Ser activos y productivos es natural. “Aprenden a ser ociosas” 1 Tim. 5:13; — una declaración que encontramos en 1 Timoteo — puede señalar el simple hecho de que la ociosidad es contranatural. La ociosidad es una imposición de la limitada manera de pensar material. A veces es autoimpuesta, otras, fomentada por la sociedad.
Dondequiera que haya imposición, hay verdades espirituales que pueden encontrarse y demostrarse para expulsar la imposición. El hecho espiritual en la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) es que el ser mismo del hombre expresa actividad. Incluye ideas productivas. Es útil.
No es de sorprenderse, entonces, que el ser simplemente beneficiarios del trabajo de otros, como ocurre con actos de caridad o de beneficencia pública, nos deje insatisfechos. Si bien una dádiva puede sacarnos de una necesidad extrema, no puede satisfacer nuestro anhelo de ser útiles a los demás.
A veces, el primer paso hacia una productividad individual mayor es el darse cuenta de que la ociosidad no disminuye la carga y la fatiga, como frecuentemente promete. Pocas cargas pesan más sobre la humanidad que la de un tiempo desocupado. Quienes no llevan a cuestas una carga de trabajo también necesitan ser incluidos en la invitación de Cristo Jesús: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”. Mateo 11:28–30;
Ponerse un yugo es comprometerse a trabajar, a ser útil; equivale a decir: “Quiero llevar mi propia carga”. Al comprometernos a servir al Cristo, a ponernos su yugo, encontramos la humildad necesaria para aceptar la amplitud de nuestra capacidad. Por medio del Cristo aprendemos que el hombre y incluye toda idea correcta, es decir, toda idea puramente espiritual. Descubrimos que no tenemos que someternos, en ningún momento, al falso concepto de estéril productividad.
La declaración en la Primera Epístola a Timoteo antes citada: “Aprenden a ser ociosas”, se refiere a un grupo cuya obligación a lo espiritual estaba menguando. Al llevar el yugo del Cristo, descubrimos nuestra propia utilidad, nuestra total capacidad.
Quienquiera que se haya esforzado por liberarse de la dependencia excesiva en los esfuerzos de otros, o que hay tratado de ayudar a otros a obtener tal liberación, sabe que depender de los demás puede ser un hábito obstinado. Para algunos, el cheque del servicio de asistencia social puede convertirse en esa esclavitud. Se necesita mucha compasión para ayudar a vencer esa dependencia. Pero el temor y la falta de confianza en la propia capacidad, aunque hayan sido fomentados por años con ese cheque de asistencia social, pueden disolverse mediante la oración. Otros, que tal vez dependan de ayudas menos obvias, han encontrado una nueva libertad al reconocer que su falta de productividad es una limitación innecesaria.
La oración eficaz afirma la unidad del hombre con Dios e insiste en que la individualidad espiritual refleja la actividad de la Mente. Tal oración nos lleva a reconocer y valorar la utilidad del hombre y a afirmar persistentemente la presencia de la actividad divina, aunque al sentido mortal parezca estar ausente. Mediante la oración, la sabiduría guiará hacia el uso adecuado del servicio de asistencia social, de sistemas de caridad y de otras formas de ayuda humana temporarias. Pero si un programa basado en la oración lo sustituimos con proyectos mortales, no estaremos resolviendo el problema fundamental.
Toda ayuda que se acepte debiera reforzar la confianza en el apoyo de la acción divina. Debiera contribuir al respeto de sí mismo. Debiera ayudar a derrotar la creencia en la parcialidad, la creencia que algunos son productores de bien y otros no lo son.
La productividad de una persona puede expresarse en un empleo útil, pero no está limitada a un campo de acción restringido. Las ideas de Dios son productivas, y nadie que lo sepa tiene por qué temer la inutilidad ni entregarse al ocio. Nunca debiéramos ser privados del constante resurgimiento de actividad gozosa.
En un artículo lírico intitulado: “Voces de primavera”, la Sra. Eddy escribe: “Aunque todo lo demás marchite, la primavera es alegre: sus pequeños piececillos con paso ligero van por el camino, dando vida a los pétalos de las margaritas, dando palmaditas al berro, meciendo la cuna del oriol; animando a las sombras sedentarias a entrar en actividad, y a los arroyos a que corran presurosos hacia el mar”.Escritos Misceláneos, pág. 329. ¡He aquí algunas agradables insinuaciones! Sea lo que fuere lo que contente — aunque en realidad no satisfaga — aquel que se sienta ociosamente porque considera cumplido su trabajo en la vida, la primavera del pensamiento vivificado lo desafiará de nuevo. Pensamientos deprimentes debido a escasez de empleos o al temor de incapacidad personal pueden ser vivificados. “Las sombras sedentarias” pueden ser inducidas a la actividad. Podemos comenzar a expresar actividad meritoria.
Tal vez el “producto” sea simplemente poner en orden un cuarto antes desordenado; o albergar un pensamiento acerca de la bondad y totalidad de Dios donde antes había tristeza. Por muy insignificante que parezca ser nuestra productividad, ella tiene su valor, un valor que va más allá de sólo mejorar un tanto nuestro ambiente o de hacernos sentir un poquito más felices.
La comprensión espiritual expulsa la imposición del ocio, mental o físico, en el que la mortalidad quisiera entrapajar a la humanidad. Nuestro desafío a las sombras sedentarias del ocio nos abre oportunidades para obtener liberación: liberación de las limitaciones impuestas por la manera materialista de pensar.