Mucho se oye hablar sobre defensa: defensa contra enfermedades, contra enemigos políticos, contra la inflación, y así por el estilo. La posición más eficaz que podemos adoptar bajo cualquier circunstancia es la espiritual.
Dios, el Espíritu, debido a Su naturaleza misma de omnipotencia y omnipresencia, goza de una perfecta autodefensa, o sea, en razón de que la universalidad de Dios está eternamente establecida, Dios no está abocado a ninguna circunstancia que requiera defensa. El hombre (y qué concepto tan radical es éste para el pensamiento humano) no es una pequeña y amenazada entidad temporal, sino que es el reflejo real de Dios. El hombre no puede ser encarado por nada que no encare a Dios. Saber esto es nuestra mejor defensa contra la discordancia, el fracaso, la enfermedad y los accidentes. Para disfrutar de una vida más segura, tenemos que identificarnos como reflejo de Dios y, poco a poco, desprendernos del concepto mortal acerca de nosotros mismos. Lo que necesitamos hacer es colocar el concepto que tenemos acerca de nosotros mismos, de nuestro hogar, nuestra sustancia, nuestra iglesia y nuestro ambiente, en el Espíritu, no en la materia.
La negligencia de un Científico Cristiano para llevar esto a cabo es espiritualmente indefensible. ¿Hay aquí una paradoja? ¿Debemos defendernos contra irrealidades? ¿No nos dice la Ciencia que el mal es irreal?