A lo largo de los años he tenido muchas oportunidades de crecer espiritualmente, aunque en esos momentos no las haya visto de inmediato como tales.
Quizás la experiencia que más me impactó, la que resultó ser el mayor paso de progreso en mi viaje espiritual, se produjo cuando me encontré de pronto sola con tres hijos pequeños a mi cargo y sin ninguna preparación para trabajar, o, por lo menos, así lo veía en ese momento. A pesar del amoroso apoyo de mi familia y de mis amigos, además de la ayuda periódica de una practicista de la Ciencia Cristiana, mi salud física y mental se fue a pique. Me sentía completamente aislada. ¿Por qué? Porque relacionaba el amor y la seguridad con el matrimonio y el hogar. Ahora ambos habían desaparecido.
Agréguese a esto un sentimiento de hipocresía que me había impuesto. Cumplía con mis deberes de miembro de la iglesia con una sonrisa, pero en el fondo estaba llorando. Sintiendo que debía ser la más pobre representante de la Iglesia de Cristo, Científico, escribí a la Secretaria de La Iglesia Madre solicitando que se me diera de baja como miembro, exponiendo mis razones para hacerlo. Ahora reconozco que tenía un falso sentido de responsabilidad que me hacía ver que era inadecuada para ser miembro. Pero en ese momento renunciar a mi afiliación me pareció lo más honesto que podía hacer.
La respuesta de la Secretaria fue inmediata. Nunca antes me había sentido tan tiernamente abrazada y tan amada. ¡La Iglesia Madre es realmente una madre! La carta no contenía ni siquiera una insinuación de condena; sólo la verdad alentadora sobre mi identidad espiritual como hija de Dios, segura y amada. Incluía referencias útiles para mi propio estudio; pero la última parte de la carta respondió a mi mayor necesidad en ese preciso momento. No me daba de baja automáticamente como miembro y me pedía que orara durante un tiempo acerca de la decisión que había tomado. Si al final de ese período, todavía sentía que deseaba renunciar, mi solicitud sería concedida con todo gusto. Naturalmente, eso nunca sucedió.
La Sra. Eddy escribe: “Nuestra confianza en las cosas materiales debe transferirse a la percepción y confianza en las cosas espirituales”.Restrospección e Introspección, pág. 28. Me di cuenta de que me había vuelto muy dependiente de otro ser humano para que me apoyara tanto desde el punto de vista financiero como del emocional. Una casa edificada a nuestro gusto en un paraje donde siempre había anhelado vivir, ya no formaba parte de mi vida. Es obvio que las cosas basadas en la materia no permanecen para siempre. Tenía que cambiar mi concepto de compañerismo, hogar, ingresos, por un concepto más espiritual, más sustancial. Me volví a Dios de todo corazón a fin de aprender qué son la seguridad, la felicidad y la abundancia permanentes.
¿Fue acaso que sufrí una rápida transformación y pasé de sentir que me estaba ahogando, a nadar vigorosamente? En absoluto. Pero el amor y el entendimiento que me trajo esa carta de La Iglesia Madre fueron la cuerda de salvamento que necesitaba para sostenerme al comenzar a avanzar en mi viaje hacia el Espíritu.
Ninguna circunstancia, ninguna persona, ningún mal tiene el poder de separarnos de la fuente de todo el bien, el origen de nuestro mismo ser, Dios, el Amor. En realidad, la presencia de Dios en nuestra vida no puede ser interrumpida o distorsionada. Sólo parece estarlo cuando permitimos que nuestro pensamiento se desvíe del curso correcto, el único curso: el que está en línea con la Verdad. ¡Qué importante es adherirse al Primer Mandamiento: “No tendrás dioses ajenos delante de mí”! Ex. 20:3. La autocompasión puede volverse un hábito, al que nos aferramos sin darnos cuenta. Reconocer a Dios como la Mente, como nuestra única y verdadera fuente de pensamiento y de inteligencia, impide que nos dejemos caer en ese estado de apatía mental. Comprender la presencia total de la Mente nos da fortaleza y nos orienta a hacer todo lo que se necesita hacer en el momento preciso.
La Sra. Eddy nos da esta definición de Iglesia en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud: “La estructura de la Verdad y el Amor; todo lo que descansa en el Principio divino y procede de él.
“La Iglesia es aquella institución que da prueba de su utilidad y eleva a la raza humana, despierta al entendimiento dormido de las creencias materiales para que comprenda las ideas espirituales y demuestre la Ciencia divina, y así echa fuera a los demonios, o al error, y sana a los enfermos”.Ciencia y Salud, pág. 583.
¿Qué mayor “prueba de su utilidad” encontramos que el amor que nos eleva de la creencia en una identidad basada en la materia; un amor que nos despierta a las ideas espirituales y a la demostración? Afiliarse a La Iglesia Madre significa más que unirse a ella, significa unirse con el verdadero amor cristiano, ser apoyados por las oraciones diarias y el progreso espiritual de los Científicos Cristianos en todo el mundo. Si aún no ha dado este paso, ore sobre esto ¡hoy mismo!
