Tres veces
por qué, preguntó el Salmista sintiéndose abatido,
turbado ante el reto a su corona
de esperanza en Dios;
tres veces afirmó su esperanza
cual si todo genuino dominio y ascensión
comenzara en alabanzas.
¿Acaso, no va unida esta esperanza a más profunda oración?
¿Acaso, no es profundizar nuestro propio pensamiento
lo que nos eleva
hasta hallar el camino que se ansió?
Podemos elevarnos
cual la paloma que, en su tercer vuelo,
desde la mano de Noé se remontó,
para jamás retornar a percha que atrás dejó.
Como la paloma, nuestra confianza,
cuando todo parece perdido,
todavía encuentra el camino. Y entonces, amigo,
desafía el inquietante pero ilusorio dolor.
Siente que estás restaurado al gozo de naciente vuelo.
El Cristo en ti una vez más te ha liberado.
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