En todo el mundo está ocurriendo un despertar moral y espiritual. Ya sea que los mortales se den cuenta o no, y que les guste o no, el mundo ha entrado en un nuevo y final régimen divino bajo el ímpetu y la guía del Cristo impersonal, la Verdad, y nada quedará sin recibir su influencia.
Oímos acerca de guerras, de golpes de estado, tal vez en nuestro propio país o en el extranjero, pero ¿qué significa esto? A veces esta agitación es señal del resurgimiento moral en protesta contra los ultrajes humanos y comportamiento inhumano.
Cristo Jesús dijo: “Cuando oigáis de guerras y de sediciones, no os alarméis; porque es necesario que estas cosas acontezcan primero; pero el fin no será inmediatamente”. Y también expresó: “Los que estén en Judea, huyan a los montes”. Lucas 21:9, 21.
Las verdades espirituales — las enseñanzas de la Ciencia Cristiana que revelan el mensaje sanador de la Biblia — son lo único que puede conducir a la salvación de la humanidad. No hay refugio de la agitación elemental presentada por la mente mortal, excepto en la elevada comprensión de lo que es el hombre y su relación con la Mente inmortal.
Podemos confirmar, mediante la curación, que el hombre creado por Dios, el Principio, es la semejanza del Espíritu infinito. Gobernado y dirigido por la ley divina, refleja sabiduría, justicia y libertad. Pero la humanidad se ha resistido a aceptar prontamente la verdad de las Escrituras, y a reconocer el patrimonio y el estado divinamente otorgados al hombre. Los mortales a veces se burlan de la espiritualidad porque creen que ella anula la presente existencia. Pero los cambios que están ocurriendo indican que aun cuando los testigos sean pocos, el sentido espiritual continuará enriqueciendo sin límites la existencia humana, mientras que el sentido material, siempre ilusorio, quisiera frustrar el progreso y la alegría.
Por medio de leyes, estatutos y preceptos morales, Moisés pudo sacar a los israelitas de la esclavitud de la materialidad y guiarlos a la verdadera adoración de Dios. Cuando definió la ley moral al pueblo, Moisés no pretendió que él la había originado. La Biblia usa la frase: “Y habló Dios todas estas palabras, diciendo,” Éx. 20:1. para introducir los Diez Mandamientos. Entonces como ahora, era necesario estimular la sensibilidad moral para que fueran respondidas las grandes exigencias hechas por el progreso espiritual. Valores más puros y obediencia a la ley moral son la pasadera que conduce a ideales espirituales. Ninguna nación puede realizar un progreso permanente sin una base moral. Los Diez Mandamientos, apoyados por la ley de la Vida, la Verdad y el Amor, guían a la humanidad en su marcha hacia el estado perfecto del ser, donde realidad es sinónimo de espiritualidad.
Nuestras necesidades verdaderas son espirituales, pero no podemos lograr una comprensión firme de la realidad sin hacer un esfuerzo consciente para mantener profundas normas morales. Tanto en la época de Jesús como en la actual, el egoísmo, la superstición, la ignorancia y la codicia eran comunes. El gran Maestro declaró abiertamente que no había venido a destruir la ley moral sino a cumplirla. Enseñó a la gente que debían amar a Dios supremamente y a su prójimo como a ellos mismos. Ver Mateo 22:37, 39.
La Sra. Eddy nombra cualidades morales esenciales en nuestro viaje hacia la pureza del Alma: “Humanidad, honradez, afecto, compasión, esperanza, fe, mansedumbre, templanza”.Ciencia y Salud, pág. 115. El cumplimiento de la ley moral acerca a los pueblos y naciones uniéndolos, y ellos manifiestan justicia, sabiduría, integridad y amor, procurando beneficiar a todos y glorificar a Dios.
La Sra. Eddy describe brillantemente los efectos de la obediencia a la única Mente cuando expresa: “Un Dios infinito, el bien, unifica a los hombres y a las naciones; constituye la hermandad de los hombres; pone fin a las guerras; cumple el mandato de las Escrituras: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’; aniquila la idolatría pagana y la cristiana, — todo lo que es injusto en los códigos sociales, civiles, criminales, políticos y religiosos; establece la igualdad de los sexos; anula la maldición que pesa sobre el hombre, y no deja nada que pueda pecar, sufrir, ser castigado o destruido”.Ibid., pág. 340.
Cuando predomine en la consciencia humana la comprensión de la supremacía del Espíritu, el cual gobierna armoniosamente la creación, el mundo reflejará mejor el gobierno de Dios, y la paz y la estabilidad se establecerán sobre una base más segura.