

Sus amigos lo instaron a que tocara la campana, pero justo en el momento de hacerlo Catalina cruzaba la puerta. José no la había visto venir. Él y sus amigos se alejaron de la puerta corriendo a toda velocidad porque sabían que a las avispas no les iba a gustar nada que se hubiera tocado la campana. ¡Y por cierto que no les gustó! Las avispas se precipitaron sobre Catalina y la picaron.

José estaba muy apenado por haber enfurecido a las avispas. De ninguna manera él había intentado que atacaran a Catalina. Su hermana estaba llorando y la mamá la llevó dentro de la casa. Se sentaron y comenzaron a hablar calmadamente.

La mamá le preguntó si estaba enojada con José por lo ocurrido. Catalina sabía que no debía estar enojada con él, pero sí estaba un poquito molesta de que su conducta hubiera resultado en que las avispas la picaran a ella. Su mamá le recordó que Catalina y José se querían mucho y que él nunca haría nada a propósito para dañarla, así como ella tampoco jamás haría nada a propósito para dañarlo a él. Tenía que perdonar a su hermano por lo ocurrido. De seguro que a ella le habría gustado que él la perdonara si ella lo hubiera dañado inconscientemente. La mamá le hizo notar que Cristo Jesús enseñó la Regla de Oro: “Todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos”. Mateo 7: 12;

El enojo que Catalina sentía contra José se desvaneció y se sintió mucho más tranquila, mucho más cerca de Dios. Comenzó a pensar en Dios. Reconoció que Él es nuestro amante Padre-Madre siempre presente y que Su presencia hace que el mal sea nada. Catalina había aprendido en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristina que Dios creó todo para ser como Él, bueno.

Recordó un pasaje de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy que hacía algún tiempo su mamá le había pedido que aprendiera. Dice: “Entendiendo el dominio que el Amor mantenía sobre todo, Daniel se sintió seguro en el foso de los leones, y Pablo probó que la víbora era inofensiva. Todas las criaturas de Dios, moviéndose en la armonía de la Ciencia, son inofensivas, útiles e indestructibles”.Ciencia y Salud, pág. 514: Meditando sobre estas palabras recordó las historias bíblicas a que se refiere la Sra. Eddy, y cómo Daniel pasó una noche entera encerrado en un foso de leones hambrientos, y cómo Pablo se desprendió de una serpiente venenosa. Ver Daniel 6: 16–23 y Hechos 28:2–5. La comprensión que tuvieron del amor de Dios y la fe en este amor, los protegió. Catalina comprendió que lo que los había protegido a ellos también la estaba protegiendo a ella. No tenía protegido ser dañada por avispas ni por ninguna criatura de Dios.

Catalina estaba tan absorta pensando en estas cosas que no se dio cuenta de cómo se había pasado la hora. Su mamá le ofreció llevarla en auto a la escuela para que no llegara tarde.

Al salir de la casa Catalina se sorprendió al ver a José sentado en el pórtico, solito, esperándola. Catalina se alegró mucho de verlo. Ya no estaba enojada con él. José le preguntó cómo se sentía. Catalina le contestó que estaba bien. Entonces Catalina se dio cuenta de que por haber estado pensando en Dios y reemplazando sus pensamientos de enojo con pensamientos de amor se había olvidado completamente de las picaduras de las avispas. ¡Ya no le dolían! ¡Qué maravillosa lección había aprendido acerca del amor!

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