El Panorama Que se veía afuera de mi ventana parecía una tarjeta de Navidad. Las calles de Boston estaban cubiertas de nieve, como una alfombra que amortiguaba todos los ruidos. Los árboles brillaban, cubiertos de hielo. Me senté en el escritorio para escribir una tarjeta de Navidad a mi familia que vive en el Brasil. El grabado de mi tarjeta combinaba perfectamente con la escena que tenía ante mis ojos. Pero yo sabía que mis deseos de Felices Fiestas llegarían exactamente durante los primeros días de un caluroso verano tropical en el Hemisferio Sur. Nada de nieve, ni de pinitos cubiertos de cristales de hielo, ni de un hogar con un fuego crepitante y acogedor.
¿Qué pretendía yo al enviarles una escena nevada para desearles Feliz Navidad? ¿Qué sentimiento deseaba despertarles? De pronto me di cuenta de que muchas de las imágenes asociadas con la época de Navidad, nada tienen que ver con el mensaje que quería transmitir en aquella tarjeta.
Lo que realmente importaba no era que se acordaran de mí. Mi intención no era expresarles meramente mi cariño ni desearles felicidades. Lo que realmente quería era que tuviesen un sentimiento de reverencia y se sintieran maravillados ante la conmemoración más importante del año para aquellos que siguen las enseñanzas de Cristo Jesús.
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