Pongamos por caso a una persona enferma que se ha desilusionado con los sistemas médicos y convencionales de curación. Puede ser que esta persona haya oído de curaciones aparentemente exitosas mediante otros medios. Pero sería prudente que investigara las premisas fundamentales de estas prácticas y las creencias de quienes las practican, antes de someterse a estas prácticas.
De acuerdo con la Ciencia Cristiana, la enfermedad y el pecado son síntomas de interpretaciones teológicas equivocadas. Son la consecuencia de puntos de vista erróneos sobre la naturaleza y la voluntad de Dios. Entender el verdadero carácter del Espíritu Santo es estar consciente de la presencia y poder exclusivo del bien, la gracia del Amor divino. La enfermedad y el pecado son fases de la ignorancia respecto a lo maravilloso que son, en realidad, la Vida y el hombre. La enfermedad y el pecado indican una inseguridad fundamental, un desasosiego e insatisfacción latentes con uno mismo y con nuestra relación con el bien, con nuestro concepto de amar y ser amado, de entender y ser entendido, con nuestro concepto del talento y la oportunidad para expresarlo.
Sentir que no se nos ama o que no hemos sido bien dotados, puede causar temor, ira y desaliento. Éstas son fuentes de enfermedad y de pecado.
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