La Regla de Oro: “Todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos”. Mateo 7:12. Ésta es una norma infalible en los negocios. Capacita a hombres y mujeres de negocios a pensar y proceder correctamente, a encarar la competencia de una manera sensata, honesta y cristiana. El uso de esta Regla detiene el impulso de competir injustamente y conduce a prestar mejores servicios y a producir artículos de calidad. Por tanto, la Regla de Oro, así llevada a la práctica, define y asegura un éxito valedero. Y simultáneamente, tal servicio práctico cierra la puerta al fracase, ya que Dios, el Amor divino, es el Principio divino que conduce al éxito verdadero.
Bajo la ley divina, lo que concedemos a otros nos concedemos a nosotros mismos; lo que negamos, nos lo negamos a nosotros mismos. No podemos escapar de esta verdad. Cuando se utiliza la ley del Amor, las relaciones mejoran. Si la descuidamos, nos empobrecemos en todo sentido. Nuestra salud, felicidad y buen éxito emanan de nuestra obediencia a esta ley universal de Dios. De esta manera bendecimos a la humanidad mediante la actividad de la bondad y el amor, reduciendo y eliminando el odio y el mal.
La regla para amar a otros es la Ciencia Cristiana práctica. Dios es Todo-en-todo; el hombre es Su semejanza perfecta, espiritual y completo. El hombre, por tanto, refleja a Dios en obediencia inquebrantable. Él refleja la inteligencia, la bondad y el amor de Dios. Por ser Dios omnipresente, está aquí siempre. A medida que discernimos esto, vemos que Él guía, informa, corrige y castiga mediante Sus leyes eternas, que bendicen a uno y a todos.
Si un negocio no tiene éxito, esto debería impulsarnos a ser más espirituales, mediante una percepción correcta de Dios y el hombre. ¿Es nuestra posición moral oscura, no clara ni cristiana? ¿Creemos que mayores ingresos y más clientes es la solución? ¿Estamos culpando a otros en vez de culpar los conceptos falsos que expresamos? Un análisis más objetivo puede revelar la necesidad de expresar más cualidades divinas: integridad, justicia, bondad. Cuando percibimos que nuestra necesidad es ser pacientes, desinteresados y sinceros, ponemos énfasis en la necesidad moral y espiritual. Entonces empezamos a razonar en la dirección correcta. El éxito sin la Ciencia y el cristianismo es estéril, como un planeta sin luz solar, aire puro y agua.
La Sra. Eddy dice: “Si permanecéis en el Amor, ninguno de vosotros puede ser separado de mí; y la dulce sensación de que viajamos juntos, haciendo a los demás lo que quisiereis que ellos hicieren con vosotros, vencerá toda oposición, superará todo obstáculo, y asegurará el éxito. Si vaciláis, o no cumplís esta Regla de Oro, aunque construyereis hasta los cielos, estaríais edificando sobre la arena”.Escritos Misceláneos, pág. 135.
La ley divina es adaptable y aplicable a toda condición, estemos donde estemos y hagamos lo que hagamos. Es importante que usemos la regla de Dios no sólo cuando brilla el sol, sino especialmente bajo los truenos, relámpagos y lluvias torrenciales. También es importante que no abandonemos el sentido científico del Amor por razones de conveniencia. Pese a las amenazas de pérdida de dinero, negocios o contratos, la práctica de la Regla de Oro eleva nuestra moral, fortalece en vez de debilitar, y aumenta el progreso en los negocios en lugar de disminuirlo. Como un salvavidas, nos mantiene a flote hasta que seamos salvados por el razonamiento inspirado y la acción del Amor divino.
La competencia injusta es una forma de mal, y el mal es temporal, impersonal y autodestructivo. En esencia, es nada. El mal no puede causar daño o perjudicar a quienes pacientemente persisten en vencer el mal con el bien. No hay rivalidad en el reino de los cielos, donde el hombre y la sustancia son espirituales y donde hay amplia oportunidad para toda actividad correcta. De manera que cuando nuestro móvil es “¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” Lucas 2:14. tendremos pruebas mayores de que Dios gobierna y recompensa.
La desobediencia a la ley del Amor, es una manera de pensar negativa y material que conduce al fracaso. El único éxito verdadero es amor para con Dios y el hombre. El éxito genuino no es privilegio concedido sólo a unos pocos. No es el resultado de simpatía personal o carisma, sino el resultado de una manera de pensar científica y proceder de acuerdo a ella. Cuanta más bondad invertimos en el “portafolio” de la vida, tanto más segura será la actividad de nuestro negocio en el servicio de la humanidad, y más exitosa. Tenemos que ser desinteresados en nuestra diaria manera de vivir. El móvil para hacer esto nos da el poder para sojuzgar al error con el Cristo, la Verdad, y descubrir aptitudes individuales nuevas y abundantes.
Cristo Jesús es el supremo ejemplo de éxito verdadero. Su vida jamás incluyó fracaso final. A pesar de que pasó por duras pruebas, definió la ley del Amor durante todo su ministerio. Amaba a sus enemigos, jamás los odió ni tuvo resentimiento contra ellos. Devolvió bien por mal, jamás mal por mal. Desenmascaró y anuló al error y reveló más de la identidad espiritual. Sus advertencias son infalibles. Dijo: “Si tu hermano peca contra ti, vé y repréndele estando tú y él solos”. Mateo 18:15. Este sano y sabio consejo es tan eficaz hoy en día como lo será de aquí a dos mil años. La disposición de hablar sobre un problema estando “solos” con nuestro prójimo puede ser un primer paso para impersonalizar al error. Quita el viento a las velas del error y la sustancia a su forma.
El Salmista dijo: “¿Quién subirá al monte de Jehová? ... El limpio de manos y puro de corazón”. Salmo 24:3, 4. Así como los ascensores suben a los pasajeros del piso bajo hacia las vistas panorámicas, así la Ciencia Cristiana eleva a los que se dedican a los negocios, de los pisos bajos de la manera materialista de pensar, a niveles más altos, más espirituales. Desde esa altitud, sin ser obstruidos por la materialidad ni el egoísmo, discernimos la unidad eterna de Dios y el hombre y demostramos que la naturaleza verdadera del hombre es el reflejo del Amor divino, el cual cumple la Regla de Oro.