Cualquiera que sea el trabajo que estemos haciendo en la iglesia, la tarea es, ante todo, espiritual. En esta crónica, que se publicará en dos partes, consideraremos el trabajo en las Salas de Lectura.
Una mañana, al abrir la Sala de Lectura en Albany, Nueva York, E.U.A., el bibliotecario encontró una nota en la puerta que simplemente decía: “Miro su vitrina todos los días y es la mejor parte de mi día”.
Hay muchos otros transeúntes que piensan lo mismo que el de Albany. Toda persona que ha trabajado en una Sala de Lectura ha experimentado la alegría que siente la gente hoy día cuando recibe alimento espiritual. Una Sala de Lectura que sacia esa hambre profunda y persistente de espiritualidad en términos que tengan sentido para la comunidad donde se encuentra nuestra iglesia, será un lugar que muchos querrán frecuentar.
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