Me Entere De la Ciencia Cristiana por primera vez cuando estaba en la escuela primaria. A menudo observaba las palabras “Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana” en un edificio por el cual pasaba frecuentemente en auto con mi familia. Durante esos años no le pregunté a nadie sobre la Ciencia Cristiana. Pero varios años después, cuando encontré a una maestra de la escuela secundaria cuya vida radiaba amor, me sentí forzada a averiguar el motivo. Me contestó que se debía a la Ciencia Cristiana. Fue entonces que comencé a investigar la Ciencia.
En esa época usaba un braguero en la espalda, debido a una curvatura de la espina dorsal. Me convencí de que la Ciencia Cristiana podía sanarme de la necesidad de usarlo, a pesar de que me habían dicho que tendría que usar el braguero por algunos años. Sin embargo, mi familia no quería que me informara acerca de la Ciencia Cristiana, de manera que terminé la escuela secundaria sin dedicarme a estudiar la Ciencia y aceptando el pronóstico médico sobre mi espalda. Durante toda esa época, en mi pensamiento se llevaba a cabo una gran búsqueda espiritual, porque no me satisfacían las enseñanzas de la iglesia de mi familia.
Durante el primer trimestre del primer año en la universidad, me suscribí a The Christian Science Monitor y leía el artículo religioso diario con regularidad. Esos artículos me ayudaron a menudo a superar situaciones difíciles de la vida universitaria, incluso en mi trabajo académico, que al principio fue extremadamente exigente para mí. Durante una semana especialmente difícil, vi un anuncio sobre una conferencia de la Ciencia Cristiana que se iba a dar en la universidad. Después de asistir a la conferencia y de obtener mucha inspiración, solicité Ciencia y Salud por la Sra. Eddy y empecé a estudiar seriamente la Ciencia Cristiana.
Cuando volví a casa para las vacaciones de Navidad, tenía una cita con un médico para que examinara el progreso del estado de mi espalda. Cuando mi madre y yo nos sentamos en su consultorio, al mirar la radiografía, el médico preguntó de repente, señalando el braguero en el rincón: “¿Para qué trajo eso? ¡No lo necesita más!” Estaba muy agradecida de haberme librado del braguero mucho más rápido de lo que se esperaba.
En mi corazón yo sabía que había tenido una curación en la Ciencia Cristiana, aunque mi familia la consideró una simple coincidencia. Llena de gratitud, regresé a la universidad, continué estudiando la Ciencia y comencé a asistir a la Escuela Dominical y a las reuniones de la organización de la Ciencia Cristiana en mi universidad.
El médico me había aconsejado que tuviera cuidado de no levantar nada pesado y me había dicho que me sería muy difícil tener bebés. También me dijo que tendría que hacer ejercicios especiales el resto de mi vida para evitar tener problemas de espalda en el futuro. Han pasado muchos años desde esa curación y no se cumplió ni una sola de las predicciones.
He escalado montañas llevando una mochila de 15 kilos sobre la espalda, he dado a luz a tres bebés y he tenido la oportunidad de trabajar como enfermera de la Ciencia Cristiana, a menudo levantando pacientes varias veces al día, todo sin dificultad y sin los ejercicios especiales prescritos por el médico.
Estoy llena de gratitud a Dios por el poder y la verdad del siguiente pasaje de 1 Juan en la Biblia: “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor”. Librarme del temor ha sido uno de los beneficios más grandes de mi estudio y práctica de la Ciencia Cristiana. También me siento agradecida por la dedicación desinteresada de Cristo Jesús y de su seguidora, la Sra. Eddy, al traer la verdad del ser espiritual del hombre a la humanidad.
Sunnyvale, California, E.U.A.
