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¿Encontrar a alguien o encontrar la felicidad?

Del número de octubre de 1989 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


“Me quiero casar”. “Estoy cansada de vivir sola”. “Quiero tener una familia”. Esta era la conversación que sostenían en una fiesta algunas de las mujeres solteras con quienes yo trabajaba.

El acontecimiento social se había transformado de una placentera reunión en una serie deprimente de quejas. Al escuchar a cada una expresar su opinión, comencé a orar en silencio. Hacía poco que había empezado mi estudio de Ciencia Cristiana y estaba aprendiendo que, puesto que Dios, el Espíritu, es Todo, la vida es espiritual. Es gozosa, completa, libre y satisfactoria. Yo deseaba compartir con cada una de ellas lo que estaba aprendiendo acerca del verdadero ser de cada uno como hombre espiritual, la imagen de Dios.

Alguien me preguntó cómo me sentía acerca de ser soltera. Los pocos minutos que había orado me dieron la respuesta: “¡Yo voy a ser feliz! Soltera o casada, voy a vivir una vida feliz. Sé que soy amada y voy a confiar mi vida a Dios”.

Para algunas de mis amigas que sentían que su vida estaba sujeta a condiciones materiales, leyes del azar y falta de oportunidad, mi respuesta debe de haberles parecido poco práctica. Pero yo sabía que mis palabras estaban basadas en la comprensión de la ley de Dios de perfección y armonía siempre presentes, y sabía que Su ley, en realidad, nos estaba gobernando a todos.

Para mí fue interesante que cuando conocí al hombre que ahora es mi esposo, una de sus primeras preguntas fue: “¿Por qué estás tan feliz?” El sentido de compleción y alegría que había encontrado en la Ciencia Cristiana lo había impresionado. Había establecido mi alegría sobre una base espiritual, y esta comprensión no sólo me ayudó durante el tiempo que viví sola, sino que también me ha ayudado a superar todos los desafíos de la vida de casada.

Quienes están luchando con un sentimiento de soledad, separación, descontento o frustración pueden obtener un verdadero sentido de sí mismos y de su relación con Dios. Cada individuo es amado y tiernamente protegido por Dios, el Padre-Madre de todos. La Mente divina necesita de Su idea, y ustedes son, en realidad, Su idea perfecta, espiritual, amada, gobernada y cuidada por Dios. El buscar la felicidad en la vida material nos traerá desilusión, pues la existencia mortal no es la realidad eterna del ser y, por lo tanto, no satisface. Necesitamos elevar nuestra mirada por encima de la materialidad y sus promesas falsas. A medida que lo hacemos, encontramos la inmutable bondad de la creación de Dios.

Es un falso sentido de inteligencia — personal, limitado y separado de Dios — lo que nos dice que somos seres corpóreos, incompletos, indeseables, infelices, solitarios. Mente mortal es el término que la Ciencia Cristiana da a ese sentido material e ilusorio de las cosas, es decir, los sentidos físicos y sus sugestiones. Es lo opuesto de la Verdad, Dios, la Mente divina, lo que dice que el hombre es el linaje de mortales. Necesitamos acallar estas mentiras. El testimonio de los sentidos puede sugerir que somos mortales incompletos, separados de Dios, y que el tiempo se nos va, que nuestras oportunidades para ser felices son más escasas, que nuestro reloj biológico se está quedando sin cuerda. Pero el testimonio de los sentidos es engañoso. Dios, infinitamente tierno, Amor siempre presente, mantiene la integridad, compleción y el bien ilimitado para cada una de Sus ideas. A medida que reconocemos más y más nuestra unidad con Dios, desechamos los conceptos falsos materiales, y discernimos la naturaleza espiritual y verdadera del hombre y su compleción individual.

Solamente por medio de la comprensión de la Mente divina y del gobierno total de la Mente sobre su idea, el hombre, podemos deshacernos del temor, la apatía y la tristeza del falso sentido de nosotros mismos como mortales incompletos. Esta es la roca en la que debemos apoyarnos. El Cristo, la idea verdadera del Principio divino del hombre, domina cada forma de desdicha y carencia. Somos en realidad espirituales, no materiales, de manera que no estamos limitados por condiciones materiales. Las relaciones humanas que están basadas en la presión de nuestros compañeros, en el sensualismo, el amor obsesivo y la atracción sexual, son frívolas, frágiles y poco satisfactorias. Para estar libres de estas atracciones falsas, necesitamos aceptar al Cristo siempre presente. Necesitamos aceptar la verdad invariable de que somos el hombre de Dios, que dependemos únicamente de El para nuestro gozo, satisfacción y destino.

La compleción de Cristo Jesús — su Divinidad — le permitía dar el toque de curación del Cristo a todo aquel que buscada su ayuda. En su misión de difundir la palabra del amor, la bondad, la totalidad de Dios, Jesús estaba claramente consciente de su unidad con Dios. Humildemente decía: “Yo y el Padre uno somos”, Juan 10:30. reconociendo que era el hijo de Dios. El ejemplo de su vida prueba a toda la humanidad que, puesto que Dios es completo, el hombre, Su reflejo, es completo, útil, activo y siempre está satisfecho. Siguiendo su ejemplo, nosotros también podemos probar que nuestro gozo y compleción son la esencia de Dios, el Alma. Y debido a que son cualidades divinas, no cambian ni fluctúan. Son constantes y eternas.

Ya sea que pensemos o no en tener una cita, necesitamos basar nuestras relaciones sobre la comprensión del gobierno amoroso e inteligente que tiene Dios sobre Su creación. Dios, la Mente infinita, es omnisciente e imparte perpetuamente las cualidades expresadas por Su idea. Dios gobierna a todas Sus ideas armoniosamente y les proporciona todo el bien, individual y directamente. Dios es la Mente que todo lo sabe, que todo lo causa, que crea y abarca todo lo que realmente existe. Quien comprende esto, verá que sus relaciones con otros se vuelven más armoniosas, que son caracterizadas por menos fricción, dominación, celos y mala voluntad.

Si parece que no nos sentimos cómodos en compañía de otros, especialmente con los del sexo opuesto, podemos recurrir a la Verdad divina, pidiendo a Dios que haga surgir en nosotros nuestra gracia, valentía, ternura y calma naturales, cualidades que necesitamos para poder conversar con otros de manera inteligente y espontánea. Podemos negar nuestra falta de naturalidad, nerviosismo, timidez y temor porque no son parte de nuestro verdadero ser. A medida que nuestros pensamientos y motivos sean purificados mediante el estudio de Ciencia Cristiana, podremos enfrentar situaciones sociales con mayor facilidad y disfrutar de relaciones puras. Aprenderemos a ver a cada uno como el hijo de Dios, Su idea divina.

Es normal desear tener amigos. La mayoría de nosotros necesitamos esta evidencia humana del cuidado del Amor divino. Pero si vemos a los demás principalmente con la intención de que nos hagan sentir satisfechos y completos en lugar de depender de Dios, esto puede resultar en inquietud y en un creciente sentido de falta de compleción. Es posible que necesitemos afirmar y comprender a fondo nuestra unidad con Dios y recurrir cada vez más a El en busca de fortaleza, de ideas correctas y actividad divinamente dirigida. La tentación de sentirse deprimido, perturbado, abandonado y con tendencia a criticar se puede enfrentar con una confianza firme en el poder de Dios para llenar nuestra vida con todo lo que es bueno. La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: “El deseo es oración; y nada se puede perder por confiar nuestros deseos a Dios, para que puedan ser moldeados y elevados antes que tomen forma en palabras y en acciones”.Ciencia y Salud, pág. 1.

La compleción espiritual es revelada en nuestro propio pensamiento. Al reconocernos como la idea completa de Dios, comenzaremos también a ver a cada persona que se presente en nuestra experiencia como espiritual y completa. A medida que un sentido personal acerca de nosotros y de otros ceda a un reconocimiento de la totalidad de la identidad espiritual, naturalmente evitaremos inmiscuirnos, innecesariamente, en los asuntos de otros y hacer tales observaciones bien intencionadas como: “Debes encontrar a alguien” o “ya es tiempo de que te establezcas y formes una familia”. Es posible que este camino no sea la dirección de Dios para ese individuo. Sin embargo, sí podemos ayudar a otros comprendiendo la verdad del ser y reconociendo que la existencia material — con sus sugestiones de compañerismo y separación, popularidad y soledad — no es la realidad del hombre de Dios y, por lo tanto, no forma parte de la existencia verdadera. Fortaleceremos nuestra comprensión aferrándonos a la promesa de la Biblia: “Vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad”. Col. 2:10.

Ya sea estemos solteros o casados, el encontrar y reflejar nuestra compleción original en Dios es una búsqueda espiritual llena de desafíos. Esto entraña un fervor sabio, momentos de tierna satisfacción, absoluta confianza en Dios, integridad, disciplina y oración humilde. Al encontrar nuestra totalidad, encontramos una profunda paz interior y la fuerza espiritual para decir con Pablo: “He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación”. Filip. 4:11.

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