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La continuidad del ser

Del número de abril de 1982 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Es acaso presuntuoso decir que el hombre es inmortal y afirmar que eso es la verdad acerca de nuestra propia identidad? Todo lo que es verdadero acerca del hombre en la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), es verdadero acerca de todo individuo y, por consiguiente, es práctico en nuestra vida. A menos que afirmemos la verdad correctamente, no estaremos aplicando la Ciencia del ser como debiéramos hacerlo.

Mucho depende de lo que consideremos que es nuestra identidad verdadera. El cuerpo material no es el hombre verdadero y, por supuesto, no es eterno. Pero el hombre a semejanza de Dios, la verdadera identidad de cada uno de nosotros, es eterno. El reconocer este hecho ayuda en la curación de la enfermedad. El percatarse de la naturaleza eterna del hombre, la continuidad del ser, es perder nuestro temor a la muerte, y esto es una ayuda básica para vencer la enfermedad. Casi todo temor está asociado con la creencia en la mortalidad, la posible pérdida de la identidad. Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, declara en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: “El cuerpo y la mente materiales son temporales, pero el hombre real es espiritual y eterno. La identidad del hombre real no se pierde, sino se encuentra, por esta explicación, puesto que por ella la infinitud consciente de la existencia y de toda identidad es comprendida y permanece inalterada”.Ciencia y Salud, pág. 302.

Es verdad que el hombre siempre ha existido en la Ciencia del ser, y esto es verdad acerca de cada identidad individual. Entonces, alguien podría preguntar: “¿Por qué no recordamos nuestra preexistencia, es decir, la existencia previa al nacimiento?” La respuesta puede ser que aún nos consideramos materiales y que hemos tenido un comienzo. Esta creencia de comienzo o nacimiento material es una barrera para cualquier conocimiento de preexistencia. Una vez que hayamos vencido la creencia en un comienzo material, sabremos que nuestra existencia es completa y perfecta. La barrera será destruida. Como Cristo Jesús estaba consciente de su identidad espiritual y de la continuidad del ser, pudo comunicarse con Moisés y Elías en el monte de la transfiguración.

¿Qué podemos decir acerca de reconocer a otros después de lo que se llama muerte, o lo que a veces llamamos “pasar a otra vida”? Siempre ha sido una pregunta fascinante por qué los discípulos no reconocieron a Jesús en el camino a Emaús cuando caminó con ellos después de su resurrección. ¿Por qué estaban tan ciegos que no lo reconocieron? Porque ellos pensaban que había muerto. En ese momento, la creencia en un fin puso la barrera. Una vez que comenzaron a comprender que no había muerto, sino que vivía, su pensamiento fue elevado en parte a la identidad espiritual, y pudieron reconocerlo.

El pensamiento mortal pone estas barreras de comienzo y de fin, y luego siente la limitación de ese sentido finito. La creencia finita piensa en términos finitos y, en consecuencia, sufre las limitaciones de su propia creencia. Es sólo desde el punto de vista de la Mente infinita, o Dios, que empezamos a ver más allá de los límites del sentido mortal. Dios no conoce ningún comienzo ni fin. Jesús reflejó la Mente divina. Él estaba consciente de la preexistencia. Dijo: “Antes que Abraham fuese, yo soy” Juan 8:58. y estaba consciente de la existencia eterna, la continuidad del ser, y expresó: “He aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.” Mateo 28:20.

¿Cómo afecta este conocimiento de la continuidad del ser nuestra salud y armonía aquí en nuestro diario vivir? Cuando desafiamos la mortalidad, desafiamos la base misma de la enfermedad. A medida que nos liberamos del concepto mortal, finito y temporal acerca de nosotros mismos, comenzamos a comprender que nuestra verdadera identidad es espiritual, perfecta y eterna, la imagen y semejanza de la Verdad y el Amor divinos. Este es un contexto totalmente nuevo, en el cual no hay cabida para el pecado, la enfermedad y el sufrimiento. Debemos recordar que la experiencia humana y el cuerpo humano son expresiones de consciencia, y cuando nuestro pensamiento se eleve a un nivel más alto de entendimiento, entonces todo en nuestra experiencia reflejará un mayor grado de armonía.

La materia es simplemente mentalidad material limitada. Y la mayoría de los problemas en la vida humana son alguna forma de limitación, esta falsa mentalidad expresada. Mediante la espiritualización del pensamiento destruimos esta falsa mentalidad, esta creencia de causalidad material. Percibimos la creación en un contexto más elevado, en una dimensión espiritual, desde el punto de vista de la Mente divina. Jesús redimió a los pecadores, sanó a los enfermos y resucitó a los muertos porque vio al hombre en un contexto espiritual, a la semejanza de Dios, el Espíritu. A medida que la naturaleza de Dios se nos hace más evidente y comprendemos la ley de Dios, la salud y la armonía se acrecientan y la longevidad se manifiesta.

Jesús vino a la tierra con un cuerpo humano, porque era esencial que la gente pudiera comprender sus enseñanzas y ejemplo. Él sanó toda clase de enfermedad. Su vida fue una demostración creciente sobre toda limitación. Después de su resurrección cuando venció la muerte, ascendió, abandonando toda corporeidad material limitada. Su identidad verdadera, el Cristo, no estaba sujeta a ningún elemento de tiempo. Estaba y está presente a través de todo el tiempo y la eternidad.

El Alma es la consciencia de la inmortalidad, y el hombre es la expresión del Alma. Obtener una comprensión de la Ciencia del ser y reconocer la continuidad de la individualidad, es lograr entereza y perspectiva frente a cualquier amenaza de la mente mortal, las pretensiones de desastre, las creencias de extinción, las amenazas de enfermedad y muerte. Nada puede sucederle al hombre a imagen de Dios. Un entendimiento de este hecho metafísico, es una verdad práctica sanadora, una promesa que tranquiliza y un consuelo. Una gran lección de la vida de Jesús es el hecho de que la mente mortal no pudo matarle; no pudo destruir la verdadera idea de hombre. Jesús probó que la individualidad es permanente, indestructible, jamás separada de su fuente divina.

Las cualidades de Dios son eternas. La bondad es eterna. El gozo es eterno. La justicia es eterna. La sabiduría es eterna. A medida que expresemos estas cualidades, y reflejemos al Cristo, la naturaleza de Dios, sentiremos la seguridad de eternidad, de inmortalidad. Fue debido a su bondad que Jesús no pudo ser destruido. Él es el ejemplo para todos nosotros.

Un conocimiento de la Ciencia del ser y la continuidad de la individualidad prepara nuestro pensamiento para practicar la curación en nuestra vida humana presente. La Sra. Eddy dice: “Sabiendo que el Alma y sus atributos se manifiestan eternamente por medio del hombre, el Maestro sanaba a los enfermos, daba vista a los ciegos, oído a los sordos, pies a los cojos, revelando así la acción científica de la Mente divina sobre las mentes y los cuerpos humanos, y dando una comprensión mejor del Alma y la salvación.” Ciencia y Salud, pág. 210. Nosotros no creamos la salud ni la armonía. La armonía del ser es un hecho ya establecido. El mandato es que comprendamos esto y lo demostremos hoy.

Al discernir lo que es verdadero, continuo y científico, estamos, por supuesto, descubriendo lo que es falso, ilusorio, irreal. Es esencial estar dispuestos a rechazar las pretensiones falsas de la mentalidad material limitada, negar la creencia en el mal y la evidencia de los sentidos materiales. Si el bien es continuo e inmortal, el mal es, por cierto, temporal y mortal, una creencia pasajera y nada más. Podemos perder nuestra fe en el mal. Debemos comprender la totalidad de Dios y la nada del mal.

Un conocimiento de la continuidad del ser es provechoso para vencer el pesar. La Ciencia Cristiana nos asegura que la identidad es eterna; nada le sucede al hombre verdadero en el momento en que parece morir. Cada uno continúa trabajando por su propia salvación, comenzando en el momento mismo donde pareció detenerse. Haremos bien en cultivar un entendimiento de la verdadera identidad con respecto a nuestros seres queridos mientras se encuentran humanamente con nosotros. De este modo estamos preparados para hacer frente a cualquier creencia de pérdida. La continuidad del ser es la Ciencia del ser. La Sra. Eddy dice: “El Espíritu diversifica, clasifica e individualiza todos los pensamientos, que son tan eternos como la Mente que los concibe; pero la inteligencia, existencia y continuidad de toda individualidad permanecen en Dios, que es su Principio divinamente creativo.” Ibid., pág. 513.

Si la Vida es Dios, la Vida es eterna, continua. No existe, entonces, ninguna ley de deterioro, decrepitud, ni de menos utilidad. Las facultades no necesariamente tienen que disminuir, ni es menester que el brío y entusiasmo por la vida decaiga. Dios está siempre actuando como causa, siempre creando, produciendo, motivando al hombre. Esta causa no cesa de funcionar, ni el hombre cesa de expresar su causa. Es la creencia falsamente educada de que la vida es material y limitada lo que parece manifestarse como mortalidad. Cuando comprendemos que la Vida es Espíritu, eterno, que no está en la materia ni depende de ella, entonces nuestra experiencia puede reflejar la continua novedad de la vida que es natural al Espíritu. Se pierde el concepto de la vejez, y la vida es siempre lozana.

El hombre existe en la Ciencia del ser. Es, en realidad, tan eterno como Dios. Entonces su armonía es tan cierta como la armonía de Dios. Su continuidad está asegurada. No tiene temor. En nuestro estado actual de adelanto, estamos sólo comenzando a comprender estas grandes verdades. Pero en el grado que obtengamos algún entendimiento de ellas, podemos sentir la calma de la inmortalidad. Percibimos más allá de lo material a lo espiritual, de lo incidental a lo esencial, y conocemos algo del reino de los cielos en el hombre.

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