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Recuerdo Cuando, Hace algunos...

Del número de febrero de 1992 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Recuerdo Cuando, Hace algunos años, trabajaba para una compañía que servía comidas, cocinando, preparando ensaladas y lavando platos. Parecía que esa clase de trabajo era lo único que haría toda mi vida, ya que era lo único que siempre había hecho durante varios años.

Luego mi vida comenzó a tomar un rumbo diferente. Me interesé en la administración de empresas y comencé a tomar clases de contabilidad por la noche, en una universidad de la comunidad donde vivía. No imaginé hasta dónde me llevaría esto. En aquel momento lo que más me preocupaba en relación con mis estudios era abrir mi propio negocio. Me trasladé a una importante universidad, me inscribí en la carrera de administración y comencé a asistir a los cursos durante el día. Mi interés aumentó al punto de esforzarme por obtener un título, y con el tiempo hasta estudié dos carreras. Estaba ocupado con un programa de estudios e incluso me mantenía económicamente.

Tuve que enfrentar muchos desafíos que me hicieron crecer espiritualmente. Muchas veces parecía que no me alcanzaba el dinero. Por ejemplo, en una ocasión se acercaba el final del semestre y yo estaba atrasado en mis cuentas: debía cientos de dólares, incluso el alquiler. Entonces, el motor de mi auto se averió en forma tal que no tuvo arreglo. El auto estaba inservible.

Sin embargo, como Científico Cristiano comprendí que mi subsistencia no venía simplemente de una cuenta de banco. Había estado atento a la dirección de Dios, y sabía que El es la fuente de todo bien y que lo gobierna todo. Su cuidado del hombre es ilimitado pues consiste en ideas activas, espirituales. Pronto pude comprar un auto nuevo. Tuve los recursos necesarios para pagar mis cuentas, y finalicé el siguiente semestre con calificaciones altas, confiando en Dios a cada paso. Este es sólo un ejemplo de los muchos desafíos que tuve que enfrentar cuando estudiaba en la universidad.

Mientras estudiaba y trabajaba a la vez, hubo momentos en que durante la semana apenas tenía una hora libre. Deseaba poder tener más tiempo para mí para estudiar la Ciencia Cristiana, y me esforcé de todo corazón por aplicar sus enseñanzas. Oré para tener más tiempo para estudiar. Mi oración fue respondida con un buen trabajo que conseguí a mitad de mis estudios universitarios, que me permitió dedicar mucho tiempo al estudio de la Ciencia Cristiana y a la oración. Pude graduarme con los mejores promedios y obtener dos títulos en aproximadamente cuatro años.

Poco tiempo después de haber terminado mis estudios, me proporcionaron un departamento por el que no tenía que pagar renta, y tuve suficiente tiempo para estudiar la Biblia y los escritos de la Sra. Eddy. Aproveché en todo lo posible esta oportunidad, y resultó ser un período sumamente fructífero. Sentía que Dios me había dado ese tiempo, así que decidí darle a Dios mi vida, así como mi tiempo, y dejar que El actuara a través de mí.

Muchos rasgos negativos de carácter desaparecieron durante ese período, incluso un complejo de inferioridad; la voluntad humana dio lugar a la voluntad de Dios. Estaba aprendiendo a amar con un amor que no busca simplemente ser correspondido, un amor que no puede evitar expresarse, dado que es amor. Para ello luché muchas largas y solitarias batallas con el yo, pero aprendí lo que significa lograr una visión elevada.

Recuerdo bien el último día en que trabajé para la compañía de comidas, donde había estado durante tanto tiempo. Entré en la habitación de un hombre para retirar la bandeja por última vez y para despedirme. El me dijo afectuosamente: “Te deseo lo mejor, Bruce. Realmente lo deseo. Sé que eso es en lo que tú siempre has pensado y por lo que siempre te has preocupado. Y lo tendrás. Nada se interpondrá en tu camino”. Eso era lo último que esperaba recibir como comentario, y en ese momento no sentí que lo había comprendido realmente. Pero ahora sí lo comprendo. Tengo un maravilloso sentido de las ilimitadas posibilidades que Dios nos brinda, y estoy agradecido.


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