Antes de que mi esposo y yo nos casáramos, él se había interesado en la Ciencia Cristiana. Después de la Segunda Guerra Mundial, cuando su médico ya no pudo hacer nada por él, fue sanado de una profunda depresión por medio de esta Ciencia.
Comencé a asistir con mi esposo a una filial de la Iglesia de Cristo, Científico. Pronto me di cuenta de que nada perdería si renunciaba a la iglesia en la que había sido bautizada y confirmada, y que había mucho que ganar al afiliarme a la Iglesia de Cristo, Científico.
Una de mis primeras curaciones en la Ciencia Cristiana fue de reumatismo, condición que se consideraba hereditaria. Muchas veces en mi juventud me había sido difícil caminar, y ya de adulta, de vez en cuando tenía que quedarme en cama por varias semanas. Las medicinas que me daban aliviaban el dolor, pero no sanaban la enfermedad.
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