Probablemente, todos hemos sentido alguna vez cuanto más fácil es decir: “Yo creo en...” que vivir realmente lo que creemos. Pero a medida que progresamos en nuestro entendimiento de la Ciencia Cristiana pronto nos damos cuenta de que sus enseñanzas no constituyen simplemente algo en qué creer, sino algo que podemos — y debemos — demostrar en nuestra vida diaria.
El Amor divino no exige lo imposible. Dios no dice: “Este es el camino... si pueden andar por él” o, “Este es el camino... pero perderán algo bueno por seguirlo”. La mente mortal podría argumentar que esto es lo que sucede, pero eso no es más que una mentira acerca de Dios. El Amor no tiene ideales imposibles; y Dios no despoja, sino que provee todo el bien. Y es Su Cristo el que nos enseña que podemos recorrer el camino.
¡Es tan importante comprender esto! Una vez que hemos hecho de la Ciencia Cristiana algo propio, es natural que queramos vivir de acuerdo con ella y seguir sus normas morales. En el mundo de hoy, eso quizás parezca difícil, especialmente cuando una gran parte de la sociedad no se atiene a esa clase de normas. Pero si el Amor divino ha señalado el camino, podemos estar seguros de que el Amor también provee la habilidad y la sabiduría que nos permiten andar por él.
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