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Instrucción en clase Primaria: una preparación del corazón

Del número de febrero de 1992 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Nunca Ha Sido tan evidente que el mundo necesita nuestra oración, nuestra vida dedicada y nuestro trabajo de curación. ¿Cómo podemos prepararnos para estar a la altura de estas exigencias?

Las Escrituras ponen énfasis en la disposición espiritual: “La disposición del corazón del hombre y la respuesta de la lengua son de Jehová” (según la versión King James). Esta promesa parece especialmente atrayente si estamos buscando con sinceridad demostrar la ley divina de Dios en las situaciones del diario vivir. Cuando vislumbramos la realidad tangible del amor todopoderoso y de la infinita bondad de Dios, es natural que sintamos el deseo de ayudar más plenamente a sanar los males de la humanidad.

Cuando los estudiantes de la Ciencia Cristiana se hacen miembros de la Iglesia de Cristo, Científico, se comprometen, en el sentido más amplio, a practicar el cristianismo, es decir, desean seguir a Cristo Jesús dando prueba de su fe por medio de sus obras. Ellos comprenden que esta exigencia divina de sanar al enfermo y al pecador requiere de un profundo compromiso, una disposición del corazón, y la regeneración diaria que llega a medida que uno se va acercando más a Dios y a Su Cristo.

La cláusula que estableció la Sra. Eddy en el Manual de La Iglesia Madre para la instrucción en clase Primaria, es una parte vital de la Iglesia que ella organizó para “conmemorar la palabra y las obras de nuestro Maestro, la cual habría de restablecer el Cristianismo primitivo y su perdido elemento de curación” (Manual).

La instrucción en clase es un paso natural para alguien que se está esforzando por emular el cristianismo que Jesús vivió con tanta perfección y enseñó a sus seguidores en el Sermón del Monte. La humildad, una profunda compasión y un hambre y sed por las cosas perdurables del Espíritu, preparan el pensamiento para la instrucción espiritual. El Maestro puso bien en claro que la obediencia a la ley de Dios en las minucias de la vida humana (y esto incluye una moral elevada) y el adherirse a la Regla de Oro, son los requisitos para ser discípulo de Cristo.

El motivo de un estudiante para tomar clase nunca debe ser la exaltación propia o la ambición, sino que debe estar basado en un profundo amor a Dios y a la humanidad. El corazón que continuamente tiende hacia el Cristo, la Verdad, con honestidad y humildad, es el corazón que con mayor rapidez se llena de amor desinteresado.

Cuando un estudiante abriga el pensamiento de tomar instrucción en clase y ora para ser guiado, Dios responde a la oración. Se harán perceptibles cuál ha de ser el maestro, el momento adecuado, y cómo lograr la provisión necesaria para cubrir los gastos que se requieren. Algunos estudiantes han encontrado que el maestro [destinado] para ellos vivía muy cerca; otros han sido atraídos por maestros que vivían del otro lado del mundo. Cuando el maestro y el alumno se unen en oración sincera para permitir que sea la voluntad de Dios — y no los planes humanos — la que los guíe, se llega a decisiones y respuestas llenas de sabiduría.

La pregunta importante: “¿Qué puedo esperar de la instrucción en clase?” tiene su respuesta en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud y los otros escritos de la Sra. Eddy. La instrucción en clase Primaria se basa en el capítulo “Recapitulación” del libro de texto. Este capítulo explica el método científico de la curación. Presenta al alumno la infinita naturaleza de Dios, Su totalidad, la perfección de Su creación y la presente realidad de la naturaleza espiritual del hombre a la imagen y semejanza de Dios, el Espíritu.

Percibiendo en cierta medida la totalidad de Dios, el Principio divino, y la realidad y supremacía eternamente presentes del gobierno de Dios, los alumnos aprenden desde esta base absoluta cómo superar las sugestiones falsas. Ellos dan el primer paso hacia la comprensión de la total irrealidad de cualquier otro poder aparte de Dios, el bien omnipotente.

El aspecto fundamental de la instrucción reside en una comprensión del radical método de curación de Cristo Jesús y la preparación del alumno para esta sagrada labor de la curación mediante el Cristo. Al finalizar la clase, el alumno debe comprender que es el poder del Cristo, la Verdad, en la consciencia humana, y no meramente la habilidad humana, lo que le permite poner en práctica lo que le han enseñado. Al utilizar las reglas científicas que ha estudiado, poco a poco descubre el gozo de demostrar en su vida la Ciencia del Cristo.

Una joven que acababa de tomar instrucción en clase Primaria de la Ciencia Cristiana, tenía un gran deseo de encontrar un campo de acción donde pudiese ser de mayor utilidad. La carrera que había elegido y en la cual estaba desarrollando su actividad, era la de maestra de escuela primaria. Aunque disfrutaba de su labor con los niños, deseaba prestar un servicio más amplio dentro de su comunidad.

Habló de esto con su maestro de la Ciencia Cristiana. El maestro le indicó que se dejara guiar por Dios y le recordó las palabras de la Sra. Eddy en Ciencia y Salud, que la Verdad siempre “desenvuelve su propia idea inmortal”. La joven oró con toda sinceridad, hasta que pudo dejar de lado todos los planes humanos y confiar en el plan de Dios y su desarrollo del bien. Poco después le pidieron que enseñara en una clase de niños de diez a doce años de la Escuela Dominical de la iglesia filial de la Ciencia Cristiana a la que pertenecía. Varios de sus alumnos le preguntaron si podría orar, junto con ellos, respecto a algunos problemas físicos que tenían. Se produjeron rápidas curaciones.

Luego algunos amigos y miembros de la iglesia también comenzaron a pedirle tratamiento en la Ciencia Cristiana, pero a esas alturas la joven ni siquiera ganaba lo suficiente para pagar sus gastos. Volviéndose a Dios, oró diariamente en busca de dirección. A los pocos días, la directora de una escuela donde ella había dado clases años atrás, la llamó para preguntarle si estaría dispuesta a dar clases por la mañana para niños con necesidades especiales de aprendizaje. Ella aceptó el ofrecimiento. Ese empleo le dejaba las tardes libres para la práctica de la Ciencia Cristiana, para estudiar y para orar por su comunidad y el mundo. Al término de su tarea como maestra al finalizar el año lectivo, la joven tenía suficiente trabajo como para mantenerse ocupada todo el día en la práctica pública de la Ciencia Cristiana y su nombre fue pronto anunciado en The Christian Science Journal.

La instrucción en clase Primaria está diseñada para preparar y equipar a estudiantes a fin de que practiquen la Ciencia Cristiana de manera más plena. Sabemos que nuestra Guía esperaba que los miembros de su Iglesia fuesen sanadores. El Manual de La Iglesia dice: “Sanar al enfermo y al pecador con la Verdad, demuestra lo que afirmamos sobre la Ciencia Cristiana, y nada puede substituir esta demostración. Yo recomiendo que cada miembro de esta Iglesia se esfuerce por demostrar con su práctica que la Ciencia Cristiana sana al enfermo rápida y completamente, probando así que esta Ciencia es todo lo que afirmamos que es”.

Cuando humildemente nos preparamos para esta vital tarea de curación, encontramos que constantemente estamos percibiendo, y cada vez en mayor medida, la inmensa realidad de la bondad de Dios y Su tierno cuidado por todos Sus hijos. Sentimos el poder del Cristo que trabaja con nosotros, cuando compartimos con otros el consuelo de la Ciencia divina. Como practicistas fieles de la Ciencia del cristianismo, hacemos una diferencia para nuestro mundo. Apresuramos el día en que en forma natural todos se volverán a Dios, la fuente de todo el bien, en busca de las respuestas espirituales que necesitan.

Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría,
pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente
y sin reproche, y le será dada.
Pero pida con fe, no dudando nada.

Santiago 1:5, 6

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