Supe de la Ciencia Cristiana por primera vez durante una emergencia familiar. Una amiga que vino de visita le escribió a su tía, que era Científica Cristiana, para ver si ella podría ayudarnos. Después de unos días recibimos una carta de la tía, escrita con un afecto tan grande que sobrepasó mi expectación. Nos aseguró que el cuidado benévolo de Dios estaba justo a mano.
Pronto conocimos, en nuestra propia ciudad, a una pareja que eran estudiantes de esta Ciencia. De niña había estado yo muy interesada en conocer algo acerca de Dios. Sin embargo, me hallaba confundida en cuanto a la doctrina del pecado original, que condena al hombre desde el comienzo a una vida de pecado y castigo. Ahora, para mi gran alegría, aprendí de estos nuevos amigos que la Ciencia Cristiana revela que la naturaleza de Dios es todo amor y del todo buena. Yo podía aceptar el amor que Dios tenía para mí, y para cada uno de Sus hijos, y responder a ese amor. Nuestra familia fue maravillosamente sostenida y guiada a través de la crisis. Y durante aquel período, con la oración de un Científico Cristiano, mi esposo sanó instantáneamente de un serio ataque de asma.
Años más tarde, cuando caí muy enferma, mis hijos se preocuparon tanto por mi salud que me llevaron a un médico. Me tomaron radiografías, las cuales mostraron cálculos biliares. Me dijeron que tendría que operarme y que habría que fijar una fecha para la operación.
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