Uno De Los relatos bíblicos en el que a la gente le gusta pensar, especialmente en la época de Navidad, es el viaje que los Reyes Magos hicieron para adorar al niño Jesús. Véase Mateo 2:1–12. La llegada de estos viajeros, portadores de presentes, que venían de otro país para rendir homenaje al bebé que un día sería plenamente reconocido como el Mesías, es evidencia temprana de que la vida de Jesús tenía un significado que trascendería mucho más allá de un tiempo o de un lugar en especial.
Lo esencial en este relato es la manera humilde en que esos Reyes Magos estuvieron dispuestos a seguir una estrella, que ellos sentían con certeza, les indicaría el lugar donde podían encontrar a este bendito niño. Ellos demostraron sabiduría al reconocer el significado de la estrella y en la obediencia con que siguieron el rumbo que ella les indicaba. Quizás hubo otros que también percibieron la estrella pero continuaron con lo que estaban haciendo en vez de seguirla.
¿Se preguntó alguna vez cómo hubiera reaccionado usted? ¿Habría abandonado su ámbito familiar para seguir a la estrella? ¿O hubiera continuado con sus tareas habituales? ¡Esta pregunta no es tan hipotética como puede parecer a primera vista! En un artículo llamado “Navidad” en Escritos Misceláneos, Mary Baker Eddy dice: “La estrella que con tanto amor brilló sobre el pesebre de nuestro Señor, imparte su luz resplandeciente en esta hora: la luz de la Verdad, que alegra, guía y bendice al hombre en su esfuerzo por comprender la idea naciente de la perfección divina que alborea sobre la imperfección humana, que calma los temores del hombre, lleva sus cargas, lo llama a la Verdad y al Amor y a la dulce inmunidad que éstos ofrecen contra el pecado, la enfermedad y la muerte”.Esc. Mis., pág. 320.
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