Hace algún tiempo me encontraba sola en un hotel en el extranjero. La vida parecía vacía, sin sentido. En mi larga búsqueda por una base sólida, había recurrido incluso a una iglesia protestante en busca de ayuda. No había encontrado una respuesta satisfactoria a mis problemas. Sin embargo, estas palabras de Cristo Jesús nos aseguran: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá” (Mateo 7:7).
En el hotel comencé a conversar con un matrimonio de Dinamarca. Cuando me disponía a alejarme el señor me dio una revista, comentando que yo parecía necesitarla. La revista era El Heraldo de la Ciencia Cristiana, y era exactamente lo que necesitaba. La leí toda inmediatamente y supe que la Ciencia Cristiana era mi respuesta. Revela las verdades de la existencia espiritual, basadas en Dios como el Principio divino de todo el ser.
Después de regresar a mi casa en Copenhague, llamé a una practicista de la Ciencia Cristiana y le pedí una cita. Nunca olvidaré el amor con el que me recibió; me impresionó pues era como si éste procediera de la Deidad. Al retirarme, cantaba silenciosamente: “Dios es Amor, y Él me ama”.
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