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PENSEMOS ACERCA DE LA CIENCIA CRISTIANA Y LOS NEGOCIOS

Muchas personas encuentran que tienen que pensar acerca de problemas relacionados con la ciencia, la teología, la medicina, la justicia social, la educación y la reforma económica. Ellas están descubriendo más y más que estas preguntas tienen una influencia práctica en sus propias vidas. La serie “Pensemos acerca de la Ciencia Cristiana y...” relaciona la perspectiva espiritual y metafísica de la Ciencia Cristiana con estos asuntos y otros temas.

La ley del amor de Dios: un nuevo concepto de la economía

Del número de mayo de 1990 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


A medida que nos acercamos al final del siglo veinte, tal vez más que antes, los pueblos del mundo están familiarizados con el tema de la economía y sus muchas ramificaciones, y sumamente interesados en él. Este interés puede incluir desde la venta de magras cosechas en un país en desarrollo, donde muchos viven a un nivel de subsistencia, a empresas que manejan billones de dólares con su correspondiente impacto de gran alcance. Para muchos, el interés y la preocupación aumentan mediante la comunicación virtualmente instantánea y el gran énfasis que ponen los medios de información sobre asuntos relacionados con lo que globalmente se conoce como “negocios”.

Hoy en día, más y más gente está enterada de las fluctuaciones en los precios de mercancías, tipos de cambio, ganancias, pérdidas, balanza de pagos y déficits. Con frecuencia, la atención se fija en la necesidad de acumular bienes materiales con poca consideración de los valores espirituales. La adquisición de recursos materiales es ampliamente aceptada como una señal de éxito. No es difícil ver cómo el temor, el desaliento, e incluso la desesperación pueden insinuarse cuando las personas y las sociedades se ven a sí mismas como víctimas de las circunstancias, temerosas de que puedan caer en la pobreza.

No obstante, Cristo Jesús dijo: “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. Mateo 6:33. ¿Tiene realmente sentido buscar el reino de Dios, procurar comprender cada vez más la presencia, el poder y la totalidad de Dios? La vida entera de Jesús dio la respuesta afirmativa “sí”. Es la abundancia de ideas espirituales la que responde a todas nuestras necesidades, y la aplicación de ideas espirituales a la escena humana constituyen los “negocios”.

La purificación de nuestros móviles

La aplicación de la ley del amor de Dios demuestra Su cuidado por Su creación. La obediencia a la ética y la moral de esta ley trae una recompensa segura y justa, como nos explica el Salmista. Refiriéndose a un hombre de integridad, el Salmista dijo: “En la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche. Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará”. Salmo 1:2, 3.

Nuestro móvil es esencial en nuestro enfoque a toda situación, y el campo de los negocios no es la excepción. Dos historias de la Biblia (ambas acerca de la acumulación y almacenamiento de frutos) ilustran los móviles buenos y malos. Son los relatos del Antiguo Testamento acerca de José Ver Gén., caps. 41–45. y, del Nuevo Testamento, la parábola que Cristo Jesús dijo acerca del hombre que edificó graneros para almacenar sus frutos. Ver Lucas 12:16–21.

Faraón puso a José a cargo de la administración de la economía agraria egipcia, y José se encontró con cosechas que excedían por mucho una visible demanda. Como resultado de su percepción espiritual, almacenó esas cosechas excedentes en graneros, aun cuando no había señales de que serían usadas. ¿Fue su móvil enriquecerse o conseguir control del mercado? ¡No! Mediante la sabiduría divina dio esos pasos para tener provisiones durante los siete años de escasez que él veía venir.

Como resultado de lo que hizo, no sólo tuvo provisiones para el pueblo egipcio en tiempos difíciles, sino que también se reconcilió con sus hermanos, quienes movidos por los celos lo habían tratado mal. Y gente de “toda la tierra” afectada por el hambre vino a Egipto, donde pudieron comprar provisiones del excedente almacenado. El deseo de José de obedecer los mandatos de Dios y de servir a su prójimo resultó en curación, perdón y provisión para su familia y alimento para los hambrientos de muchas regiones.

En el Evangelio según San Lucas, hay una parábola en la que el móvil de un hombre rico es evidentemente el deseo de acumular cosas materiales y satisfacer su propio bienestar. Esta mentalidad es duramente condenada por el Maestro. El móvil de servir por una recompensa justa tiene que resultar en provisión suficiente, pero ser movido por el solo deseo de hacer dinero, con frecuencia a expensas de los demás, es edificar sobre una base falsa.

La necesidad de la moralidad en los negocios está adquiriendo cada vez más atención hoy en día, tal vez debido a algunos alegatos a los cuales se les ha dado mucha publicidad y a confesiones de violaciones de la ética que incluyen grandes sumas de dinero. Se está considerando que una ética más íntegra no sólo es una buena manera de proceder, sino que también tiene sentido para hacer buenos negocios. En un artículo reciente sobre la ética en los negocios se hizo esta declaración: “¿Quién tiene la ventaja, la firma que se adhiere a elevadas normas de ética o aquella que reduce costos a expensas de la calidad y se desvía de los reglamentos? [Las compañías citadas en el artículo, que, frente ante esa encrucijada, eligieron el sendero de la ética,] no son ingenuas. Diariamente ven a competidores sacar provecho de operaciones que no se ajustan a la ética. No obstante, ¿a qué precio? Una mala ética, arguyen, con el tiempo aleja a los clientes y proveedores y desmoraliza a los empleados”. Karen Berney, “Finding the Ethical Edge,” Nation's Business, Agosto 1987, págs. 18–24. Este reconocimiento es alentador en una época en que tomar atajos es motivo de alabanzas en las películas y en la televisión. Aun así, los beneficios permanentes sólo pueden obtenerse de la honradez, y la adherencia a esa norma proporciona poder, poder espiritual.

A muchos les puede parecer que vivimos en una época en que, para sobrevivir, es necesario tomar atajos, torcer los reglamentos y engañar. Pero tales prácticas son una descarada violación a la ley del amor de Dios. Tales prácticas, si bien tal vez parezcan ser exitosas a corto plazo, no pueden ser adoptadas si esperamos apoyarnos en Dios en procura de Su provisión.

Durante varios años, en los últimos de su carrera, un amigo mío fue consultor de una gran compañía y fue muy mal retribuido por su trabajo y, por lo general, tratado injustamente. Además de eso, la pensión que iba a recibir sería calculada sobre ese salario. La injusticia parecía desenfrenada, pero él y su esposa se negaron a dejarse arrastrar por la marisma de culpabilidad y justificación propia. Sabían que esa falta de humanidad y de justicia no tenía ninguna base en la ley divina ni tampoco poder, otorgado por Dios, para atacar al hombre de Dios. Mi amigo estaba cada vez más convencido de que la verdadera fuente de su provisión descansaba en la provisión de bien que viene de Dios, y que ellos no estaban fuera de la ley de Dios. Oraron sin cesar durante varios años hasta que llegó el día de jubilarse. Sin haberlo pedido, le fue restituida la cantidad total del salario que dejó de percibir durante años por no habérsele pagado lo que en justicia merecía, los representantes de la compañía reconocieron su mal proceder y estaban deseosos de remediar la situación.

El desafío futuro

En el mundo de los negocios, ¿cuáles son algunos de los desafíos que parecemos enfrentar? Analicemos esos desafíos según las suposiciones fundamentales persistentes:

• que la sustancia es material, limitada y capaz de deterioro y desintegración;

• que nuestra vida está basada en ciclos económicos que están fuera de nuestro control;

• que nuestra felicidad depende de la acumulación de bienes materiales para tener prestigio;

• que debemos temer los tiempos de escasez (tal vez esto lo fundamente el temor de pasar hambre o incluso de morir: la creencia de que la vida depende de la materia, que hace falta la materia para vivir);

• que la suerte gobierna (como está ilustrado en las loterías y en el juego por dinero oficialmente autorizados);

• que, si bien puede haber ejemplos excepcionales en los cuales se ha aplicado la oración al mundo de los negocios, la espiritualidad es, por lo general, irreal e impracticable en el amplio campo económico.

Cuando reflexionamos acerca de las complejidades económicas de la época, parece haber una opción en cuanto a cómo encararlas. Podemos encararlas como mortales que vivimos en la materia, limitados y fuera del radio del bien, abrumados por la magnitud de la economía global. Pero tenemos una alternativa, podemos partir del punto de vista de que el hombre es una idea totalmente espiritual, consciente de la naturaleza infinita, de la constante bondad de Dios y de la ley de Dios, del Amor divino.

La teología básica de la Ciencia Cristiana es que, en realidad, sólo hay una clase de hombre (¡y eso incluye a hombres y mujeres!): el hombre de Dios. No hay dos: uno material, limitado, mortal y desposeído, y otro espiritual. Tampoco hay una mezcla de los dos. Dios creó al hombre espiritual, y el hombre permanece así. No hay un ir y venir asociado con Dios. Su presencia y poder son constantes. El es Todo.

De manera que cuando vemos los desafíos que nos rodean desde este ventajoso punto de vista espiritual, no pasamos por alto las alarmantes condiciones económicas en muchas partes del mundo, sino que, lejos de ello, establecemos una base centrada en Dios desde la cual podemos orar para levantar la carga de escasez. La Sra. Eddy, en sus obras sobre Ciencia Cristiana, describe cómo la ley de Dios destruye la escasez y la privación.

Ella demostró en su propia vida la abundancia de bien que está disponible para la creación de Dios. Durante muchos años vivió al día, pero a medida que comprendió cada vez más la infinita bondad de Dios y que el hombre tenía derecho a ella, vio que sus necesidades humanas y las de una iglesia que crecía, fueron satisfechas ampliamente.

Puede obtenerse abundancia de luz espiritual al buscar con afán y profundizar nuestra comprensión de la abundancia del bien espiritual que está disponible para todos. Al escudriñar las leyes espirituales que se hallan en la Biblia, vemos lo que significa ser hijo de Dios. Aprendemos que el hombre es la expresión infinita de Dios, el bien, que es Todo, está en todas partes y es supremo. A medida que nos percatamos más de la verdadera herencia espiritual del hombre, ¿acaso no es lógico esperar que esto se exprese en nuestra vida, de las maneras que tal vez menos esperábamos? Se nos da un indicio en un versículo del Padre Nuestro, con su interpretación espiritual por la Sra. Eddy:

“El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy;
Danos gracia para hoy; alimenta
los afectos hambrientos”.Ciencia y Salud, pág. 17.

A medida que nos esforzamos, mediante la oración, por tener cualidades tales como humildad, paciencia, amor y ternura, vemos que, en realidad, estamos alimentados y que somos dirigidos a dar los pasos prácticos para ayudar a nuestro prójimo de manera más palpable.

Al reflexionar sobre cómo orar con mayor eficacia acerca de asuntos de naturaleza económica, podemos recurrir a todo lo que hemos aprendido al orar para curaciones físicas. Para la curación física no estamos orando (o “usando” un tratamiento de Ciencia Cristiana) para hacer de un cuerpo enfermo un cuerpo sano. Más bien estamos orando para comprender que el hombre de Dios — la verdadera idea espiritual — ya es perfecta. Cristo Jesús dijo: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”. Mateo 5:48. Esta comprensión elimina la aparente permanencia de la enfermedad y efectúa la curación. Así también, al orar acerca del ambiente económico y comercial, tenemos que estar seguros de que no estamos partiendo del móvil de querer cambiar la escasez de materia en abundancia de materia. El hecho espiritual es que la escasez, en sus muchos y variados aspectos, es irreal, no aprobada por la ley de Dios del bien.

Nosotros somos capaces de comprender más plenamente la provisión infinita que Dios tiene disponible para el hombre, en vez de ser mesmerizados por las vicisitudes de la escasez. Podemos empezar a sentir la autoridad espiritual para negar lo que parecen ser los síntomas materiales — limitación, avaricia, falta de honradez, casualidad, y así por el estilo — y a evidenciar cada vez más las realidades de la creación de Dios, las cuales entonces serán expresadas en demostración.

Orar de esta manera no es manipulación mental, una negación intencional de los síntomas. No, es un sometimiento a la ley de Dios, un sometimiento a lo divino, unido a la convicción de que Su ley es ineludible e invariable.

Esa oración es aplicable a cualquier situación, por muy abrumadora que aparente ser, ya sea el resultado de déficits presupuestarios o del hambre.

Cristo Jesús era espiritualmente rico, no obstante, era un hombre que vivía en un ambiente humilde. Comprendió con claridad que los recursos perdurables son de naturaleza espiritual. Estos recursos están basados definitivamente, como la Sra. Eddy lo dice, en la revelación. Escribe: “El talento y el genio de los siglos han calculado erróneamente. No han basado sus argumentos y conclusiones en cuanto al origen y los recursos del ser, — sus combinaciones, fenómenos y resultados — sobre la revelación, sino que, por el contrario, han edificado sobre las arenas del razonamiento humano”.La unidad del bien, pág. 9.

“La sabiduría, la economía y el amor fraternal”

En el Manual de La Iglesia Madre la Sra. Eddy escribe: “Lo que Dios exige. Sección 5. Dios exige que la sabiduría, la economía y el amor fraternal caractericen todos los actos de los miembros de La Iglesia Madre, La Primera Iglesia de Cristo, Científico”.Man., Art. XXIV, Sec. 5. Aun cuando ella incluyó esta exigencia divina bajo el Estatuto que tiene que ver con la administración de los fondos de la iglesia, ¿no es acaso el consejo aplicable a todos nosotros, y no sólo para quienes administran los fondos de La Iglesia Madre? Ella declara que esta exigencia comprende “todos los actos de los miembros de La Iglesia Madre”. Así que nos incumbe ver que nuestras transacciones reflejen esas características.

Sabiduría. Al considerar la sabiduría, esto por cierto indica la necesidad de volvernos con humildad a la Mente divina en busca de guía para percibir espiritualmente. Esto es mucho más profundo que la precaución humana, la cual muy bien podría estar basada en el temor. La sabiduría basada en la comprensión espiritual incluye tales cualidades como pureza, poder espiritual y santidad. La exigencia que se nos hace es que no escuchemos el clamor de las opiniones humanas y busquemos la dirección espiritual.

En cierta ocasión, yo, junto con otros, estábamos interesados en hacer una inversión. Sentí un fuerte impulso espiritual de hacer una inversión contraria a la que había sido recomendada por asesores en inversiones profesionales. Esto era contrario a todo consejo de “Wall Street”, pero era evidente que el hacerlo beneficiaría a la humanidad. Era una industria establecida para traer alivio a los más necesitados del mundo. La decisión se hizo en favor de esta dirección, y en el transcurso de un año los asesores habían oscilado hacia la misma dirección. Debido a esa decisión, resultaron beneficios sustanciales para la institución para la cual yo trabajaba, y la industria en la cual habíamos invertido fondos logró mucho bien.

Economía. Aun cuando la palabra economía puede evocar pensamientos de limitación, su raíz misma es literalmente “manejo de la casa”. El manejo inspirado de los recursos elimina tanto la extravagancia como el desperdicio; nos permite vivir dentro de nuestros ingresos. Cuando Jesús alimentó a los cinco mil, no sólo pudo satisfacer las necesidades de la multitud, sino que se recogió el alimento sobrante. ¿No nos indica esto que hoy en día es muy necesario tener mayor cuidado en el uso de los recursos del mundo? Esto puede incluir la necesidad de que tratemos más nuestros propios recursos mediante la oración, si hemos de aproximarnos al sentido de provisión celestial ilustrado en el ejemple de Jesús.

Amor fraternal. En tercer lugar, la Sra. Eddy hace resaltar la necesidad de amor fraternal, la comunicación desinteresada con quienes nos rodean. A medida que compartimos nuestras abundantes riquezas espirituales, estamos en verdad reconociendo que no estamos perdiendo nada, más bien estamos demostrando que la fuente de todo bien es infinita y siempre está disponible. No nos enriquecemos a expensas de otros, dejando a otros desempleados innecesariamente, patrocinando el sensualismo, o haciendo difícil la vida de los demás.

A un próspero hombre de negocios le fue hecha una proposición que consistía en comprar una pequeña industria comercial. Un plan incluía la venta de las instalaciones, desmantelar la empresa, y con ello dejar sin empleo a unos cincuenta y cuatro empleados. Pero, en lugar de eso, compró la pequeña industria y consiguió un préstamo para poner en marcha a la compañía nuevamente. La compañía prosperó haciendo ganancias y continuó haciéndolo por más de quince años. La tentación de hacer una ganancia rápida a expensas de otros fue rechazada por amor a los que hubieran sido afectados. Esta comprensión más profunda del amor fraternal bendijo al hombre de negocios y a su familia, a los empleados, y a todos los que se beneficiaron de los productos de la compañía.

Orar más ampliamente

¿Ha visto usted alguna vez en la televisión un informe sobre pobreza económica y hambre en un país lejano, de desempleo masivo, o de conflictos laborales, y ha sentido un profundo deseo de ayudar? ¿Podemos orar acerca de asuntos globales donde la inequidad económica, la desesperación o la falta de armonía están desenfrenadas? ¿Podemos ver resultados favorables?

Como cristianos, ¿no debemos estar conscientes de los dos grandes mandamientos a los cuales Jesús se refirió, de amar a Dios y a nuestro prójimo como a nosotros mismos? Ver Mateo 22:37–40.

Al amar a nuestro prójimo, ya sea que viva a la vuelta de la esquina o alrededor del mundo, ¿podemos verlo de alguna otra manera que no sea como la expresión infinita y bendita de Dios? La respuesta tiene que ser un “no” enfático. Mientras que puede ser muy fácil sentirse abrumado por la escasez de mercancías como he presenciado en partes de Europa Oriental o la cíclica escasez de alimentos en Africa, tenemos que orar para sanar y vencer lo que parece ser la raíz de las causas.

Al orar es esencial que comprendamos que lo estamos haciendo con poder. Nada puede realmente resistir el poder de la oración. La oración enfocada a asuntos locales, nacionales o mundiales es eficaz.

Hace pocos años una comunidad estaba desesperada porque los obreros de la industria principal — una fábrica de acero — estaban en huelga. La situación era crítica y estaba agravada por una huelga local de maestros. Los miembros de esa comunidad oraron profunda y persistentemente. Los miembros de una iglesia pidieron a un conferenciante de la Ciencia Cristiana que viniera a su comunidad. Trabajaron con el conferenciante con devoción en el arreglo de una entrevista que se efectuaría en un programa de radio local. Eso tuvo el efecto de enfocar la oración en esa situación. La oración continuó después de la conferencia, para que se viera con mayor claridad la abundancia de bien para todos los interesados. Es interesante notar que el día siguiente a la conferencia la huelga de los maestros terminó, y muy poco después la otra huelga, que llevaba mucho tiempo, también se arregló. De hecho, la compañía contrató a más obreros y empezó a calentar más altos hornos durante una época que no era considerada propicia para la industria del acero. Los informes de la televisión describieron el giro favorable de la fábrica de acero como “milagroso”. ¿Acaso no fue esto una prueba de la ley del amor de Dios en acción que bendijo a una comunidad mediante la oración?

Es muy liberador reconocer que la fuente de toda sustancia es Dios, la Mente divina. A medida que profundizamos nuestro concepto de Su abundancia para todos, veremos esto expresado hoy en día.

El Salmista preguntó: “¿Podrá [Dios] poner mesa en el desierto?” Salmo 78:19. Sí, El puede, y lo hace. A medida que profundicemos en “la ley de Jehová”, obedezcamos firmemente la moral y la ética de la ley del amor de Dios, ciertamente veremos Su provisión más ampliamente manifestada para toda la humanidad.

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