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Pongamos la moralidad en nuestra agenda personal

Del número de mayo de 1990 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En un libro que apareció hace poco: An Agenda for the 21st Century, la moralidad básica está considerada como un asunto principal que la sociedad debe encarar con firmeza en los próximos años. El redactor del libro, al citar a uno de los historiadores más respetados de nuestro tiempo, hace esta observación: “Cuando se le pidió que caracterizara el presente, Bárbara Tuchman lo llamó 'una era de desorganización'. Y ella dijo que la desorganización más grande se halla en 'el deterioro de la moralidad pública' ”. Rushworth M. Kidder, An Agenda for the 21st Century (Cambridge, Massachusetts: The MIT Press, 1987), pág. 201.

Mucha de la inmoralidad de hoy en día parece estar fomentada por un egoísmo que se preocupa, principalmente, sólo en lo que es “bueno para mí”. Y esto llamado “bueno” es definido casi exclusivamente en términos materiales: por lo que se siente bien o por lo que promete aumentar el poder, influencia o control personales.

En muchas formas, la inmoralidad está basada en un sentido muy limitado del bien. Es una clase de sistema de creencia la que ha decidido que sencillamente no hay suficiente bien para todos y que, por lo tanto, es necesario obtener tanto como podamos y tan rápidamente como podamos y en cualquier forma que podamos. En consecuencia, la inmoralidad busca atajos, abusa de los derechos y perjudica a la gente. Cualquier ventaja temporaria que parece ganar, es con frecuencia a expensas de otros. Y puede muy pronto degradar nuestro propio respeto y sentido de dignidad. Peor aún, la inmoralidad puede con el tiempo destruir carreras, familias, aun literalmente nuestra existencia humana.

Si una desintegración de los valores morales es el gran desorganizador del significado y propósito en la vida, de la paz y el bienestar, de la confianza y esperanza, entonces, sin duda, vale la pena salvar la moralidad de las cenizas del materialismo y egoísmo del siglo veinte. Y debido a que es casi imposible legislar la moralidad con éxito, el trabajo tiene que empezar — y luego continuar — fundamentalmente en la vida de cada persona. Uno por uno, cada uno de nosotros puede participar en elevar la norma hasta que esté lo suficientemente alta como para que otros empiecen a verla como una insignia que no sólo se desea, sino que se sigue.

Esa es una de las razones de que nuestra moral personal sea tan importante. Más allá de los efectos saludables de la bondad humana solamente, a la moral se le dará un poder aún mayor para elevar a la humanidad cuando esté respaldada por la espiritualidad que se desarrolla mediante la comprensión de nuestra verdadera relación con Dios.

Si podemos percibir que nuestra vida no gira en una órbita propia, desconectada de alguna manera del resto de la creación y de la fuente misma de nuestra vida verdadera, la cual está en Dios, entonces empezamos a adquirir un reconocimiento del significado más amplio de cada uno de nuestros pensamientos, palabras y acciones. La vida no se vive en un vacío. Lo que pensamos y hacemos siempre tiene consecuencias. Lo que pensamos y hacemos produce un impacto en nuestro mundo. Así que siempre debemos estar esforzándonos para que nuestros pensamientos y acciones sirvan de alguna manera a Dios, ayudando a nuestro prójimo, hombre o mujer.

Cristo Jesús enseñó a sus discípulos: “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios”. Mateo 5:8. Una de las cosas que aprendemos al esforzarnos por seguir las enseñanzas de Jesús es que Dios, la inteligencia ilimitada que gobierna a todo el ser verdadero, tiene un designio para Su creación que tiene que ser total y universalmente bueno. La Ciencia Cristiana explica que la creación de Dios tiene que manifestar la naturaleza de Dios. A medida que llegamos a “ver” a Dios, a medida que llegamos a conocerlo y a sentir Su presencia, también empezamos a vernos a nosotros mismos como Su imagen y semejanza espirituales, completos, no faltándonos nada: ni el bien, ni el amor, ni la sustancia, ni la satisfacción espiritual. Dios, que es Amor, Verdad y Principio infinitos, ha creado a Sus hijos — que, en realidad, somos todos nosotros — para que expresen el amor puro del Amor divino, la constante verdad de la Verdad divina, la integridad inmaculada del Principio divino.

El comprender algo de esta realidad espiritual y esforzarnos por demostrarla día a día, impulsan los valores morales que son elevados, firmes, seguros, permanentes y poderosos. “La honradez es poder espiritual”,Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 453. escribe Mary Baker Eddy en Ciencia y Salud, el libro de texto de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens). Este es poder espiritual que nos capacita para comprender el bien verdadero, para cumplir nuestras mejores esperanzas, y para cooperar, con nuestra vida, al mejoramiento de la humanidad.

En los párrafos finales del libro Agenda sobre los principales temas que enfrenta el siglo 21, el redactor Rushworth Kidder resume lo que muchos pensadores prominentes consideran que se pedirá a la sociedad para que responda con eficacia a una amplia gama de serios desafíos. El Sr. Kidder habla del significado de los esfuerzos de la sociedad para hallar soluciones mediante el planeamiento de una agenda formal o pública. Pero estos esfuerzos tienen que guardar un equilibrio con los requisitos igualmente esenciales para desarrollar lo que él llama una agenda personal y privada. Esto tiene que ver con los valores e ideales que las personas consideran más importantes en sus propias vidas. La agenda privada debe ser, entonces, algo que cada persona está dispuesta a poner en práctica para el beneficio de otros.

Como el Sr. Kidder escribe: “Si hemos de lograr que el siglo venidero sea una era digna de ser habitada, no lo lograremos simplemente resolviendo, de arriba a abajo, los asuntos en la agenda formal. Lo lograremos porque las personas en todas partes están tomando en serio la agenda personal, están edificando dentro de ellos mismos una sociedad más íntegra de abajo hacia arriba". Kidder, pág. 205.

Los valores morales son, con certeza, algo que todos nosotros podemos poner en nuestras agendas personales hoy en día. Entonces podemos esperar que la moralidad, cuando está apoyada y dirigida por el sentido espiritual, fortalezca sólidamente la fibra misma de la sociedad en que vivimos.

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