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El gozo de la Navidad

Del número de diciembre de 1995 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El Mensaje De Navidad está lleno de gozo, son las buenas nuevas del amor y la provisión que Dios tiene para cada uno de sus hijos. El pensamiento religioso limitado trata de centrar su atención simplemente en el breve momento “del niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre”. Lucas 2:12. Pero la Ciencia Cristiana nos enseña que la Navidad nos recuerda la eterna presencia del gozo espiritual y la relación invariable del hombre con el Amor divino. Podemos acudir a esta fuente de gozo espiritual aun cuando consideremos que estamos abatidos por el sufrimiento físico o mental.

En toda su carrera terrenal, Cristo Jesús personificó y demostró el poder que tiene el gozo verdadero para regenerar y reformar la vida de la gente. Aun cuando estaba enfrentando la crucifixión, elevó el pensamiento de sus discípulos a un punto de vista más espiritual cuando oró de esta manera: “Hablo esto en el mundo, para que tengan mi gozo cumplido en sí mismos”. Juan 17:13. Jesús aseguró a sus discípulos que “nadie os quitará vuestro gozo”. Véase Juan 16:22. ¡Cuán diferente era su punto de vista de aquellos que asumían una actitud severa en nombre de la piedad! El nos enseñó que el gozo que nos produce el amor de Dios triunfa y trae curación y nos eleva hasta alcanzar una comprensión más profunda de nuestra verdadera identidad como hijos de Dios, Su expresión perfecta.

No obstante, reclamar y mantener el dominio del gozo del cual habló, requiere vigilancia. Debemos proteger nuestra creciente comprensión del gozo, de todo lo que pretenda privarnos de él, especialmente las imposiciones, como cuando alguien gruñe y nos dice: “¿Por qué estás tan feliz?” “¿Acaso no escuchas lo que dicen los medios de comunicación?” “Hambre, guerra, peste” O cuando vocifera algún dolor y nos insinúa “Tú debes sufrir porque estás enfermo”. No debemos ignorar tales desafíos, sino reconocer con valentía que son argumentos generales del materialismo que reclaman autoridad para desalentarnos y deprimirnos, sugiriéndonos que el hombre está alejado del amor de Dios. Con valor y fortaleza otorgados por Dios, podemos enfrentar estas imposiciones con la oración, sabiendo que nada puede anular el poder de Dios ni privarnos de la herencia que tenemos de sentir verdadero gozo y plenitud, y de recibir provisión espiritual.

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