A medida que nos acercamos al final del siglo veinte, tal vez más que antes, los pueblos del mundo están familiarizados con el tema de la economía y sus muchas ramificaciones, y sumamente interesados en él. Este interés puede incluir desde la venta de magras cosechas en un país en desarrollo, donde muchos viven a un nivel de subsistencia, a empresas que manejan billones de dólares con su correspondiente impacto de gran alcance. Para muchos, el interés y la preocupación aumentan mediante la comunicación virtualmente instantánea y el gran énfasis que ponen los medios de información sobre asuntos relacionados con lo que globalmente se conoce como “negocios”.
Hoy en día, más y más gente está enterada de las fluctuaciones en los precios de mercancías, tipos de cambio, ganancias, pérdidas, balanza de pagos y déficits. Con frecuencia, la atención se fija en la necesidad de acumular bienes materiales con poca consideración de los valores espirituales. La adquisición de recursos materiales es ampliamente aceptada como una señal de éxito. No es difícil ver cómo el temor, el desaliento, e incluso la desesperación pueden insinuarse cuando las personas y las sociedades se ven a sí mismas como víctimas de las circunstancias, temerosas de que puedan caer en la pobreza.
No obstante, Cristo Jesús dijo: “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. Mateo 6:33. ¿Tiene realmente sentido buscar el reino de Dios, procurar comprender cada vez más la presencia, el poder y la totalidad de Dios? La vida entera de Jesús dio la respuesta afirmativa “sí”. Es la abundancia de ideas espirituales la que responde a todas nuestras necesidades, y la aplicación de ideas espirituales a la escena humana constituyen los “negocios”.
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