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La Ciencia Cristiana ha sido un...

Del número de febrero de 1992 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La Ciencia Cristiana ha sido un gran regalo para mí. Ha estabilizado mi vida diaria. Me ha enriquecido espiritualmente, y por medio del estudio de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, me ha sanado. Las curaciones han sido numerosas desde que conocí la Ciencia Cristiana hace dos años. Entre ellas se encuentra la curación de una enfermedad inmunológica que la medicina material no puede sanar.

Hace dos años y medio, los médicos, basándose en análisis de sangre y síntomas, me dijeron que tenía una misteriosa enfermedad inmunológica, conocida como el virus Epstein-Barr, también conocida como síndrome de fatiga crónica. Esta condición era tal que yo no podía trabajar tiempo completo, manejar, caminar ni permanecer sentada por más de veinte minutos sin caerme al suelo o en una cama.

Durante esa época probé muchos métodos alternativos para lograr la curación. Como miembro de un grupo de investigación en un laboratorio inmunológico, yo sabía que la medicina moderna no tenía remedio para esto, como tampoco lo tenía la medicina ayurvedina, la medicina china ni la medicina homeopática. Ni los sanadores psíquicos, la terapia basada en vitaminas ni la psicoterapia pudieron aliviar esta dificultad.

Después de muchos meses de búsqueda, por fin me di por vencida. Le di la espalda a los métodos materiales, y me rendí completamente a Dios. Había llegado al final de los recursos humanos.

Varias semanas después, en circunstancias muy inusuales e inesperadas, me enteré acerca de la Ciencia Cristiana. Los hechos se sucedieron rápidamente después de eso. Una tarde asistí a una reunión de testimonios de los miércoles en una iglesia filial, obtuve un ejemplar de Ciencia y Salud, y conocí a una practicista de la Ciencia Cristiana.

Después de mi primera visita a la practicista, no tuve la menor duda de que la práctica de la Ciencia Cristiana era una manera segura y no agresiva de recobrar la salud. Las verdades de las Escrituras serían los únicos medios usados para lograr la curación. La practicista me dio versículos de la Biblia y varios pasajes de Ciencia y Salud, los cuales estudié diligentemente. En particular, recuerdo las primeras referencias que leí de Ciencia y Salud: “El temor, el cual es un elemento de toda enfermedad, tiene que ser expulsado para reajustar la balanza a favor de Dios”, y de Isaías: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia”. Mi progreso para lograr el restablecimiento fue rápido.

En pocos días, podía quedarme de pie por muchas horas. Escéptica por naturaleza, puse a prueba esta nueva fuerza que había obtenido. Caminé, manejé y navegué a vela, y mi convicción en la curación aumentó porque no hubo ninguna de las recaídas que siempre había experimentado antes.

Algunas semanas más tarde, estaba de vuelta trabajando horario completo. Continué trabajando con la practicista para aprender más acerca de Dios y de Su poder sanador por medio del estudio de las Escrituras y de Ciencia y Salud. Completamente restablecida, muy pronto reanudé mis usuales responsabilidades y actividades en mi tiempo libre.

Como una persona que no es miembro de la Iglesia de Cristo, Científico, encuentro que el estudio y la práctica de la Ciencia Cristiana es un magnífico regalo; continúo descubriendo los muchos tesoros que contiene este regalo.


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