“¿Hasta qué punto debiera yo participar en el trabajo de la iglesia?” Ésta es una pregunta muy común. Y a menudo es motivada por un deseo honesto y razonable de actuar caritativamente con los demás y de lograr un equilibrio en los compromisos personales.
Por eso cuando recibimos una invitación para trabajar en una iglesia filial, y tenemos que tomar una determinación, esto es una buena oportunidad para hacernos otra pregunta que se relaciona con la anterior: “¿Por qué me afilié a la iglesia?” Ahondando en lo que motiva la afiliación contribuye a identificar qué es realmente el trabajo de la iglesia y qué significa.
Con frecuencia nos unimos a una iglesia por gratitud, y porque deseamos compartir la vitalidad de las enseñanzas de la Ciencia Cristiana y la curación que ofrecen. Queremos obtener una mayor comprensión espiritual, y nos damos cuenta de que el trabajar para la iglesia nos proporciona un medio valioso par lograrla.
Actividades de toda clase — desde ocupar el puesto de Lector hasta el de maestro de la Escuela Dominical — ofrecen posibilidades de renovar y examinar el compromiso de progresar espiritualmente. Nos exigen que seamos semejantes al Cristo, que expresemos paciencia, inteligencia, amabilidad, sabiduría, disciplina, unidad de acción, todo en nombre de una Causa que está destinada a transformar la consciencia humana.
De lo que sabemos de la vida de Jesús, su expresión del Cristo ilustró muchas facetas de la última parte de la definición que la Sra. Eddy da de “Iglesia”: “La Iglesia es aquella institución que da prueba de su utilidad y se halla elevando la raza humana, despertando el entendimiento dormido de sus creencias materiales a la comprensión de las ideas espirituales y a la demostración de la Ciencia divina, así echando fuera los demonios, o el error, y sanando a los enfermos”.Ciencia y Salud, pág. 583.
Por cierto que éste fue el efecto del ministerio de Jesús al alimentar a las multitudes, al mostrar cómo la oración supera toda situación humana, al sanar a los enfermos, al enseñar por medio de parábolas y ejemplos, y al dar a sus seguidores pruebas de las posibilidades que tienen de elevar la raza.
Cada una de las actividades de la iglesia filial está relacionada con la definición que da la Sra. Eddy de “Iglesia”. Su propósito no es el egoísmo ni la beatería ni lo superficial. Y siempre está respaldada por el amor, la autoridad y la sabiduría del Manual de la Iglesia,Manual de La Iglesia Madre por Mary Baker Eddy. que gobierna a La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y a todas sus filiales.
¿Hemos recibido un nombramiento para integrar el comité de conferencias, el cuerpo de ujieres o para trabajar en la Sala de Lectura? Sea cual fuere el puesto, el propósito de cada actividad de iglesia coincide con el propósito de la Iglesia de elevar “el entendimiento dormido... a la comprensión de las ideas espirituales y a la demostración de la Ciencia divina”.
Una pregunta sobre el significado de cualquier tarea específica puede medirse en términos del significado de la Iglesia misma. Y para ayudar a resolver los interrogantes que surgen sobre la habilidad personal, o el tiempo disponible, o la experiencia previa, es útil pensar en el comentario de Jesús: “No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre”. Juan 5:30.
También existe la maravillosa posibilidad de que al aceptar una tarea (ya sea que nos hayan elegido por votación o nombramiento), “el entendimiento dormido” que primero se va a despertar puede que sea el de nosotros. El miembro que honestamente busca entendimiento espiritual, por lo general, es el primero en apreciar el valor de esta “prueba” de la utilidad de la Iglesia y su relación con ella en el trabajo de iglesia.
Recientemente mantuvimos una conversación con tres miembros de iglesias filiales sobre el trabajo que hacían para su iglesia. Entre todos habían participado en una gran variedad de comités y desempeñado muchos cargos diferentes, desde haberse ocupado de promover la circulación del Monitor, atender la Sala de Lectura, ser ujier, participar en el comité de conferencias, ser Lector, miembro de la comisión directiva, hasta ser encargado de la secretaría.
Creemos que vale la pena compartir esta conversación:
A veces esa frase “trabajo de iglesia” solía intimidarme. Me daba la impresión de que era algo difícil y pesado que estaba separado de la experiencia diaria pero que tenía que hacerse.
Pero de hecho cada vez que reconocemos al Cristo o afirmamos la totalidad de Dios, estamos trabajando para la iglesia. ¿Y no debiera ser esto una parte integral de nuestro diario vivir?
Y, sin embargo, alguien tiene que tomar decisiones respecto a dónde celebrar la conferencia y de qué color se va a pintar la Sala de Lectura. Supongo que lo importante es el espíritu con el que se toman las decisiones.
Básicamente considero que el trabajo de iglesia es esencialmente identificación espiritual. Es como cuando vamos los miércoles a una reunión vespertina de testimonios. Nos preparamos para ella tratando de pensar en lo que realmente está aconteciendo, en cómo se evidenciará la presencia de la Mente divina esa noche. Y escuchamos desde ese punto de vista. Lo mismo sucede al trabajar en un comité. El verdadero trabajo es identificar el significado espiritual de la tarea, ver que todo lo necesario para completar el trabajo ya ha sido provisto por la Mente.
Tal vez parezca como si tuviéramos que tratar con esta persona que es obstinada o con aquella que no escucha. Pero entonces miramos más profundamente e identificamos a esta persona como hija de Dios, y a aquella otra, y a nosotros también, como espiritualmente intactos y protegidos, y reflejando perfectamente la única Mente divina.
No es “¿Cómo me llevo contigo o con él?”, sino “¿Cuán perseverante somos en ver la relación directa de cada uno de nosotros con Dios?” De ese modo estamos básicamente unidos. Creo que esa es la única forma de encarar las relaciones humanas.
Sí, porque es al reconocer a Dios como la causa, la única Mente, que nos preparamos espiritualmente, y vemos que el hombre es totalmente el efecto. Entonces, vemos que todo lo que el hombre es y hace debe estar bajo el gobierno de la Mente divina.
Creo que tenemos que hacernos preguntas sobre los efectos que buscamos. ¿Por qué queremos una conferencia muy concurrida, o que haya unidad en la Escuela Dominical o una Sala de Lectura activa? ¿Es porque queremos ver más “cuerpos” en un auditorio? ¿Esperamos que otras personas piensen que nuestra iglesia es algo bueno, y que nos reconozcan públicamente para así sentirnos más aceptados y cómodos en nuestra calidad de Científicos Cristianos? Esa clase de motivo procede de la pobreza espiritual, no de la riqueza del entendimiento espiritual. Lo que realmente deseamos es entender que el Espíritu, Dios, es la única causa y que el hombre es el efecto. Lo demás, los detalles humanos, pueden manifestarse, pero ciertamente no son la meta.
¿Qué le parece el problema de la falta de tiempo?
Lo conozco muy bien. Hace unos años atravesé por una situación muy mala, tenía problemas físicos y emocionales y mi estado general era de confusión mental. No podía cuidar muy bien ni de mi familia ni de mi casa.
¿Estaba estudiando Ciencia Cristiana en ese entonces?
En cierto modo sí, pero lo hacía a veces superficialmente, y había desarrollado una actitud muy negativa hacia el trabajo de la iglesia. Después no sé por qué acepté trabajar unas horas en la Sala de Lectura; siempre me había gustado trabajar allí. Un día, cuando estaba leyendo la Biblia, empecé a estudiar la historia del hijo pródigo. Con anterioridad siempre me había identificado con el hijo mayor, el “chico bueno” que se había quedado en la casa. De pronto me di cuenta de que yo podía ser el hijo pródigo que regresaba. En ese mismo instante sentí el amor del Padre muy cerca, tranquilizándome: “... todas mis cosas son tuyas”. Lucas 15:31. No importaba si me había quedado en la casa o extraviado, el amor de Dios estaba junto a mí. Yo había hecho muchas cosas de las que me sentía culpable, por eso éste fue un momento maravilloso. Lloré, sintiendo que había regresado a mi hogar, que espiritualmente había regresado a mi hogar.
Al poco tiempo la nombraron para formar parte de un comité, ¿no es cierto?
Sí, y acepté. Estaba muy agradecida por la curación que había tenido; los problemas físicos, todos habían desaparecido. Entonces me designaron presidente del comité de conferencias. Me sentí incompetente, pero abordé esta tarea con la misma gratitud. Si esta designación era la mejor manera de demostrar mi gratitud, podía confiar en Dios y aceptar. Antes de mi primera reunión de comité tuve mucho miedo, pero resultó ser una experiencia estupenda. Desde entonces todo lo que he hecho en mi trabajo como profesora de música o en mi vida familiar ha tenido buenos resultados porque dedico tiempo para participar en el trabajo de la iglesia.
Yo tuve la misma experiencia. Mientras duró mi lectoría, por ejemplo, nuestra familia estuvo más estable que nunca. Fue como si hubiéramos estado parados en una gran roca.
He hallado al trabajar para la iglesia que a veces las cosas que creemos hacer peor se convierten en las de mayor éxito. Es porque estamos más dispuestos a recurrir a Dios al no saber qué hacer.
En cierto sentido, el trabajo de la iglesia nos da una disciplina similar a la que necesitábamos en nuestros años de estudiantes. En esa época se nos asignaba una tarea, la que nos forzaba a ampliar nuestros conocimientos. Probablemente si no nos la hubieran mandado a hacer, no hubiéramos leído el libro ni escrito la composición. El afiliarse y trabajar en una iglesia filial incluye orar, y escoger las tareas en las que queremos participar pero que probablemente no podríamos hacer sin ayuda.
Sin lugar a dudas el trabajo de la iglesia nos proporciona un marco, un cierto orden, y sé que obtengo fortaleza, dirección — y gran alegría — de todo lo que hago en la iglesia.
[Extractos compilados de la sección “The Church in Action” del The Christian Science Journal.]