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En El Año 1986, después de haber...

Del número de febrero de 1992 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En El Año 1986, después de haber estudiado la Ciencia Cristiana por dos años, mis dos hermanitas (que en ese tiempo tenían quince y once años respectivamente) estaban sufriendo desde hacía tiempo de caries dentales. Con frecuencia se las veía sufrir con mucho dolor.

Un día al estudiar la Biblia y Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, las vi buscando la medicina que acostumbraban tomar para calmar el dolor, pero se había agotado. Aproveché esta oportunidad para sugerirles que probaran el tratamiento en la Ciencia Cristiana. Ellas aceptaron. Entonces les hablé de Dios, el Espíritu, y de Su perfecta creación espiritual, que excluye la enfermedad y el dolor. Les dije que cada uno de nosotros estaba incluido en esa creación perfecta.

Esa mañana yo había alcanzado la maravillosa percepción de que Cristo Jesús daba gracias a Dios antes de sus demostraciones de poder espiritual (véase el Evangelio según Juan acerca del abundante abastecimiento de pan y la resurrección de Lázaro). Esto me demostró que Jesús confiaba completamente en Dios. Traté de hacer lo mismo afirmando mentalmente que puesto que Dios, el Espíritu, es bueno, la idea que El creó no puede estar sujeta a deterioro ni a cualquier otra clase de mal. Como dice Ciencia y Salud: “Una idea espiritual no tiene ni un solo elemento de error, y esa verdad elimina debidamente todo lo que sea nocivo”.

Pronto mis hermanas dejaron de sentir dolor. En un caso, el diente cariado salió sin ningún dolor y en su lugar creció un diente nuevo. La caries en el diente de la otra niña se llenó y el diente quedó completamente sano. Mis hermanas confirmaron, dos años después, que las curaciones habían sido permanentes. Estas curaciones dieron motivo para que las tres sintiéramos mucha gratitud.

En el año 1987, me pude sanar en una noche de lo que parecía ser un fuerte ataque de malaria. (Mi compañera de cuarto en la universidad pensaba que yo no podría pasar la noche sin tomar medicinas.) Mientras permanecía acostada, meditaba sobre la “exposición científica del ser” y la descripción del hombre que se encuentran en el capítulo “Recapitulación” en Ciencia y Salud. Me ayudaron especialmente las siguientes palabras sobre el hombre: “lo que no tiene ni una sola cualidad que no derive de la Deidad; lo que no posee, de sí mismo, ni vida ni inteligencia ni poder creativo, sino que refleja espiritualmente todo lo que pertenece a su Hacedor”. Pasé una noche tranquila y me desperté bien al día siguiente. Desde entonces no se ha vuelto a presentar el problema.

Las bendiciones que he recibido por medio de la Ciencia Cristiana han sido numerosas. Lo mejor de todo es el hecho de que en cierta medida he podido desprenderme de la carga de crítica destructiva, el odio (inclusive a los animales), ira, timidez, justificación propia, sensualidad y envidia. Naturalmente que ha sido una fuerte lucha, pero tal como lo dice la Sra. Eddy en Escritos Misceláneos: “La Verdad trae sosiego, y el Amor triunfa”. Este crecimiento espiritual me ha traído una mayor consagración a la oración diaria.

Mi gratitud por nuestra venerada Guía, la Sra. Eddy, por haberme mostrado cómo amar a Dios y al hombre, no tiene límites. También siento una gran admiración por aquellos en el mundo que se han dedicado a la Causa de la Ciencia Cristiana.


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