El remedio para sanar una enfermedad puede ser más amor. Ya se trate de un problema emocional, social, económico o físico, un amor más grande para Dios y para con la idea de Dios, el hombre, hará mucho más para aliviar los síntomas. Y en muchos casos corrige la causa y elimina la enfermedad.
Sin embargo, es posible que, en algunos casos, nuestros esfuerzos por amar más pudieran parecer infructuosos. Derramamos nuestros pensamientos de amor sobre todo y todas las personas, y ese amor nos da una íntima satisfacción pero parece que exteriormente nada ocurre. Entonces, tenemos que examinar cuidadosa y devotamente la naturaleza del amor que estamos expresando. ¿Qué es este amor? ¿De dónde proviene?
La vida de Cristo Jesús ilustra lo que es el amor verdadero. Sus obras sanadoras demostraron el poder de ese amor, y su sacrificio en la cruz reveló una característica esencial de su amor. El verdadero amor aparece cuando y donde el ego mortal se somete a la identidad espiritual. Jesús dijo: “Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos”. Juan 15:12, 13.
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