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Robo y misericordia

Del número de febrero de 1992 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La mamá oyó que la puerta del garaje se cerraba de un portazo, pero Roberto no entró a la casa.

Pensó: “Seguramente debe de haber regresado para estar con Luis. Es lindo que jueguen juntos, a pesar de que Luis es cinco años mayor que Roberto. Los dos saben mucho de béisbol y les gusta mucho ese deporte”.

Un poco más tarde, sonó el timbre de la puerta de atrás. Luis quería saber si Roberto estaba en casa.

La mamá de Roberto le dijo: — Pensé que aún estaba contigo, mirando tarjetas de béisbol en la tienda de artículos de entretenimiento.

— Si, estuvo conmigo, — contestó Luis —. Pero se fue.

La mamá sabía que Roberto no habría dejado a Luis si las cosas hubiesen marchado bien.

— Luis, ¿estaba Roberto disgustado por algo?

Luis no estaba seguro.

Luis dijo que saldría a la calle a buscar a Roberto. La mamá estaba orando, atenta a que Dios le dijera qué hacer. Tuvo la idea de ir al garaje para ver si la bicicleta de Roberto estaba allí. Abrió la puerta y vio que allí estaba la bicicleta, y también Roberto. Parecía bastante disgustado.

—¿Qué sucede?

Fuese lo que fuere, Roberto no podía — o no quería — decirlo.

— Entra, querido, y si quieres, puedes contarme lo que te sucede. Sea lo que fuere, lo solucionaremos.

La mamá sabía que muchas veces los niños no desean hablar de aquello que los molesta. No obstante, la mamá estaba preparada para escuchar, si Roberto necesitaba ayuda. Entraron al escritorio de la mamá. Ella estaba pensando en que el amor de Dios está siempre con nosotros. Ya sea grande o pequeño lo que nos hiera, el confiar en Dios, la Verdad, siempre nos ayuda y nos muestra que la bondad de Dios es el único poder.

Entonces la mamá recordó que durante el verano Roberto había estado aprendiendo las Bienaventuranzas de memoria.

Y le dijo: — Cualquiera que sea el problema, tal vez algo de las Bienaventuranzas pueda ayudarte. Tú sabes, Cristo Jesús prometió que cuando actuamos como hijos de Dios, las cosas nos van mejor.

Roberto pensó un poquito. Luego dijo que él no veía de qué manera las Bienaventuranzas lo podían ayudar en este caso.

— Luis me dijo que cuando él y Matías estuvieron en mi cuarto la semana pasada, ayudándome a recoger mis tarjetas de béisbol, Matías me robó mi tarjeta de Don Mattingly de 1985. Es una de mis mejores tarjetas ¡y él se la llevó!

La mamá sabía que esa había sido una de las pocas veces que Matías había estado en el cuarto de Roberto. Matías también era mucho mayor, de modo que Roberto pensaba que era importante ser amigo de él y que viniera a su casa. La tarjeta de béisbol era importante; pero ¿cómo podía hacer Roberto para decirles lo de la tarjeta y después continuar siendo amigo de esos muchachos grandes?

La mamá continuó orando en silencio. El robo de una tarjeta de béisbol tal vez no sea algo tan importante. Pero tratar de seguir la vida y las enseñanzas de Jesús, aun en las cosas más pequeñas, es importante para los Científicos Cristianos. Y, en realidad, ser honrado es muy importante, como también lo es una buena amistad.

De modo que la mamá quiso ayudar a Roberto a ver cómo las enseñanzas de Jesús mejoran las cosas. Ella sabía que podían sentir la presencia, la ayuda y el amor de Dios, allí donde parecía haber mucho mal.

— Como tú sabes, una de las Bienaventuranzas dice que aquellos que son misericordiosos son bienaventurados, y que ellos alcanzarán misericordia (véase Mateo 5:3–12). Ahora bien, tal como se presentan las cosas parece que tú eres la víctima y necesitas misericordia. Pero si quieres sentir amor en vez de sentirte herido, entonces tú eres el que debe comenzar a amar y a perdonar.

Roberto no estaba seguro de poder amar a Matías, pero prestaba atención.

— Tener misericordia significa ser bondadoso y prestar ayuda cuando alguien tiene un problema. Pues bien, de alguna manera, Matías tiene un problema. El robó algo. De modo que lo mejor que podemos hacer por él es ayudarlo a salir del problema. La manera de hacerlo es saber por qué él ya es realmente bueno. Puesto que Dios es totalmente bueno, y el hombre es Su imagen, cada uno de nosotros también tiene que ser totalmente bueno. Y completo.

De modo que, en realidad, Matías no necesita, ni quiere, nada que no sea suyo. Si él tomó esa tarjeta, ese no fue su propio pensamiento verdadero. Era un pensamiento que decía que él aún no era bienaventurado. Pero esa no es la clase de pensamiento bueno que viene de Dios. Pensar que está bien robar no puede tentar al hijo de Dios. No tiene ningún poder, porque no proviene de El. Dios es el único poder y El es bueno. Esa es la verdad que bendice a los hijos de Dios: a ti, a mí y a Matías.

Roberto permanecía en silencio y muy quieto. Decidió que quería ser misericordioso.

Muy pronto sonó el teléfono. Era para Roberto.

—¡Mamá! ¡Luis está en la casa de Matías, y Matías, inesperadamente, le dijo que quería devolverme mi tarjeta! Luis me dijo que fuera ahora mismo a la casa de Matías. ¡Hasta luego, mamá!

La puerta de atrás se cerró de un portazo. La mamá continuó pensando en cómo Dios, la Verdad, le habla a cada uno de Sus hijos, y que nosotros podemos escucharlo a El, en cualquier lugar en que nos encontremos. Fue una prueba asombrosa de lo que sucede cuando demostramos misericordia.

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